El sistema inmune es esencial para el mantenimiento en el tiempo de los organismos complejos, pues reacciona y elimina invasores tales como bacterias, parásitos, virus, sustancias extrañas, células cancerosas y desencadena respuestas inflamatorias para acabar con las amenazas. Por lo general, las reacciones inmunes previenen la aparición de enfermedades y contribuyen a la curación del individuo, pero en otras ocasiones se dirigen a sustancias no peligrosas y provocan daños a nivel tisular de gravedad variable.
Estamos ante las conocidas alergias o, más específicamente, reacciones de hipersensibilidad. Este “desajuste inmune” es una materia cada vez más preocupante a nivel global, pues la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que para el año 2050 aproximadamente la mitad de la población mundial sufrirá algún tipo de trastorno alérgico. A día de hoy, la rinitis se presenta en el 25% de los seres humanos, ni más ni menos.
En países como España, se observa que las tasas alérgicas en infantes aumentan un 2% de forma anual. Esto se traduce, aproximadamente, en un 100% de incremento en consultas cada pocos años. Todos estos datos ponen en evidencia la importancia de la hipersensibilidad inmunitaria en la actualidad, pero ¿sabes en qué consisten estas reacciones? Si no es así no te preocupes, pues aquí conocerás los 4 tipos de hipersensibilidad.
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¿Qué es la hipersensibilidad?
En primer lugar, es necesario acotar que las alteraciones del sistema inmunitario se pueden dividir en los siguientes grupos:
- Estados de hipersensibilidad.
- Autoinmunidad.
- Estados de deficiencia congénita o adquirida.
Es en la primera variante en la que nos vamos a centrar. Desde un punto de vista clásico, se define como hipersensibilidad a una reacción inmune exagerada que produce un cuadro patológico causando trastornos, incomodidad y, en contadas ocasiones, la muerte súbita.
Este evento tiene mucho en común con la autoinmunidad, pues se define desde un punto de vista clínico (según especialistas médicos) como la excesiva o inadecuada respuesta inmunitaria frente a antígenos ambientales, habitualmente no patógenos, que causan inflamación tisular y malfuncionamiento orgánico.
Tipos de hipersensibilidad
La hipersensibilidad se puede distinguir en 4 tipos, dependiendo de los componentes del sistema inmunitario que originan la respuesta. Te contamos cada uno de estos mecanismos a continuación, siguiendo la escala de Gell y Coombs, la más famosa de todas a nivel clínico y epidemiológico. Vamos a ello.
1. Hipersensibilidad inmediata
Para comprender todo el conglomerado terminológico que te vamos a lanzar en las siguientes líneas, es necesario cimentar ciertos conocimientos. Por ejemplo, es esencial saber que un anticuerpo o inmunoglobulina (Ig) es un tipo de proteína circulante en la sangre, que “marca” los posibles elementos patógenos, uniéndose a su antígeno (Ag). Los anticuerpos tienen una forma de Y típica en su variante monomérica, con una fracción variable (Fab) y otra constante (Fc). Las células inmunes encargadas de eliminar al patógeno se adhieren a la zona Fc del anticuerpo, que a su vez está unido al antígeno.
Bien. Una vez comentado esto, podemos decir que, en la hipersensibilidad inmediata, los leucocitos basófilos y mastocitos se unen a los anticuerpos IgE a determinados antígenos en las membranas de dichas células.
Tras un periodo de sensibilización (un primer contacto con el alérgeno), las células “puestas sobre aviso” secretan componentes farmacológicos como la histamina, leucotrieno y prostaglandinas, cuyo efecto inmediato es la vasodilatación y la contracción del músculo liso. Se trata de una respuesta inmediata, cuya sintomatología depende bastante de la forma de entrada del antígeno, la dosis soluble del mismo y el tipo de respuesta de los mastocitos. Este tipo de reacciones provocan atopia, anafilaxia y asma.
La gravedad de este cuadro clínico depende de si la respuesta es localizada o sistémica. Cuando la respuesta alérgica es sistémica y grave, estamos ante un caso de anafilaxia, caracterizado por la siguiente sintomatología:
- Reacciones cutáneas súbitas.
- Presión arterial baja (Hipotensión).
- Constricción de las vías respiratorias, que pueden causar dificultad o imposibilidad respiratoria.
- Pulso débil y acelerado.
- Náuseas, vómitos y diarrea.
- Pérdida de conciencia y desmayos.
Ante una respuesta alérgica sistémica, la única opción posible es acudir con presteza a un centro de urgencias o, en su defecto, realizar sobre el paciente la inyección de epinefrina que debería llevar consigo y luego llamar a los profesionales médicos. En este grave cuadro clínico, cada segundo cuenta.
