El problema de la Medicina Psicosomática

Cuando la vida fracasa o se es incapaz de tomar una decisión aparece la enfermedad psicosomática.

Problema enfermedad psicosomática

En torno al problema de la Medicina Psicosomática no existe hoy día una doctrina aceptada por todos los autores que intentan esta orientación de la Medicina. Si tratáramos de generalizar, lo único que tienen en común es el intento de introducir en la patología el aspecto psíquico como factor esencial. Podríamos afirmar que más bien se trata de un punto de vista que una agrupación de enfermedades.

Vista así la cuestión, comenzaremos explicando que en el desarrollo de la personalidad, una serie de sucesos dan lugar a unos determinados rasgos con un denominador común que es la inseguridad, infantilismo y ansiedad. Pero la enfermedad aparece justamente en el momento en que la persona debe hacer uso de su libertad y enfrentarse con problemas que, por su especial índole, no puede resolver.

No caen, por decirlo así, en la neurosis –término que actualmente en el CIE-11 está obsoleto y que en el CIE-10 (F40-F49) recogía, F40: agorafobia, fobias sociales y específicas. F41: pánico, ansiedad generalizada, ansioso-depresivo. F42: obsesivos: con pensamientos o rumiaciones; con predominio de actos compulsivos. F43: estrés agudo, estrés post-traumático, adaptación. F44: disociativos (de conversión). F45: Somatización, hipocondría, disfunción vegetativa somatomorfa, dolor persistente. F48: Neurastenia, despersonalización-desrealización-.

Como decíamos, no alcanzan altos niveles de neuroticismo, a pesar de todo, porque tienen fuertes mecanismos de defensa del “Yo” –concepto psicoanalítico que en la nomenclatura de la Escala “C” del 16 PF-5 de Cattell es considerado como la capacidad de afrontamiento de los problemas de la vida y sus retos-; pero la angustia debe “salir” y la hace somantizándose en aquellos órganos que son más significativo, es decir, aquellos que desde su infancia o adolescencia se mostraron más vulnerables.

¿Qué entendemos por “somatizar”?

Cuando el sistema inmunitario de la personalidad no funciona adecuadamente y la angustia existencial –en el sentido de Kirkegaard- debe “salir”, lo hace somatizándose en aquellos órganos que son más significativos. Lo interesante es que la significación reside en que la enfermedad psicosomática no es mera consecuencia del pobre funcionamiento de la personalidad, es el “descubrimiento” de un nuevo modo de enfrentarse a los problemas de la vida.

El enfermo descubre que algo ha sucedido en su vida que le ayuda a resolver sus problemas –o al menos la responsabilidad que frente a ellos debe de mostrar-: este algo es la enfermedad. Lo que importa resaltar aquí, es que la enfermedad “comunica” algo paciente. La disponibilidad de su cuerpo está limitada, pero también su libertad –entendiendo libertad como capacidad elegir o decidir-.

Es justamente este miedo a la libertad o decisión –en definitiva, a fracasar en los compromisos que están por venir- lo que produce la angustia, o al menos, una de sus raíces. Cuando tomamos conciencia de lo que implica “vivir”, de las frustraciones vivenciales. Visto así, “la conciencia nos hace a todos cobardes” –leemos en el Hamlet-. Y a esto, justamente, lo definimos como “crisis biográfica”.

La crisis biográfica no es secuela, sino causa de la enfermedad. Lo que esto quiere decir es que toda enfermedad sólo puede comprenderse desde la biografía de la persona que la padece, es decir, los sucesos somáticos –lo patológico- no son meros acontecimientos aislados o esporádicos que se dan en la vida del paciente; son sucesos que modifican el curso de una vida, porque son experiencias vitales, en ocasiones inconscientes –no en el sentido del psicoanálisis- sino que, simplemente, pueden no haber sido concienciadas por el paciente.

La persona –mediante su enfermedad- descubre un nuevo camino de expresión, tiene otra vivencia de su corporalidad. No es que saque “ganancia por su enfermedad”, no es exactamente lo que hace décadas denominábamos “neurosis de renta” –aunque existen raíces similares-. Es sencillamente, la solución que la persona encuentra para no hacerle frente a su responsabilidad.

Responsabilidad, dolorosa o imposible, de asumir o decidir, y que por su particular dificultad no puede o sabe gestionar (por ejemplo: pérdida, separación, divorcio, cambio de trabajo, emprender, y un larga lista de “situaciones límite” –noción introducida por Karl Jaspers en su obra Psicología de las configuraciones del mundo de 1925- entre las que se encuentran: hacer frente a la verdad, admitir los propios límites, enfrentarse a la vejez, a la enfermedad, a la pérdida de alicientes, comprobar las capacidades y vulnerabilidades personales, fortalezas y resoluciones nunca vistas y hasta impensables, verse abocado a la incertidumbre, a la oscuridad del encuentro con el “otro”, sea amiga/o, novia/o, socia/o, jefa/e, cuando abandonamos la seguridad familiar, donde todo era claro, como a menudo ocurre en la adolescencia).

