Pensar demasiado es agotador. La parálisis por análisis es uno de los principales problemas de nuestra época. Pensar demasiado es uno de los principales motivos por los que nos sentimos frustrados y con poca energía en nuestro día a día.
Analizar una situación y estudiar los pros y contras es algo necesario y saludable a la hora de tomar buenas decisiones. Sin embargo, en muchas ocasiones, damos más vueltas de las necesarias en nuestra cabeza sin llegar a una conclusión o solución concreta.
Es más, a veces saltamos, sin hacer una pausa, de un argumento a otro que se contradice o transitamos rápidamente de una emoción a otra. Por ejemplo, pasamos de sentirnos emocionados por una nueva oportunidad laboral, a empezar a enumerar todo lo que podría salir mal o a proyectar los posibles escenarios desfavorables. Así bien, en la mayoría de casos, cuando soprensamos en exceso, pasamos de mostrar emociones positivas a negativas como la culpa o el miedo.
La investigación demuestra que sobreanalizar las cosas conlleva una serie de efectos negativos en nuestro organismo: eleva los niveles de cortisol (la hormona del estrés), reduce la creatividad, nubla el juicio e impide tomar decisiones. Sin embargo, existen formas de dejar de dar mil vueltas a las cosas. En este artículo veremos los mejores consejos para dejar de sobrepensar avalados por la psicología.
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¿Cómo es el patrón de pensar en exceso?
Pensar en exceso es algo común; sin embargo, esto no significa que sea positivo. El sobrepensamiento se manifiesta principalmente de dos formas: rumiación (pensamientos negativos repetitivos que no tienen una solución real) y la proyección (hacer predicciones a menudo catastróficas sobre el futuro).
Las personas que piensan demasiado no solo utilizan palabras para evocar sus pensamientos. También pueden imaginar situaciones y eventos (normalmente catastróficos); por ejemplo, pueden imaginar que su automóvil se sale de la carretera o que pierden su trabajo. De todos modos, sea cual sea la manera en que lo hagan, el hábito de pensar en exceso y darle demasiadas vueltas a las cosas les impide, en última instancia, hacer algo productivo.
Además, pensar en exceso puede tener consecuencias negativas para nuestra salud mental. Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Harvard, demostró recientemente que un exceso de actividad cerebral es responsable del agotamiento de una proteína esencial de nuestro organismo. Esto significa que un exceso de pensamiento puede reducir nuestra esperanza de vida.
También se recogen consecuencias psicológicas importantes del hecho de pensar en exceso. Por ejemplo, la "rumiación", es decir, los pensamientos repetitivos, puede conducir a padecer ansiedad o depresión, atracones y en casos más graves a autolesiones. El pensamiento excesivo en su forma más grave (cuando se manifiesta de manera más intensa que de costumbre) suele ser un síntoma de una condición subyacente, que debe tratarse.
Debido a nuestros patrones de comportamiento, todos pensamos demasiado de vez en cuando; de hecho, el preocuparse forma parte de la condición humana. Sin embargo, no nacimos pensando demasiado, esto es el resultado de nuestro desarrollo. Tanto los buenos como los malos patrones de comportamiento se aprenden a través de las experiencias de la vida a lo largo del tiempo. Y al igual, que podemos aprenderlos, las personas también podemos desaprender estos patrones perjudiciales cambiando nuestros hábitos de comportamiento.
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Pautas a seguir para dejar de pensar demasiado
Antes de aprender a dejar de pensar en exceso, hay que entender de dónde viene el problema. En ocasiones, el darle demasiadas vueltas a las cosas es una consecuencia de la falta de seguridad, esta puede tener su origen en ciertas condiciones de salud mental como la ansiedad o la depresión. Si este es el caso, es fundamental consultar con un profesional de la salud para tratar el problema.
En algunos casos, el pensamiento excesivo únicamente aparece a la hora de tomar una decisión complicada o frente a ciertas inseguridades. Aunque, en un principio, analizar detalladamente las situaciones complejas es una buena manera de llegar a soluciones o conclusiones satisfactorias. El sobreánalisis no forma parte del pensamiento racional, ya que no responde a ningún objetivo concreto, simplemente es una forma de retrasar una decisión.
Sea cual sea el motivo del sobrepensamiento, existen distintas técnicas que pueden ayudar a aliviar el estrés derivado del exceso de actividad cerebral. Una de las primeras preguntas que debemos hacernos es: "¿Por qué doy tantas vueltas a las cosas?", y según nuestra respuesta, explorar las distintas soluciones que nos permitan cambiar este patrón de comportamiento. Sin embargo, esto no es una tarea fácil, por eso aquí enumeramos una serie de consejos para conseguirlo.
1. Identificar nuestros patrones nocivos
Tal y como hemos visto, cuando nos preocupamos demasiado o reflexionamos sobre los problemas durante demasiado tiempo, nuestros procesos de pensamiento pueden volverse destructivos. Esto a menudo es causado por patrones de pensamiento negativos que se manifiestan cuando las personas están bajo estrés o experimentando un conflicto (externo o interno). Dos de los patrones nocivos más frecuentes son la rumiación y la proyección.
