¿Quién hubiera pensado que Juan, el alma de la fiesta, estaba deprimido?, o que María, la que siempre tiene consejos y palabras lindas para lo demás, ¿no puede dormir ni comer bien por la ansiedad que la agobia? “Nadie me lo creería”, me dicen personas una y otra vez, de distintas edades y géneros, de distintas profesiones, religiones y estratos socioeconómicos. Me lo dicen describiendo sus síntomas, avergonzados por su realidad. Luego de esta frase viene la explicación de por qué no se lo creerían y todas terminan en una realidad: son funcionales en la sociedad de alguna manera u otra.
Cuando los problemas son ignorados
Ser funcional en una sociedad implica poder cumplir con las responsabilidades y normas sociales, poder establecer relaciones y poder contribuir, de alguna manera, a ella. Cuando vemos a una persona con una rutina establecida y que cumple con las exigencias sociales, no tendemos a pensar que la persona puede estar atravesando una dificultad.
La Organización Mundial de la Salud define la salud mental como “un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad”. Sin duda, aquí la definición de salud mental está altamente ligada a la funcionalidad y es importante recalcar que estamos definiendo una buena salud mental. Sin embargo, lo opuesto no es necesariamente correcto.
No podemos asumir que una salud mental afectada o pobre automáticamente tiene una ausencia de funcionalidad. No podemos pensar que una persona no está atravesando malestar meramente porque sigue funcionando socialmente. Esto es importante porque muchas veces, tanto los mismos individuos con afectaciones, como sus seres queridos, ignoran la seriedad de los malestares hasta que la situación ha empeorado drásticamente, disminuyendo considerablemente un buen pronóstico.
La alta funcionalidad y los trastornos mentales
Entonces, ¿cómo sabemos cuándo es el momento para acudir a un profesional de salud mental y cuándo son los bajones normales de la vida? Para trastornos psicológicos, no para trastornos psiquiátricos, es una buena idea tener en mente tres factores: intensidad, duración y frecuencia.
La intensidad tiene que ver con dos cosas: si la persona tiene la capacidad y las herramientas para tolerar y atravesar los síntomas y si los síntomas son apropiados para el detonante. Por ejemplo, si los niveles de ansiedad, tristeza, ira, decepción, van acorde a lo que detonó estos sentimientos.
La duración se refiere a cuánto tiempo duran los síntomas y si subsisten cuando el detonante desaparece o si se mantienen a pesar del paso del tiempo. Por ejemplo, si la tristeza se mantiene aún después de un año de haber tenido una pérdida significativa o si la ansiedad sigue aún después de haberse expuesto a lo que le causaba ansiedad.
La frecuencia es qué tan a menudo estos síntomas surgen. También es importante analizar si hay muchos detonantes que causan estos síntomas. Estos tres factores nos ayudan a tener una idea si es necesario buscar ayuda y no tienen que darse los tres factores. Con que solamente haya mucha intensidad o larga duración o alta frecuencia, es un indicador suficiente.
Conclusiones
Esto nos lleva a la siguiente pregunta: si el que necesita ayuda es otro y es funcional, y mantiene estos factores sin hablarlos, ¿cómo sabemos que necesita apoyo o que puede estar atravesando una dificultad? Para responder esto, debemos enfocarnos en la persona y no específicamente en sus acciones. Algunas buenas preguntas para hacernos son: “¿cómo se ve? ¿cuál es su ánimo? ¿algo ha cambiado en su manera de ser o de enfrentar situaciones? ¿se ha aislado? ¿está más callado o más hablantín?”.
Nuestra intención al hacernos estas preguntas es identificar si algo ha cambiado, si algo nos parece extraño o ajeno a lo que es normal en la persona que usualmente conocemos. Si, por el contrario, nos enfocáramos en si la persona funciona o no, podríamos ignorar la realidad de muchos que sí necesitan una dirección hacia un bienestar psicológico y emocional.
La funcionalidad no debe ser un indicador exclusivo de bienestar emocional y mental. Tanto para los pacientes, como para sus seres queridos, como para los profesionales de salud mental, es crucial que neguemos el pensamiento que “si está trabajando, está bien”, “si sigue yendo a la escuela, no está tan mal”. Para algunos, se puede lograr muchas cosas a nivel cognitivo, aún si las emociones y/o pensamientos están afectados. Una persona puede llegar a las profundidades más extremas de su enfermedad, aún con una agenda llena y un trabajo estable.