El comportamiento humano depende mucho de cada situación. Una de las cuestiones que estudia la psicología es el de la cognición social.
Vamos a tratar de profundizar en este campo para así entender cuál es su relevancia y qué interesantes conocimientos está aportando a la psicología acerca de una parte muy importante de nuestras conductas y cogniciones, así como todos los procesos que hay detrás.
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¿Qué es la cognición social?
La cognición social es la parte de la psicología que estudia la forma en que los seres humanos afrontan las situaciones sociales desde un punto de vista científico. Es decir, trata de explicar los procesos mentales que hacen que nos comportemos tal y como lo hacemos con nuestros iguales e incluso con otros seres vivos, especialmente aquellos con los que tenemos algún tipo de vínculo, como pueden ser las mascotas.
La cognición social sería, por lo tanto, una rama dentro de la psicología social. Dentro de ese área, se utilizarían los métodos de la psicología cognitiva así como los conocimientos que aporta la teoría del procesamiento de la información para poder analizar los procesos de pensamiento que se ocultan tras cada fenómeno psicológico de tinte social.
Dentro de esta categoría, existen varios procesos que son de interés y que por tanto componen el campo de estudio de la cognición social. Serían los que tienen que ver con cómo percibimos los estímulos de tipo social, el juicio que hacemos de los mismos, cómo los recordamos, qué efectos tienen las relaciones sociales en el modo en el que procesamos los datos.
También analizaría las repercusiones en el nivel de comportamiento entre los sujetos que tienen todos esos procesos de pensamiento previos. Todos estos factores se tienen en cuenta para los diferentes niveles existentes en la psicología social, es decir, el que atañe a a la persona con ella misma (intrapersonal), a la persona con los demás (interpersonal), al grupo con él mismo (intragrupal) y al grupo con los demás (intergrupal).
El funcionamiento de la cognición social
La cognición social es un instrumento fundamental de nuestra psicología, pues engloba una serie de procedimientos gracias a los cuales las personas somos capaces de darle un sentido a toda la información que nos llega en el terreno social y, lo que es más importante, nos permite saber cuál es la manera correcta de comportarnos frente a otras personas.
Por eso es fundamental contar con un sistema que recoja automáticamente todos los indicadores que encontramos en la información obtenida del ambiente. Dichos estímulos son los que desencadenan las reacciones automáticas, que irán en una u otra línea en función de la propia personalidad de la persona, pero también de las emociones que esté sintiendo, de los prejuicios y estereotipos que surjan y de su propia actitud hacia el asunto.
Pero además de esas reacciones automáticas, tras la cognición social existe también un razonamiento deliberado de la información acerca de las situaciones con iguales. En este análisis, la mente del sujeto tiene en cuenta tanto el contexto emocional como los pensamientos e incluso la intencionalidad del prójimo con la interacción concreta que se está realizando.
El proceso de la cognición social además se retroalimenta, pues con cada nueva experiencia social que la persona tiene, amplifica sus conocimientos y por lo tanto aprende y optimiza sus respuestas en lo sucesivo.
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El rostro como elemento de interacción social
Si nos paramos por un segundo a pensar en una interacción social típica, enseguida nos daremos cuenta que, normalmente, uno de los elementos claves es la percepción del rostro de los demás. Y es que a lo largo de toda la interacción, si es posible el contacto ocular entre ambas personas, se va a producir un proceso de retroalimentación constante entre uno y otro por la información que ambos emiten y recogen.
A través de la gesticulación facial, tanto consciente como inconsciente, estamos transmitiendo nuestras emociones y nuestra intencionalidad al prójimo durante la interacción. En ocasiones este proceso se realiza con gestos muy evidentes pero también con cambios mucho más sutiles, e incluso puede darse precisamente a través de una carencia de dicha gesticulación.
Todas esas conductas son una valiosa información que el otro sujeto recoge inmediatamente, procesa y a su vez genera una serie de conductas (gesticulaciones) que se devolverán a la persona inicial. Este proceso ocurre de una manera continua y bidireccional hasta que la interacción finaliza. Es evidente, por tanto, que el reconocimiento de las expresiones faciales es clave para la cognición social.
Por supuesto, aunque el grueso de la información provenga del rostro, dichas señales se suman a las del lenguaje, tanto por el propio contenido como por el tono de voz utilizado, las palabras elegidas, las inflexiones y cada detalle en general de todos los que componen el mensaje. Igualmente, la postura corporal y el lenguaje no verbal también aportarán una valiosa información.
