En nuestra sociedad, todos tenemos muchas preocupaciones y rumiaciones en nuestra cabeza. Ahora bien, quizás nunca te hayas sentado a plantearte cual es la diferencia entre ellas. ¿La rumiación es parte de la preocupación? ¿son conceptos completamente distintos? ¿uno puede preocuparse sin rumiar? Es importante saber la respuesta a estas preguntas ya que solo así podemos llegar a comprender nuestro complejo mundo de la cognición.
Lo que sí está claro es que tanto la preocupación como la rumiación provocan sentimientos de malestar e incomodidad. Además, son nucleares en ciertos problemas psicológicos tales como los trastornos de ansiedad y depresión. De hecho, en dichas dolencias se entiende la preocupación y la rumiación como intentos de regulación emocional. Dicho de otra forma, las habilidades emocionales funcionales son las que facilitan el pensamiento efectivo, y por lo contrario, aquellas personas que tienen dificultades en estas habilidades, tienden a tener respuestas disfuncionales o de tipo rumiativo.
En el artículo de hoy, analizaremos las diferencias que existen entre la preocupación y la rumiación. A simple vista, se puede afirmar que una preocupación es cuando proyectas situaciones a largo plazo de forma catastrófica y la rumiación consiste en darle vueltas una y otra vez a la misma idea. Quédate para descubrir más en profundidad la diversidad de estos dos conceptos.
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¿Qué es la preocupación?
Es normal experimentar la preocupación y existen tantas preocupaciones distintas como personas en el mundo. Por consiguiente, podemos decir que es un fenómeno habitual y funcional que pretende acercarnos a encontrar y planificar soluciones a nuestros problemas. Se supone que una preocupación tiene su base en algo que puede resolverse o solucionarse.
En suma, son cadenas de pensamientos que nos generan un malestar y una angustia por él “y si..”. Dicho de otra manera, la preocupación está muy ligada a la incertidumbre con la que vivimos. La preocupación aparece por la incertidumbre de no saber si algo va a ocurrir o no, si lo podemos soportar o no, etc. Es como si estuvieras adivinando el futuro y ante la duda, nos ponemos en el peor escenario posible.
¿Qué es la rumiación?
La Real Academia Española (RAE), define la rumiación como “Masticar por segunda vez, volviéndolo a la boca, el alimento que ya estuvo en el depósito que a este efecto tienen algunos animales”. La psicología, ha cogido este término y lo ha transformado para referirse a darle vueltas a un pensamiento, a una idea, o a un posible problema, de manera inconsciente y casi obsesiva, provocándote cierto malestar y haciendo realmente complicado poder parar y salir de esa situación.
Es importante aclarar que aunque puede parecer que la rumiación es disfuncional, también hay ocasiones en las que es un proceso deliberado y reflexivo. Aquí es cuando puede ayudarnos a elaborar y comprender experiencias. Esto es un proceso fundamental en el cambio de las creencias y esquemas cognitivos ante eventos adversos.
Diferencias entre preocupación y rumiación
Antes que nada, es crucial destacar que ambas actúan como mecanismos de defensa. Lo normal es que dediquemos un tiempo a todo aquello que nos preocupa y nos hace sentir mal, no obstante, el problema viene cuando no podemos dejar de pensar en ello y los pensamientos se vuelven demasiado intensos, negativos, repetitivos, con ideas catastrofistas, etc. cayendo en un estado completamente desadaptativo.
Además, la rumia y la preocupación son similares ya que ambas son formas de pensamiento repetitivo, autocentrado, de tipo general, asociados a una falta de flexibilidad cognitiva para cambiar la atención de estímulos negativos. Por tanto, ¿cuales son las diferencias? A continuación, enlistamos alguna de ellas:
1. El enfoque
Por un lado, la preocupación aparece cuando nos sentimos amenazados o desafiados por algo en nuestro futuro. Tiene como objetivo poner la mirada en lo que podría ocurrir. Surge como respuesta emocional y cognitiva. Por otro lado, la rumiación tiene otro enfoque más relacionado con dar vueltas a las preocupaciones una y otra vez reforzando así aquellas emociones negativas y perjudiciales para nosotros.
2. El tiempo
Como comentamos anteriormente, la preocupación se centra puramente en el futuro. La preocupación anticipa lo que puede suceder y así crea una angustia importante. Por otro lado, la rumiación se encuentra claramente ubicada en el pasado o en el presente.
Por ello, cuando una persona se encuentra con pensamientos rumiativos, le da mil vueltas a actos, circunstancias y eventos realizados en el pasado o en el presente, los procesa de manera negativa, al repasar hechos ya sucedidos, la persona se analiza a sí misma de forma crítica y no aplica ninguna estrategia de afrontamiento para solucionarlo.
3. El contenido
Los conceptos también difieren en el contenido. Es decir, la preocupación se centra en pensamientos acerca de miedo ante lo que pueda suceder, distintos desafíos que deberemos afrontar, ciertas ideas catastróficas que pueden pasar, amenazas que nos podemos encontrar, problemas que tendremos que resolver, imaginar hechos que pueden suceder en el futuro y por supuesto, la valoración de los recursos que disponemos para hacer frente a los problemas.
En cambio, la rumiación hace referencia a los arrepentimientos, errores del pasado, sentimientos de culpa, vergüenza y por lo general, un repaso mental de fallos o realidades que debimos hacer de otro modo.
4. La funcionalidad
Aunque parezcan conceptos negativos, en parte, tienen una funcionalidad. La preocupación nos prepara para lo que viene. Tiene como objetivo ayudarnos a reflexionar y así decidir qué respuestas o estrategias nos conviene desarrollar, para afrontar con éxito las realidades. En cuanto la rumiación, su finalidad es ayudarnos a aceptar aquellos acontecimientos del pasado o del presente que no podemos cambiar. Aunque parezca que es una forma de estancarnos, en realidad, es todo lo contrario. Sólo así avanzamos y actuamos de forma más proactiva.
5. El coste mental
Tanto las preocupaciones excesivas como los pensamientos rumiativos suponen un coste en nuestra salud mental. Por un lado, la preocupación excesiva se encuentra estrechamente relacionado con el trastorno de ansiedad generalizada (TAG) y por otro lado, la rumiación se correlaciona con trastornos depresivos, trastornos de ansiedad e incluso con trastornos psicosomáticos.
Conclusiones
Tras leer el artículo, se puede afirmar que la preocupación y la rumia, son procesos cognitivos relacionados con sus similitudes y diferencias, que pueden tener una funcionalidad cuando son manejados de forma adecuada, e incluso son capaces de aportarnos soluciones o reevaluaciones más ajustadas de los problemas. No obstante, no debemos olvidarnos de que pueden ser altamente disfuncionales y acarrear serior problemas cuando son improductivos, repetitivos, incontrolables y centran la atención de forma rígida en lo negativo.