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2. Hipersensibilidad por anticuerpos citotóxicos
También conocida como hipersensibilidad por anticuerpos a secas, esta variante se caracteriza por la unión de los anticuerpos producidos por el sistema inmune a antígenos presentes en las superficies de las propias células del paciente.
En este caso están involucradas las inmunoglobulinas (o anticuerpos, es lo mismo) IgM e IgG. Estas células, que parecen patógenas pero en realidad no lo son, son reconocidas por los macrófagos y células dendríticas, que actúan como presentadoras del antígeno, fomentando que los linfocitos B generen aún más anticuerpos para ellas. Así pues, se acaban señalando como patógenas células que realmente no lo son, con su consecuente destrucción errónea.
Un ejemplo claro es la anemia hemolítica autoinmune. En ella, se generan anticuerpos contra los eritrocitos o glóbulos rojos circulantes, que terminan siendo destruidos y causan patologías en el paciente. Como verás, esto no se trata de una respuesta alérgica, sino de un fallo del sistema inmunitario.
Aun así, existen otras muchas patologías más mediadas por anticuerpos citotóxicos. Entre ellas podemos encontrar el síndrome de Goodpasture (el sistema inmune ataca a los glomérulos del riñón y al tejido de los alvéolos pulmonares), pénfigo (destrucción de estructuras epidérmicas), trombocitopenia inmune (destrucción errónea de las plaquetas circulantes), fiebre reumática y otras muchas más patologías. Recuerda lo siguiente: en esta variante, los anticuerpos se unen a células que no deberían, causando su destrucción temprana. No tiene nada que ver con la respuesta alérgica típica.
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3. Hipersensibilidad mediada por inmunocomplejos
Este tipo de hipersensibilidad se produce por la deposición de inmunocomplejos en ciertos tejidos. Conocemos como inmunocomplejos a la unión de un antígeno y un anticuerpo (Ag-Ac), que normalmente son eliminados durante el desarrollo de la respuesta inmunitaria.
Por desgracia, cuando las agregaciones de las inmunoglobulinas IgM e IgG con sus antígenos son demasiado grandes para poder ser eliminadas, pueden depositarse en tejidos y desembocar en señales de ataques inmunes erróneos. Por otro lado, si la dosis de antígenos es muy alta y de forma intravenosa, se producen más inmunocomplejos de los que pueden ser eliminados por el organismo, por lo que se acumulan en el interior de los vasos, riñones y articulaciones. Los síntomas más comunes en estos casos son vasculitis, nefritis y artritis, que solo aparecen de forma esporádica hasta que los inmunocomplejos son eliminados del todo.
Otras patologías relacionadas con este tipo de hipersensibilidad son la glomerulonefritis (inflamación de los glomérulos del riñón), artritis reumatoide, endocarditis bacteriana subaguda (inflamación del tejido cardíaco) y lupus eritematoso sistémico, entre otras.
4. Hipersensibilidad retardada
También conocida como “mediada por células”, este tipo de hipersensibilidad, como su propio nombre indica, es mediada por las células linfocitos T. Estos linfocitos se sensibilizan al entrar en contacto con un antígeno concreto, y pueden dañar al tejido por su efecto tóxico directo o a través de la liberación de sustancias solubles (linfocinas). En resumen, son respuestas tardías que se producen ante un antígeno al cual los linfocitos ya estaban sensibilizados.
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Consideraciones finales
Como habrás podido observar, cuando hablamos de las alergias nos estamos refiriendo a la hipersensibilidad inmediata, mediada por las inmunoglobulinas IgE. El resto no son procesos alérgicos per sé, pues no es que el sistema inmune esté actuando de forma desmedida debido a un agente foráneo, sino que destruye tejidos propios del organismo por equivocación. Sin ninguna duda, los tipos de hipersensibilidad 2,3 y 4 son bastante más perniciosos y mucho menos comunes que el primero (a menos que hablemos de una anafilaxia).
Resumen
Como hemos dicho en las primeras líneas, el sistema inmune es esencial para el bienestar y mantenimiento del organismo. Aun así, como toda maquinaria viva, está sujeta a error, pudiendo actuar de forma desmedida contra sustancias que realmente no son dañinas e, incluso, matando componentes celulares esenciales para el propio organismo.
Imagina el desastre que supone que el sistema inmune conciba como amenaza a los glóbulos rojos o las plaquetas. Todo esto se traduce en un efecto cascada que se manifiesta con múltiples síntomas en el paciente, la mayoría de ellos severos. Por suerte, estas condiciones no son comunes.
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