La rumiación es el acto de pensar continuamente y sin llegar a ninguna conclusión sobre temas pesimistas u oscuros. Este tipo de comportamiento puede hacer que las personas se aíslen e incluso se depriman. La rumiación es particularmente común en los perfeccionistas, aunque cualquiera puede experimentarla. La proyección es similar a rumiar, pero está centrada en el futuro: consiste en anticipar que algo saldrá mal. Estos patrones de pensamientos negativos están profundamente relacionados con creencias limitantes y experiencias pasadas.
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2. Cambiar la historia que nos contamos a nosotros mismos
Las historias que nos contamos sobre quiénes somos tienen un efecto significativo en nuestras vidas. Pero, la pregunta clave es si estos relatos que nos contamos nos frenan o nos permiten avanzar. El sobrepensamiento hace que las personas desarrollemos toda una serie de afirmaciones respecto de nosotros mismos, como "Siempre he sido una persona insegura" o "Soy más ansioso que el resto". Estas creencias limitantes pueden ser muy difíciles de cambiar si nunca nos hacemos las preguntas adecuadas, como: "¿Por qué doy tantas vueltas a las cosas?", o "¿Por qué me preocupa tanto equivocarme?"
Para poder superar estos pensamientos sobre nosotros mismos -que nos mantienen atrapados- primero debemos identificarlos. A continuación, cada vez que detectemos que estemos repitiendo una de esas viejas historias, tenemos que tratar de reemplazarla por una positiva, como “Soy capaz de controlar mis emociones”. Al cambiar la historia que nos contamos, podemos cambiar nuestra mentalidad.
3. Soltar el pasado
Habitualmente, las personas con tendencia a sobrepensar enfocan mucha energía en el pasado, piensan en lo que podría haber sido o debería haber sido. Sin embargo, estos pensamientos no aportan nada útil (lo pasado, pasado está). Lo único que podemos cambiar del pasado es nuestra forma de interpretarlo.
Dejar atrás el pasado nos permite cambiar nuestra historia significativamente. Esto hace que las malas experiencias no controlen nuestras emociones presentes y que los errores no influyan en decisiones futuras. Además, perdonar a los demás y reconciliarnos con nuestro pasado, nos deja también dejar ir cualquier ira o amargura reprimida.
4. Enfocarse en el momento presente
Una de las formas más efectivas para evitar la rumiación y la preocupación excesiva por el futuro consiste en aprender a vivir el momento presente. Sin embargo, la mayoría de la gente no somos capaces de hacerlo.
Ser consciente del momento presente requiere un enfoque constante. ¿Cómo se ve y suena el mundo a nuestro alrededor? ¿Por qué estamos agradecidos? Al practicar rituales diarios como la meditación y la respiración consciente, podemos poco a poco aprender a vivir en el presente en lugar de preocuparnos por el futuro. Numerosos estudios han demostrado el poder de la meditación en nuestro cerebro y la reducción de los niveles de estrés.
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5. Aceptar nuestras emociones
La preocupación excesiva generalmente es causada por enfrentar algún tipo de miedo, por ejemplo, sentir que las situaciones no están bajo nuestro control o que no tenemos la vida que deseamos.
Al contrario de lo que la mayoría de personas cree, vivir el momento presente no significa enterrar nuestras emociones negativas, sino atenderlas. Así bien, necesitamos aprender a identificar las causas de nuestras emociones, y el primer paso consiste en reconocerlas. Solo cuándo seamos capaces de aceptar nuestros sentimientos, incluso los peores, podremos tratar con ellos de forma adecuada.
6. Centrarnos en las soluciones
Tenemos que recordar que nadie controla nuestra vida más que nosotros mismos. Centrarse en las soluciones consiste en: identificar los problemas de nuestra vida que nos causan estrés y ansiedad, y una vez que lo hagamos, trabajar para resolverlos en lugar de darles vueltas sin cesar.
Solo tomando el control de nuestra vida podemos dejar de pensar en exceso definitivamente. Por ejemplo, si nuestros pensamientos negativos están relacionados con el estrés que proviene del trabajo, tal vez tengamos que considerar cambiar de empresa o de carrera.
7. No dejarse llevar por las sensaciones negativas
Tal y como hemos visto, pensar demasiado puede hacer que nos quedemos estancados y no seamos capaces de tomar decisiones. Esto a menudo ocurre por el miedo a tomar una decisión equivocada. Cuando esto sucede, es importante notar si esta sensación es algo racional o proviene de un miedo injustificado. Para resolverlo, podemos concentrarnos en nuestro cuerpo, respirar profundamente e imaginarnos tomando la decisión. Hacer esto, es una forma de saber qué sentimiento está guiando nuestro comportamiento, y cuál es la mejor manera de seguir adelante.
Conclusión
Al aprender a vivir en el presente en lugar de pensar demasiado, podemos mejorar considerablemente nuestra felicidad y sobre todo nuestra tranquilidad. Para conseguirlo debemos recordar que la vida no es algo que nos sucede sin que podamos actuar; esto significa que incluso las emociones negativas pueden conducir a resultados positivos. Al tratar estas emociones como parte de nuestro crecimiento, podemos aprovecharlas al máximo.