Estimado lector inmigrante, quiero hablarte sobre algo que no suele hablarse en las noticias del tipo “Emigró y ahora gana miles de dólares por semana”. La promesa migratoria actual supone que emigrar va a liberarnos del sufrimiento por la vía del capitalismo, ofreciendo una ilusión de evadir las implicancias que la realidad, nuestra mente, nuestra subjetividad y nuestro cuerpo suponen.
Alude a una fórmula mágica y totalizadora, que borra de la ecuación la subjetividad de cada uno y nos empuja a resolver nuestras dificultades o hacer un supuesto upgrade de vida, sin que eso implique pasar por nuestro cuerpo, por nuestra singularidad y por la realidad migratoria que implica armar nuevamente un mundo en otro lugar. El riesgo que conlleva, es que cuando se convierte en un mandato y las expectativas no se cumplen, nos vemos angustiados frente a la playa, y preguntándonos: ¿No se supone que debiera sentirme mejor?.
¿Qué implica emocionalmente inmigrar?
Entonces, ¿qué es realmente inmigrar y que implicancias psíquicas puede conllevar este movilizante proceso? Emigrar es encontrarnos con la otredad más que nunca, con que hay diferentes maneras de vivir, modos de relacionarnos y distintas normas. Es sumergirnos en un mundo nuevo, con diferente clima, olores y objetos.
Si emigraste a un lugar donde no se habla tu idioma natal, puede ser también sentirse un niño que no sabe hablar, qué está desconectado del lugar, pero siendo un adulto y teniendo que ganarse la vida. Es construir nuevamente una vida, un nuevo modo de ser y estar en el mundo, soportándoos en los anclajes disponibles que ofrece esa nueva realidad. Esta nueva construcción podrá abrir muchas posibilidades, pero implicará a su vez una gran movilización a nivel psíquico.
¿Pero, qué consecuencias psíquicas conlleva la inmigracion y el trabajo de adaptación a una nueva cultura? La adaptación a un nuevo lugar, el cambio externo, genera una exigencia de trabajo interno, psíquico, es decir, una gran movilización del psiquismo, de distintos procesos. Por tanto vendrá aparejado con un gran abanico de emociones. ¿Quién soy en estas nuevas coordenadas sociales y culturales? ¿Cómo me relaciono en este nuevo lugar? ¿Cómo consigo aquí mis proyectos de vida u objetivos?. ¿Te hiciste algunas de estas preguntas alguna vez?
Lo que está detrás de estas preguntas, es un replanteo de la identidad. La identidad tiene que ver con esos anclajes simbólicos que nos sostienen, con los ideales de cada uno. Es lo que nos da un sentimiento de ser diferentes al otro, lo que nos distingue. Podríamos decir que es ese cuento que nos contamos acerca de quiénes somos. Pero esto no lo construimos solos sino en espejo con el otro, quien está constantemente, devolviéndome una sensación de unidad, de diferencia conformada.
Es un apoyo que nos va armando nuestra posición en el mundo, nos da un lugar. Y el trabajo de nuestra mente será intentar que esa historia que nos contamos de nosotros sea consistente, que no tenga contradicciones. Es decir, sostener la coherencia. Y, ¿qué pasa cuando emigramos?
Cuando emigramos, algunos anclajes simbólicos que nos posibilitaron construir nuestra identidad pueden no estar. “Extraño a la Julieta del pueblo" dice una inmigrante. Por supuesto que nuestra identidad no desaparece, pero sí ciertos anclajes. Y tal vez, ese nuevo entorno nos devuelve de nosotros algo diferente, con lo cual no nos reconocemos, y podemos sentirnos extraños. Es como si nos preguntáramos “Quién soy si no soy la Julieta del pueblo?
¿Cómo gestionar estas emociones?
La adaptación al nuevo lugar exige elaborar procesos de identificación y de desidentificación, para lograr un lugar simbólico propio, diferente al que tenía en mi previo lugar de origen, y tal vez diferente al de las personas de ese nuevo lugar. Si bien estas preguntas que interpelan nuestra identidad nos deja en tierras menos estables y nos representan un desafío, también es sin duda una oportunidad de crecimiento. Recorrer este camino de la mano de un profesional de la salud, te puede ayudar a que la experiencia sea más enriquecedora y conlleve un crecimiento personal.
A su vez, este proceso pone en marcha otro trabajo psíquico que es el proceso de duelo. Cuando cambiamos, cuando elegimos algo, siempre hay una ganancia pero a la vez una pérdida. El no ser en el nuevo lugar “la Julieta del pueblo” puede abrirnos a posibilidades de encontrar nuevas facetas de nuestra identidad pero por supuesto que también conlleva un dolor por la pérdida de ese lugar conocido.
¿Y cómo impacta esto en nuestros circulo? El duelo del migrante se conjuga con el duelo de los propios amigos o familiares que deben enfrentar la emigración de ese ser querido. El nuevo reposicionamiento del inmigrante ante la vida, puede causar una revolución en su medio familiar, y social. Además, si hubo migraciones familiares anteriormente, muchas veces eso puede despertar a nivel familiar una serie de conflictos generacionales no siempre bien resueltos. En conclusión, podríamos decir que el duelo es por el mundo tal cual lo conocíamos.
Claro que de todo estos procesos psíquicos que te cuento aquí no nos enteramos, pero de lo que sí nos enteramos es de las emociones y afectos que generan. ¿Experimentaste sentimientos de ambivalencia afectiva, de amor-odio hacia el nuevo lugar? También, puede aparecer la angustia, como un estado de desamparo psíquico, ante la pérdida de certidumbres y la elaboración de los duelos que conlleva el proceso migratorio.
Si esa angustia y falta de seguridades es interpretada (de manera inconsciente) como un peligro, puede aparecer una sensación de desborde, en la cual la sensación es que nuestros recursos para enfrentarla quedan insuficientes. La dificultad en la tramitación de estas emociones puede llevar a una serie de síntomas, que en cada persona serán distintos.
Podrían aparecer síntomas de ansiedad, depresión, síntomas corporales, o decisiones drásticas y apresuradas como un intento de calmar esa angustia- Por ejemplo, irse de manera repentina del país en donde está, volver al anterior, o ir a uno próximo.
Un profesional de la salud mental puede ayudarte a transitar estos procesos de transformación, adaptación y desafíos emocionales. Navegar este proceso de la mano de un psicólogo puede hacer de tu proceso migratorio uno más acompañado y enriquecedor a nivel personal. El análisis posibilita un lugar seguro, donde tu vulnerabilidad se encuentre a salvo.
Es deseable e importante que tu psicólogo conozca sobre procesos migratorios para poder empatizar, y abordar las particularidades y complejidades que conlleva y así ayudarte a recorrer estas nuevas aguas en un barco más fuerte y estable. Se trata de desarmarnos, permitirnos jugar y habitarnos, para luego volver a armarnos. De acompañarte a esos lugares donde no nos animamos a entrar solos.
Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad