Las bacterias son microorganismos procariotas unicelulares (formados por una célula sin núcleo) con un tamaño máximo de 5 micrómetros y una inmensa diversidad de formas y agregaciones.
Como son invisibles al ojo humano sin métodos de microscopía, solemos obviar la importancia de estos microorganismos a nivel biológico, pero nada más lejos de la realidad: se estima que la biomasa total del planeta es de 550 gigatoneladas, de las cuales el 15% corresponde a bacterias.
Para que te hagas una idea, la cantidad de carbono presente en los animales es de 2 gigatoneladas totales, 35 veces menos que la biomasa que aportan estos microorganismos. Comprender un ecosistema sin bacterias es imposible, pues sus labores van desde la participación en los ciclos naturales de elementos como nitrógeno, carbono y fósforo, hasta la transformación de sustancias orgánicas en inorgánicas y viceversa. Simplemente, sin las bacterias no habría vida.
Más allá de una escala ecosistémica o global, llama la atención descubrir que nuestro propio cuerpo tampoco se sostendría sin la acción bacteriana. Hoy venimos a hablarte del microbioma presente en el ser humano, más específicamente, la flora intestinal.
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¿Qué es el microbioma?
Normalmente nos referimos al conjunto de bacterias que habitan en nuestro cuerpo como “flora intestinal”. Esto es un error, pues nada tienen que ver estos microorganismos con el conjunto de plantas de una región geográfica. Si bien vamos a mantener esta terminología con fines divulgativos, es importante que conozcas que el término adecuado es el microbioma.
El microbioma (o microbiota normal) hace referencia al conjunto de microorganismos que se localizan de manera usual en distintos sitios de los cuerpos de los organismos pluricelulares, como puede ser el cuerpo humano. Por desagradable que parezca a primera vista, la realidad es que tenemos bacterias en cualquier parte de nuestro cuerpo que está en contacto con el exterior. Esto engloba a los ojos, la piel, las fosas nasales, los órganos genitales, los intestinos y otras muchas zonas más.
La microbiota, en base a su dependencia y tiempo de estancia en el ser humano, se puede clasificar en diversos tipos. Te los contamos de forma somera:
- Microbiota autóctona: aquellos microorganismos que colonizan al ser humano durante un tiempo prolongado. Son simbiontes, pues han coevolucionado con nosotros.
- Microbiota alóctona: no nos necesitan, así que se encuentran en otros hábitats más allá del cuerpo humano. Ocupan nuestro microbioma de forma transitoria.
- Microbiota latente: que está presente durante (casi) toda la vida del hospedador. Sus poblaciones no fluctúan de forma drástica, a menos que se produzcan patologías.
- Microbiota transitoria: sus fluctuaciones poblacionales son continuas, así que se deduce que estas bacterias no son indispensables para el hospedador.
¿Qué es la flora intestinal?
En base a los términos previamente descritos, podemos definir a la flora intestinal como el conjunto de microorganismos en un entorno definido, en este caso, el tracto digestivo. Debido a su estrecha cercanía al ser humano y labor simbionte con nuestro organismo, se puede decir que la mayoría de las colonias bacterianas que vamos a nombrar son autóctonas y latentes, es decir, indivisibles al funcionamiento gástrico de nuestra especie.
Cada ser humano adulto alberga en su interior unos 100 billones de bacterias en su organismo, representando a unas 400 especies diferentes. Si bien la presencia de estos microorganismos no es muy alta en el estómago debido a la presencia de ácidos, a medida que vamos avanzando en el tracto gastrointestinal la cosa se vuelve más interesante.
Por ejemplo, la concentración de bacterias va creciendo a lo largo del intestino delgado, desde 10^4 bacterias/ml en el duodeno proximal hasta 10^7 bacterias/ml en el íleon terminal. En conjunto, la población bacteriana del colon puede sumar hasta 600 gramos de peso, representando más del 95% del microbioma total del hospedador. Increíbles cifras, ¿verdad?
La flora intestinal ha coevolucionado con el ser humano en una relación de tipo simbiótico, donde ambos componentes reciben claros beneficios. Es cierto que los seres humanos podemos “sobrevivir” sin la microbiota intestinal, pero estudios experimentales con mamíferos han demostrado que su ausencia a largo plazo estimula un desarrollo anormal. La disbiosis (o el desajuste bacteriano en el intestino) puede causar múltiples problemas de salud a corto y largo plazo.