Las situaciones límite producen tal desasosiego que no debe extrañarnos que la enfermedad psicosomática aparezca como solución a una “crisis biográfica” ya que ponemos en manos de otros aquello que solo a uno le compete decidir o resolver.

La enfermedad psicosomática es más significativa que la mera ansiedad o la depresión que también son experiencias reveladoras de situaciones límite biográficamente encronizadas –como los trastornos disociativos relacionados con el trauma-; y por eso, las enfermedades psicosomática también pasan de una enfermedad a otra en la medida que cambian también las exigencias de la vida del paciente.

¿Por qué no seguir con el mismo síndrome clínico?

En primer lugar, porque la terapéutica somática impide, en la medida que es posible, la respuesta biológica. Pero además porque una enfermedad puede solucionar ciertos problemas, pero no todos. La finalidad del trabajo traído aquí es intentar una comprensión de este fenómeno y al mismo tiempo elaborar una hipótesis que ayude a comprender algunos aspectos de la patología psicosomática.

El autor cree que la realidad de un mal funcionamiento de la personalidad (en las áreas implicadas: “Identidad”, “autodirección”, “empatía” e “intimidad”) asociada a una enfermedad o grupo de enfermedades no puede ser discutida, y que este hecho no sirve por sí solo para comprender la enfermedad psicosomática y que esto último sólo puede alcanzarse si entendemos que la enfermedad mental es un acontecimiento que ocurre en una persona.

En pleno auge de las tecnologías conocemos muchas cosas de la enfermedad mental pero pocas de la persona que la padece y la relación de estas con una “crisis biográfica”. A partir de 1970 la psiquiatría actual fue decantándose hacia la biología tratando de encontrar en la bioquímica cerebral –y por extensión en los psicofármacos- los remedios más eficaces para las enfermedades que trata. Pero la persona no se deja atrapar y la etiopatogenia de la mayor parte de las enfermedades mentales –léase psicosis o los comunes “panic attacs”- sigue siendo insuficiente para explicar las cosas que nos pasan y cómo, por qué y de qué manera se producen.

No hay la menor duda, debemos seguir fundamentando nuestro quehacer en un saber científico porque aunque en muchos aspectos el futuro es todavía incierto –en el campo de la salud mental- no hacer las preguntas adecuadas es alejarnos del camino –recordemos una frase de M. Heidegger: “Preguntar es construir un camino”-; pero la práctica de ese ejercicio y de su saber, no puede ser sólo eso una práctica acompañada de un saber, sino que es un modo de conocimiento.

Construir entre todos –pacientes y psicoterapeutas- caminos y puentes en pleno siglo XXI, no debe contemplarse como la obra científica de genios, es una obra de personas para personas, de hombres y mujeres corrientes que quería Unamuno. Consideramos la Ciencia, aquella que cada uno silenciosamente construye en su interior como experiencia de vida, siempre como un acontecimiento personal. De esta manera reuniremos, cada uno y por separado, en nuestra “biografía”, en nuestra “Escuela de Vida” –y por extensión al mundo entero- ejemplos de cómo llegar a “ser”, ser conscientes de nuestro “Yo”, y de nuestro “mundo circundante (Umwelt)” con coraje y valentía.

Conclusiones

Tenemos que obrar con empatía e intimidad, pacientes, clientes, usuarios y profesionales (psiquiatras, psicólogos y asistentes sociales), para llegar a un conocimiento más profundo. Por eso, dice Jasper que “textos de Psicoterapia son en parte textos de Psicopatología”. Cada uno puede construir su mundo personal con aquello que piensa pero lo que piensa solo puede ser comprendido teniendo en cuenta el mundo al que hace referencia.

Esa cosa al parecer tan sencilla que se llama vivir es, como en su día señalo Rof Carballo, “tan biológico, tan elementalmente biológico, como la regulación de la glucemia o la existencia de suprarrenales”. Y es, precisamente, lo que nos ayuda a comprender, por qué la falta de reajuste entre el ideal del “sí mismo” (frustración, falta de decisión, miedo al fracaso) se expresa en los enfermos psicosomáticos por los disturbios neurovegetativos.

Nuestra vida personal y el mundo al que hace referencia no se apoya únicamente en lo consciente sino que el inconsciente debe ser considerado como una realidad. Por eso, alcanzar la armonía entre “¿quién soy?” y “¿cómo me gustaría ser?” es saludable para conocer la patología psicosomática.

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Juan José Regadera. (2024, diciembre 17). El problema de la Medicina Psicosomática. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/salud/problema-medicina-psicosomatica

Doctor en Psicología

Murcia
Terapia online

Juan José Regadera es Doctor en Psicología con el Titulo Oficial de Psicólogo Especialista en Psicología Clínica y Psicólogo Especialista EuroPsy en Psicoterapia, además de Psicoterapeuta Acreditado por la FEAP. Especialista con 38 años de trabajo y más de 2.950 personas atendidas.

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