Sus contemporáneos conocían a Eratóstenes de Cirene como pentatleta (pentathlós en griego), por su extraordinaria capacidad de destacar en varias disciplinas. Y es que este erudito de la Antigua Grecia destacó en matemáticas y geografía, pero también en astronomía, historia e incluso en poesía. Fue, además, el tercer bibliotecario de la eminente biblioteca de Alejandría, puesto que ocupó hasta su muerte.
Acompáñanos en este viaje por la vida de Eratóstenes de Cirene, el primero que calculó la circunferencia de la tierra y estableció parte de la nomenclatura que aún hoy se usa en geografía.
Breve biografía de Eratóstenes de Cirene, el gran matemático y geógrafo griego
Como suele suceder, lo que conocemos de Eratóstenes de Cirene (incluida parte de su obra) lo sabemos en su gran mayoría a partir de terceros. Se sabe que nació en Cirene, una localidad del norte de África situada en la actual Libia, y que en la época del geógrafo era un importante centro comercial griego. De su familia poco se sabe; conocemos solo el nombre de su padre, Aglaos.
Sin embargo, se adivina una estirpe más o menos acomodada (posiblemente dedicada al comercio), puesto que hacia el 250 a.C. encontramos a un joven Eratóstenes estudiando en Atenas, en la Academia de Platón.
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Tras los pasos del conocimiento
La academia platónica se había impregnado, gracias al director de entonces, Arcesilao (315 – 240 a.C.), de un importante elemento escéptico. Arcesilao, filósofo nacido en Pitane, ingresó en la Academia en época de Polemón y Crates. Cuando, años más tarde, accedió a su dirección, decidió matizar el dogmatismo impuesto por los anteriores directores y redirigir las enseñanzas hacia una corriente más ligada al escepticismo.
El objetivo era enseñar a los alumnos a pensar y llegar a sus propias conclusiones, hecho indispensable para convertirse en un buen filósofo. En este ambiente se educó el joven Eratóstenes, ambiente que lo sumergiría para siempre en una búsqueda constante de conocimiento.
Y es que Eratóstenes estaba interesado en cualquier ámbito del saber. Son conocidas sus teorías y sus cálculos sobre matemáticas y geografía, pero es que también cultivó la poesía y estudió el movimiento de los astros, además de escribir varias obras sobre historia. Por su increíble capacidad de retención, su inteligencia polifacética y sus habilidades deductivas, sus contemporáneos le denominaron el pentathlós, es decir, el pentatleta, “el que sobresale en todo”.
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Tercer director de la gran biblioteca de Alejandría
Hacia el año 236 a.C., atraído por su fama, Ptolomeo III lo llama a Alejandría con la misión de hacerse cargo de su espectacular biblioteca, además de ejercer como tutor de sus hijos. Hacia allí se dirige Eratóstenes, maravillado con las posibilidades que le ofrece la impresionante ciudad egipcia, en aquellos años todo un referente de la cultura y el saber.
En Alejandría, el pentatleta se convierte en el tercer director de la biblioteca, cargo que no abandonará hasta su muerte, harto discutida por los historiadores (como también es habitual en los personajes de la Grecia antigua). Según algunos, Eratóstenes se quedó ciego y, desesperado porque esto le impedía seguir investigando, se suicidó a los ochenta años. Sin embargo, otros afirman que vivió hasta los ochenta y dos.
Sea como fuere, está claro que en Alejandría el sabio pudo desplegar todo su conocimiento y su sed por el saber. Es muy probable que gran parte de la obra que conocemos de él se gestara durante sus años en Egipto; en concreto, los tres volúmenes sobre geografía que escribió, en los que, por cierto, asentó el término para referirse a la ciencia que estudia las dimensiones y las características de la tierra.
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El primero en calcular la circunferencia terrestre
Eratóstenes ha pasado a la historia por muchas cosas; entre ellas, por la fórmula para establecer los números primos, conocida como la “criba de Eratóstenes”. El insigne filósofo cuenta también entre sus creaciones el que se considera el primer mapamundi funcional completo, con los meridianos y paralelos.
Pero, probablemente, por lo que es más conocido es por el cálculo de la circunferencia de la tierra, que sorprende por su exactitud. Armado solamente con un gnomon (palo de medir) y su ingenio, Eratóstenes midió la sombra que se proyectaba en Alejandría el mediodía del solsticio de verano, de la que concluyó que medía 7,5 grados. Luego, en Siene (actual Asuán), se dio cuenta de que, el mismo día a la misma hora, el palo en cuestión no proyectaba sombra alguna. De esto extrajo dos conclusiones: primero, que efectivamente y como ya se sospechaba, la tierra es esférica, y no plana; y segundo, que con una sencilla regla de tres podía calcular su circunferencia exacta.
Esta regla de tres contemplaba lo siguiente: si desde Siene a Alejandría había una distancia equivalente a nuestros 800 kilómetros, y a ello le correspondían los 7,5 grados de la sombra, a la circunferencia total corresponderían el total de kilómetros de la tierra. De esta forma, el matemático afirmó que la circunferencia terrestre medía 40.000 kilómetros. Si tenemos en cuenta que los cálculos actuales arrojan 40.075 kilómetros, nos damos cuenta de que el resultado de Eratóstenes era prácticamente exacto.
Eratóstenes conoció a otras grandes figuras de su época: fue discípulo de Aristón de Quíos, filósofo estoico, y se carteó con el mismísimo Arquímedes, que le llevaba once años. Su pasión por el saber fue amplia y profunda y no abandonó nunca la búsqueda del conocimiento. En su dilatada existencia le dio tiempo también de inventar el mesolabio, un aparato considerado el primer prototipo de “calculadora”. Se dice que, consciente de la importancia de su invento, Eratóstenes lo envió como ofrenda a un templo, con un texto explicativo sobre el aparato. Un texto en forma de verso, por cierto.