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¿Qué especies se encuentran en la flora intestinal?
La composición de la flora intestinal en los humanos es muy variable, pues depende de la localización geográfica, la dieta, la edad y otros muchísimos factores más. De todas formas, diversos estudios han propuesto, en consenso, a 3 filos predominantes en este tipo de microbioma:
- Firmicutes (65%): este filo representa más de 200 géneros bacterianos en los intestinos, siendo los más importantes Micoplasma, Bacillus y Clostridium.
- Bacteroidetes (23%): un grupo grande de bacterias Gram negativas anaerobias.
- Actinobacteria (5%): curiosamente, son el filo más representado en los suelos. El 64% de la biomasa bacteriana en los sustratos corresponde a especies de actinobacterias.
Por otro lado, a un nivel metabólico se dividen en 3 agrupaciones diferentes: productoras de ácido láctico, encargadas de la putrefacción y otras.
La microbiota es de cada uno, así que es imposible generalizar más allá de esta lista. Al momento de nacer, el intestino es estéril, pero se coloniza completamente durante el primer año de vida. A partir de aquí, se producen fluctuaciones entre individuos en base al tipo de lactancia, la contribución genética, la dieta, factores ambientales y una casi infinita lista de variables.
Las funciones del microbioma intestinal
Te hemos dicho en repetidas ocasiones que el microbioma del intestino es esencial para el bienestar del organismo, pero, ¿por qué? En las siguientes líneas te damos respuestas.
1. Metabolismo
Aunque no lo parezca a simple vista, los intestinos son unas de las zonas más activas de todo el cuerpo a nivel inmunológico. Por ello, las respuestas inmunes están parcialmente moduladas por la flora intestinal ya que, entre otras cosas, esta permite el ahorro de energía mediante la fermentación de carbohidratos, la síntesis de vitamina B y K y la producción de ácidos grasos de cadena corta, entre otras muchas cosas.
Además, las colonias simbiontes de microorganismos estimulan el desarrollo intestinal, mantienen el recambio epitelial, modulan la respuesta inmunológica y participan en el metabolismo de ciertos medicamentos. Sin duda, sus funciones a nivel metabólico son inestimables.
2. Prevención de la obesidad y diabetes
Si bien hay que coger estos resultados con pinzas, se ha demostrado en ambientes experimentales que los ratones libres de microbiota intestinal (germ-free) presentan hasta un 47% más de tejido adiposo que los que tienen un tracto gastrointestinal colonizado. También se ha demostrado que el microbioma de las personas obesas es muy diferente al presente en las personas con un índice de masa corporal estándar, pero la causalidad entre ambos eventos aún no se ha podido confirmar en su totalidad.
3. Mayor aprovechamiento de los alimentos
Como hemos dicho en líneas anteriores, algunas bacterias producen enzimas capaces de degradar moléculas que no podemos digerir los seres humanos por nosotros mismos, como son la celulosa, la hemicelulosa y la pectina.
Tras ciertas reacciones metabólicas, estos compuestos de origen vegetal son transformados en ácidos grasos de cadena corta, digeribles por la mucosa intestinal. Esto, por anecdótico que suene, puede llegar a suponer hasta un 10% de la ingesta calórica diaria de un ser humano adulto.
4. Acción antibacteriana
Las bacterias simbiontes en el tracto intestinal están ocupando un nicho ecológico del que no se quieren desprender, así que nos defenderán ante cualquier patógeno que trate de quitarles su sitio. La alta concentración de microorganismos en estas mucosas provoca un “efecto barrera” donde, literalmente, muchos microorganismos no tienen sitio para crecer. Además, algunas cepas segregan sustancias bactericidas, lo que hace más difícil aún la implantación de agentes externos.
Resumen
Fascinante, ¿verdad? Al final, resulta que las bacterias y el ser humano son indivisibles, por mucho que se suelen asociar a enfermedades y procesos infecciosos. De todas formas, algunos de los datos reportados deben ser tomados con cierta reserva, pues está claro que no es lo mismo investigar la acción bacteriana en un ser humano o en un ratón (aunque lo primero sería ilegal y éticamente inviable).
A pesar de las limitaciones en el campo de la investigación, todo indica (y podemos afirmar) que la flora intestinal es esencial para nuestra supervivencia, ya que diversos procesos metabólicos bacterianos sí que se han registrado en nuestra especie de forma clara e irrefutable. Sin nuestras bacterias intestinales, no somos nada.
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