El amor es algo que nos cambia la vida, pero eso no significa que nosotros tengamos un control claro sobre este sentimiento: nos influye, pero no podemos influir en él. Cuando llega, llega. Eso sí, siempre nos lo hace saber a través de lo que podríamos llamar síntomas del amor.
Y es que aunque desconozcamos la lógica que hace que aparezca el amor, sí podemos ser conscientes, si prestamos atención, a esas señalas tempranas que nos manda nuestro cuerpo cuando empezamos a sentir algo por alguien. Saber detectarlas nos ayuda a estar prevenidos.
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Los principales síntomas del enamoramiento
Estas son las señales típicas que aparecen cuando nace el amor hacia otra persona. Estas nos hablan sobre procesos tanto físicos como psicológicos, tal y como veremos.
1. Se acelera el pulso
La típica señal de atracción o, muchas veces, enamoramiento. Cuanto más valor le damos a una persona, más rápido late el corazón y, por consiguiente, si hay enamoramiento de por medio el ritmo se eleva mucho. Por algo el corazón (o una versión muy simplificada e icónica de este) es el símbolo del amor.
¿A qué se debe esto? A l ver a la persona amada, nuestro cuerpo se activa porque se entra en un estado de alerta para intentar tomar el control voluntario de todos los movimientos y gestos. El objetivo es, por supuesto, seducir a la otra persona, o al menos hacer que no salga despavorida.
Aunque sea de un modo medio inconsciente, sabemos que un pequeño detalle en lo que hagamos puede marcar la diferencia y decidir si pasaremos muchos años de nuestra vida con esa persona o no.
2. Aparece la euforia
Este también es uno de los síntomas de enamoramiento típicos, y uno de los más placenteros y estimulantes. La idea de que esa persona amada existe hace que nos sintamos mejor en muchos aspectos, y todos ellos llegan a nosotros a la vez. Por ejemplo, nos sentimos menos solos porque nos da la sensación de que alguien nos comprende, y a la vez imaginamos una vida llena de proyectos compartidos que no tendría sentido emprender en solitario.
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3. Se dilatan las pupilas
Aunque prácticamente no lo notemos, cuando alguien nos atrae mucho, las pupilas de nuestros ojos se dilatan. Esto es así para captar los máximos detalles posibles de lo que ocurre cuando esa persona que nos gusta anda cerca. La idea es reaccionar al momento para adaptarse a cualquier situación.
4. Empezamos a fantasear con el futuro juntos
Estar enamorado puede ser agobiante, porque en ocasiones nos lleva a un estado de tensión: no sabemos si la posible relación de pareja con esa persona tendrá futuro o no, o si llegará a iniciarse. Para calmar este estado de ligera ansiedad e incertidumbre, recurrimos a un hábito que es otro de los síntomas del enamoramiento: imaginar situaciones futuras en las que esa pareja ya existe y está consolidada. Es una especie de realidad alternativa en la que nos podemos refugiar para no estar siempre con la preocupación encima.
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5. Empezar a adoptar su manera de hablar
Muchas veces, cuando ya se ha empezado a conversar con esa persona y se ha podido aprender acerca de algunos de sus hábitos, tendemos a adoptar aspectos de su manera de hablar e incorporarlos a la nuestra. Por ejemplo, palabras inventadas por ella, expresiones e incluso bromas recurrentes.
Esto no es así simplemente para tener una estrategia que nos permita caerle mejor, ya que estos cambios en el habla también pueden llegar a aparecer cuando esa persona no está (aunque en menor medida). Lo que ocurre es simplemente que modificamos tanto nuestras acciones por la implicación que tenemos con la relación, que sin darnos cuenta empezamos a imitar al otro y, en parte, pensamos como esa persona.
6. Pérdida de apetito
La relación entre el apetito y el enamoramiento es curiosa.
Por un lado, muchas personas sienten que, cuando la persona amada está cerca, el hambre no existe; no sienten la necesidad de comer.
Por el otro, la ansiedad del enamoramiento, si es mal gestionada, puede llevar a darse atracones. Pero esto último solo ocurre en casos en los que el enamoramiento choca con un sentimiento de inferioridad y problemas de autoestima que obstaculizan la relación. Además, no se trata de un apetito real, sino de hambre emocional, que lleva a comer para compensar aspectos psicológicos.
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7. Pensamientos recurrentes sobre esa persona
Cuando nos enamoramos, empezamos a ver referencias a la persona amada por todas partes: en olores, en sonidos, e incluso la cara de algunas personas nos recuerda a la suya (aunque no se parezca en nada).
Lo que ocurre es que nuestro sistema de memoria aprende que el concepto de esa persona es central y muy importante para nosotros, y empieza a hacer que este se conecte con todo tipo de ideas y sensaciones. A su vez, cada una de estas experiencias hace que pensemos en ella con más frecuencia, lo cual le añade relevancia a su recuerdo, creándose un círculo vicioso.
8. Queremos saber más sobre ella
Al enamorarnos, utilizamos la información que sabemos de esa persona para imaginar más sobre ella de un modo casi obsesivo. Es una especie de trabajo detectivesco que realizamos mediante la imaginación.
Por ejemplo, si su apellido es el nombre de un pueblo, nos informamos sobre ese lugar, nos preguntamos si esa persona habrá estado allí alguna vez, si ha recorrido las calles y parques que vemos en fotografías de Internet…
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