De forma intuitiva, podemos pensar que la mejor forma de evitar recaer en una conducta adictiva es bloquear los pensamientos que nos pueden llevar a ella. Tiene lógica, ¿verdad? Si no pensamos en ello, no estaremos tentados a consumir, apostar o ver cine adulto en Internet.
Este tipo de actuación, muchas veces recomendado, puede conseguir, de hecho, un éxito a corto plazo, algo que resulta muy esperanzador para el adicto en rehabilitación y para las personas que lo están apoyando en el proceso.
Además, resulta muy motivador para la persona. Hace que sienta control. Que perciba que está consiguiendo superar “su problema”. Le da una sensación de logro que resulta muy contagiosa y tentadora e incluso aunque no consiga suprimir todos los pensamientos de consumo. Cuando lo hace, lo vive (y lo vivimos) como un avance importante en su recuperación. Está “venciendo al enemigo”, “ganando la batalla” y otras expresiones muy en línea de la “lucha contra la droga”.
Pero, desgraciadamente, lo que realmente ocurre es todo lo contrario.
Lo que no hay que hacer para evitar recaer
Apartar los pensamientos acerca de la conducta adictiva es una idea terrible. Una técnica no solo destinada al fracaso, sino que, de hecho, puede interferir con la recuperación.
Los pensamientos adictivos nunca son aleatorios, por tanto los momentos en que ocurren son oportunidades extraordinarios para aprender qué es lo que motiva la conducta indeseada.
Cualquier evento, circunstancia, interacción, pensamiento o sentimiento que ocurre justo antes, es la clave para entender qué es lo que parece estar sosteniendo la conducta adictiva, por qué la necesitamos. Apartarse justo en el momento en el que ocurre es lo último que debemos hacer si tenemos la esperanza de controlarla.
Terminar con los pensamientos adictivos
Lógicamente, prestar atención a un episodio aislado de pensamientos acerca de consumo u otro hábito indeseable no es suficiente para entender qué es lo que subyace a una determinada adicción. Pero cuanto más esfuerzo dediquemos a las circunstancias precipitantes de ese pensamiento adictivo, más fácil será resolver el misterio que lleva a repetir algo que no deseamos conscientemente.
Enfocarnos en estos primeros momentos en los que aparece el pensamiento indeseado, tiene un valor inmediato. Incluso si los factores precipitantes no parecen claros, el hecho de pensar en ellos crea una separación muy útil de los sentimientos de indefensión que siempre los preceden y disparan. Observar estos pensamientos, sin juzgarlos, y aprendiendo sobre ellos, es un magnífico antídoto contra la sensación de inevitabilidad que parece acompañar a cualquier proceso de recaída.
La supresión de los pensamientos adictivos
Suprimir los pensamientos adictivos es también parte de otro problema. Se ve la adicción como un enemigo a batir. Hacerlo así consigue que la persona que padece la adicción vea como incontrolable algo que forma parte de ella reforzando la sensación de indefensión que comentábamos en el anterior párrafo.
Intentar suprimir estos pensamientos devuelve, momentáneamente, la apariencia de control. Pero no se consigue cambiar el hecho de que estos pensamientos aparezcan en los momentos más inesperados.
En lugar de pensar de esta forma, resulta mucho más adecuado ver la adicción como un síntoma con una motivación y propósito emocional concreto. Qué debemos entender para superarlo. En lugar de mirar hacia otro lado, quizás sea mejor aprender de ello.
El papel de la fuerza de voluntad en la adicción
Trabajar para evitar estos incómodos pensamientos, implica rechazar también otra noción incorrecta y muy extendida; la falsa y destructiva idea, que la adicción puede superarse con fuerza de voluntad. Este punto de vista, que ha llevado a pensar que las personas pueden controlar la adicción solo intentándolo con más ahínco, es un mito bastante consolidado que ha conducido a etiquetar a las personas con adicción como “débiles” o faltos de “carácter”.
Mucha gente cree que lo que el adicto necesita es un mayor autocontrol. Pero de hecho, lo que en muchas ocasiones impide a un adicto recuperarse es confiar exclusivamente en su voluntad.
Confiar exclusivamente en la voluntad hace pensar a la persona adicta que podemos tener una solución casi inmediata, sin poner demasiado esfuerzo, solo proponiéndonoslo. Es el “modo adicto” de pensar. Controlar lo incontrolable, es el objetivo.
La persona se monta una película que, al principio, se desarrolla según el guión propuesto. Pero pronto empieza a ir a su aire, haciendo que esa “normalidad” que el adicto quiere aparentar se desmorone y lo lleve a la frustración o la recaída.
Buscando ayuda contra la adicción
Únicamente el reconocimiento de la pérdida de control y de la necesidad de ayuda externa profesional puede permitir comenzar un largo camino que lleva a la recuperación.
Es por ello, que entender la adicción es un proceso individual de reconstrucción implica desmontar formas de reaccionar, de desenvolverse que la persona adicta ha aprendido durante toda su vida.
Por supuesto que quien padece una adicción tiene fuerza de voluntad. Pero debe usarla para cambiar y construir una nueva vida, no para ignorar y evitar la anterior. Negar lo que le ha conducido a un estilo de vida auto destructivo puede, de hecho, precipitarlo de nuevo a él.
Los mecanismos psicológicos de la adicción
Como cualquier otro síntoma psicológico, la adicción surge de cuestiones emocionales, en gran parte inconscientes y los intentos para lidiar con ellos. Los síntomas emocionales, que todos tenemos, no se pueden solo manejar a través del esfuerzo consciente.
Las personas con adicción no pueden parar su conducta sintomática con su voluntad, al igual que ocurre con las personas con depresión, ansiedad o fobias. En esto, las adicciones, se llevan el premio de la incomprensión social hacia los trastornos mentales.
Trabajar para superar una adicción es duro, pero no va de suprimir pensamientos. Es una labor de observación de nuestros sentimientos más complejos, motivaciones y conflictos, especialmente en los momentos en que se pasa por la cabeza repetir la conducta adictiva.
La autoobservación no es sencilla para nadie, y resulta todavía más complicada si nuestros pensamientos nos impulsan a hacer algo que no querríamos hacer.
Por ello, se hace especialmente relevante identificar los factores emocionales que llevan a la persona adicta a sentirse indefensa, y la conducen a procesos mentales indeseados. Esto nos puede ayudar a encontrar formas de manejarlos, antes de que se dispare todo el proceso que puede llevar a una recaída. Se trata, en definitiva, no de negar los propios pensamientos, sino de entenderlos.