La desmotivación es un problema que basa su carácter dañino en un hecho muy simple: tendemos a subestimarlo.
Muchas veces, cuando analizamos las ventajas o inconvenientes de empezar a trabajar en un proyecto, en el lado de los posibles problemas tan solo incluimos aquello que tiene que ver con las dificultades que nos llegan desde el entorno. Por ejemplo, un mercado laboral en el que hay mucha competencia, una trayectoria educativa en la que hay que pasar por filtros muy exigentes, o un entorno en el que cuesta recibir financiación. Sin embargo, obviamos que podemos llegar a auto-sabotearnos.
Para poder poner remedio a este tipo de situaciones, resulta esencial tener claro qué es la desmotivación y qué podemos hacer para combatirla.
- Artículo relacionado: "Tipos de motivación: las 8 fuentes motivacionales"
¿Qué es la desmotivación?
Para responder a esta pregunta, empecemos por definir brevemente qué es la motivación.
Cualquier actividad que realicemos, ya sea consciente o inconscientemente, se da porque en nosotros se dan una serie de disposiciones que nos llevan a iniciar conductas dirigidas a llegar a un objetivo a corto, medio o largo plazo. La motivación es justamente ese conjunto de disposiciones que actúan como motor de nuestras acciones. Es decir, una serie de condiciones (formuladas del modo “si p, entonces realizo q”) que nos acercan a una meta cuando se da una situación propicia.
¿Qué es entonces la desmotivación? Este es el fenómeno psicológico en el que hay una discrepancia entre el objetivo que teóricamente aspiramos a alcanzar, por un lado, y nuestro estado disposicional real, por el otro. Es decir, es lo que ocurre cuando hay serios problemas a la hora de intentar invertir en una iniciativa los esfuerzos suficientes para conseguir algo, o cuando ni siquiera se llega a empezar esa tarea y se cae en la procrastinación.
Así pues, la desmotivación no solo nos perjudica porque está asociada a los problemas para cumplir ciertas expectativas; además, allí donde aparece ni siquiera podemos disfrutar de la calma o del descanso que nos supone no realizar esas actividades que en teoría queríamos hacer. Y es que aunque no hagamos lo necesario para llegar a la meta, no desaparece el marco mental según el cual deberíamos estar haciendo eso.
En definitiva, en la desmotivación se unen lo peor de dos mundos: el malestar que podría experimentar alguien que pese a esforzarse no ha conseguido lo que quería, y el que viene producido por el sentimiento de culpa.
- Quizás te interese: "Apatía: síntomas y causas de este sentimiento"
Tipos de desmotivación
La desmotivación puede cobrar varias formas, y también puede presentarse con diferentes grados de intensidad. Los casos más problemáticos o graves son aquellos en los que esta falta de motivación se extienden a todos los ámbitos y facetas de la vida: en el trabajo, en las relaciones personales, etc. En estas situaciones, es habitual que el problema tenga su raíz en una de dos causas fundamentales.
Por un lado, puede deberse a un entorno poco enriquecedor, en el que no existan grandes motivos para hacer nada, en general. Por ejemplo, un ambiente en el que no exista demasiada libertad, aunque sea por motivos económicos, y que no esté asociado a oportunidades significativas para progresar económica o socialmente, es frecuente que produzca desmotivación en muchas áreas de la vida, si no en todas.
En otros casos, puede existir un trastorno de tipo depresivo que se manifieste, entre otras cosas, a través de una sensación de desmotivación que en realidad es un conglomerado de síntomas. En el caso de la depresión diagnosticada, esta falta de iniciativa o desmotivación extrema es conocida como abulia, y aparece muchas veces de la mano de otros fenómenos que también dificultan la aparición de grandes fuentes de motivación; por ejemplo, la anhedonia, o incapacidad de sentir placer (sin placer, es complicado moverse por un objetivo concreto).
Ahora bien, al margen de la desmotivación general también existen los tipos de desmotivación ligados a contextos específicos. Veamos cuáles son los más comunes.
1. Desmotivación escolar
La escuela es una institución en la que son frecuentes los problemas por desmotivación de los alumnos. Las causas suelen tener que ver, entre otras cosas, por el hecho de que desde el primer día la asistencia a clase es percibida como una obligación, lo cual genera resistencias, y por la falta de atención individual en clases muy grandes, dado que es complicado adaptar la enseñanza a los intereses de cada estudiante. Sin embargo, es posible intervenir en muchos casos y potenciar la motivación de los estudiantes modificando ciertas dinámicas de aprendizaje.
2. Desmotivación laboral
En estos casos, la desmotivación afecta negativamente tanto al trabajador o trabajadora que experimenta este fenómeno en primera persona, como a la organización para la que trabaja. Intervenciones en clima laboral, en workflow o en el formato de trabajo pueden ayudar a solucionar esto, si bien en algunos casos el problema está simplemente en que la actividad fundamental que se lleva a cabo en el puesto no es significativa para la persona.
3. Desmotivación social
Este tipo de desmotivación aparece en casos en los que la persona se ve en la necesidad de interactuar con ciertos círculos sociales, sin que esto sea una experiencia agradable o estimulante más allá de la obtención de un beneficio muy concreto y ajeno a la naturaleza de la relación social.
Las causas de la desmotivación
Hay tantas causas de desmotivación como experiencias vitales es capaz de experimentar una persona. Es tarea de los psicólogos reconocer cuál es la problemática en cada caso si bien causas frecuentes son un exceso de perfeccionismo, la percepción de una gran barrera de entrada a esa actividad, la ausencia de retos significativos y sensación de progreso, etc.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la desmotivación es un fenómeno contextual: no está situado en el “interior” de la persona (más allá de casos patológicos), sino que tiene que ver con su relación con el mundo. Por eso, a veces es necesario reorganizar las prioridades, dejar ir algunas metas y apuntar a otras, en vez de hacer todo lo posible por llegar a unos objetivos que a veces han sido impuestos por la empresa, la familia, los amigos, los medios de comunicación, etc.