Es evidente que, aunque este es un proceso automático, no todo el mundo tiene la misma capacidad para analizar con corrección y precisión toda la información que el otro individuo les está proporcionando solo con un gesto. Por lo tanto, las personas que muestren una mayor sensibilidad en esta tarea partirán con una ventaja clara a nivel social frente a los que tengan más dificultades en ello.
Y es que aquellos que gracias a su desarrollo en la cognición social tengan una mayor capacidad para analizar las emociones y las intenciones de los demás, podrán obtener una mayor comprensión del prójimo, anticiparse a sus sentimientos y reacciones e incluso orientar las conductas los demás a su favor. Es una de las cualidades de los grandes líderes.
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La cognición social en los perros
La cognición social se ha estudiado ampliamente en los seres humanos, pero aún es un terreno bastante inexplorado en otras especies. No obstante, existen algunos estudios, como el que la doctora Emily Bray y sus colaboradores realizaron en el año 2020 con cachorros de perro de raza labrador y golden, razas utilizadas generalmente para la ayuda a personas con diversas alteraciones en sus capacidades.
En dicho estudio, se realizaron una serie de experimentos con cachorros de unas nueve semanas de edad para poder aprender más acerca de los procesos de pensamiento y emocionales que tienen lugar en estos animales ante determinadas situaciones sociales, en comparación con los resultados obtenidos previamente con perros adultos en otros estudios.
Una de las preguntas que Bray se hacía acerca de la cognición social en los perros era si su comprensión de determinadas señales humanas era una cuestión innata o aprendida. Los resultados parecen arrojar las siguientes conclusiones.
En primer lugar, parece que ciertas habilidades sociales aparecen en estos animales a una edad muy temprana. Dichas habilidades, además, parecen ser innatas, pues los perros aún no habían tenido interacciones con humanos del tipo de las que se buscaron en los experimentos y tampoco es probable que las aprendieran durante los mismos, pues aparecieron desde el principio de dichos estudios. Otra de las conclusiones más sorprendentes es que además estos grados parecen ser heredables.
Los sujetos que se mostraban más hábiles en determinadas tareas, eran descendientes de perros adultos que, efectivamente, eran más diestros en los comportamientos que buscaban los investigadores. Este descubrimiento sustenta la idea de que el potencial de cognición social se puede seleccionar artificialmente para lograr razas más hábiles en esta cuestión concreta, como de hecho ocurre.
Los tipos de ejercicios a los que fueron sometidos los cachorros del estudio para poder alcanzar estas conclusiones fueron fundamentalmente cuatro pruebas en las que se evaluaba su cognición social. En la primera de ellas, la investigadora presentaba al animal dos recipientes con comida, a una distancia idéntica, pero señalaba uno de ellos con la mano. Los perros tendían a elegir dicho recipiente con una mayor probabilidad.
La segunda prueba era similar a la primera, pero en lugar de señalar, la investigadora situaba un objeto frente a uno de los estímulos. El perro elegía significativamente más veces aquel que había sido marcado.
En el tercer ejercicio se comprobaba simplemente la reacción del cachorro frente a la presencia del humano, otra forma de comprobar su cognición social.
Por último, se le presentaba a cada perro un ejercicio en el que había alimento dentro de un recipiente cerrado, que de ninguna manera podía abrir. Es decir, se trataba de un ejercicio sin solución, en el que se observaba la reacción del animal. En este caso se comprobó que los cachorros buscaban el contacto visual con la investigadora, en busca de instrucciones sobre cómo proceder.
Referencias bibliográficas:
- Bray, E.E., Gruen, M.E., Gnanadesikan, G.E., Horschler, D.J., Levy, K.M., Kennedy, B.S., Hare, B.A.,MacLean, E.L. (2020). Cognitive characteristics of 8-to 10-week-old assistance dog puppies. Animal Behaviour. Elsevier.
- Fiske, S.T., Taylor, S.E. (1991). McGraw-Hill series in social psychology. Social cognition. Mcgraw-Hill Book Company.
- Flavell, J.H., Miller, P.H. (1998). Social cognition. In W. Damon (Ed.), Handbook of child psychology: Vol. 2. Cognition, perception, and language. John Wiley & Sons Inc.
- Frith, C.D. (2008). Social cognition. Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences. The Royal Society Publishing.