Oscar Wilde dijo una vez que “nunca hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión” y no se equivocaba. Y es que esto de caer bien a los demás empieza con una mirada furtiva, y nuestro inconsciente dicta sentencia.
¿Cómo causar una buena impresión para caer bien a los demás?
El psicólogo social John Bargh de la Universidad de Yale, concluyó en sus investigaciones que nuestro cerebro solo necesita dos décimas de segundo para formarse la primera impresión. Más tarde se amplió la información y gracias a técnicas de neuroimagen se demostró que esta primera impresión proviene del sistema límbico, que es el sistema cerebral encargado de la gestión emocional, y más en concreto, la amígdala.
En este corto proceso sentenciamos a las personas: si nos han causado una buena impresión, será más fácil que estemos predispuestos a entablar una relación con ellos. Si nos han causado una mala impresión… lo tendrán mucho más complicado.
La clave está en la primera impresión
A decir verdad, la racionalidad se encuentra lejos de ser participe en el proceso de formación de impresiones y se trata más de un proceso emocional e inconsciente. Por tanto, la rapidez de formación, la emotividad y la resistencia al cambio constituyen las características fundamentales de la impresión social, que es la génesis de nuestra simpatía por algunas personas.
Con esta rapidez e intuición estamos expuestos a ser categorizados cada vez que conocemos nuevas personas en los distintos ambientes en los que nos desenvolvemos en el día a día. ¿Sueles caer bien o mal a los desconocidos? La respuesta a esta pregunta no está en el pensamiento crítico y racional de las personas que conoces por primera vez, sino en mecanismos inconscientes que a continuación explicaremos.
- Más información: “10 consejos para dar una buena primera impresión”
Descubriendo los mecanismos de pensamiento asociado a las primeras impresiones
La impresión emerge de la interacción social y comienza con el primer contacto con la persona. En este primer contacto, se produce una valoración en el que a partir de información observable, inferimos rasgos no observables. Esta valoración condicionará las futuras interacciones y la relación entre los sujetos.
Al realizarse de forma emocional e intuitiva, las impresiones globales que nos formamos de otras personas están dominadas por estereotipos y constructos personales idiosincráticos. La investigación indica que al formarnos impresiones de otras personas consideramos los componentes y después los promediamos de maneras complejas, o que ciertos componentes pueden influir en la interpretación y el significado de todos los demás componentes y dominar la impresión resultante. Tendemos a recordar a los individuos en términos de sus rasgos, pero también en términos de su conducta y aspecto. Se los puede almacenar como personas individuales: Paco, María, Antonio; o como miembros de una categoría social: el indie, el hipster, el deportista, etc. Unos nos caen mejor, y otros peor, según múltiples variables que interaccionan con nuestras creencias, prejuicios y preferencias.
La impresión se produce cuando el perceptor “organiza” la información que recibe de la persona percibida. El resultado del proceso es una imagen global, coherente, de la persona percibida: la primera impresión. A partir de la primera impresión decidimos cómo nos sentimos y qué haremos respecto a una persona; si nos caerá bien o mal. Si la primera impresión es negativa, lo más probable es que no tratemos de relacionarnos con dicha persona. La primera impresión nos ha informado de todo lo que queríamos saber y como esta se basa en la activación de una estructura cerebral no basada en la razón, es muy resistente al cambio.
Sesgos que participan en las impresiones
Como decíamos anteriormente, las impresiones se caracterizan por su falta de racionalidad y su brevedad de formación, lo que significa que las vías heurísticas y los sesgos cognitivos son muy determinantes en su creación.
Juegan un papel esencial a la hora de explicar por qué alguien nos cae bien, o mal, sin que sepamos exactamente la razón por la cual esto es así.
1. Acentuación perceptiva
Consiste en la valoración de la personas en función de su grupo de pertenencia. La valoración dependerá de los esquemas y categorías de identidad que el observador tenga. Si el grupo de pertenencia que le atribuimos a la persona tiene un alto valor para nosotros, entonces la valoración será positiva.
Por otro lado, si le encasillamos en un grupo al que tenemos una actitud negativa, nuestra primera impresión será determinante. Este sesgo es el resultado del heurístico de representatividad
2. Efecto Halo
Es un sesgo frecuente de la percepción humana, que consiste en valorar a las personas a partir de un rasgo sobresaliente, positivo o negativo, y generalizar a partir de esa primera impresión hacia características que posiblemente no presente la persona, es decir, asociar características positivas otras igualmente positivas. Tomamos una o dos característica positiva y sólo por ella, se le suponen otras igualmente positivas o viceversa. Por ejemplo, por tener un producto tan genial e innovador como el Ipad, cada producto que vemos de Apple asumimos que es bueno e innovador.
Se generalizan rasgos positivos a una marca por un solo producto que presenta un rasgo sobresaliente. Lo mismo ocurre con las personas atractivas. Por el único hecho observable de ser guapas, se les atribuye rasgos de inteligencia, salud y bienestar económico que no tenemos pruebas de que los presenten, pero este sesgo nos dice que lo bello es bueno, sano, tiene dinero y es influyente.
3. Efecto de la mera exposición
La mera exposición repetida de un sujeto a un estímulo es una condición suficiente para que se incremente la actitud positiva hacia este estímulo. Esto lleva a que exista una valoración positiva de las personas o cosas que resultan familiares que no tengan ninguna emoción negativa o prejuicio asociado.
Por ejemplo, podemos recordar la típica canción que al principio no te gusta pero luego con cada exposición te va gustando más.
4. Defensa perceptiva
Se basa en el reconocimiento retardado de estímulos o información amenazadora, es decir, lo que no quiero ver. La conocida frase de “el amor es ciego” es explicada por este sesgo. Cuando alguien nos gusta de primeras o estamos enamorado de ella, pocas veces podemos ver los defectos que presentan mientras que para el resto de nuestros amigos y familiares resultan evidentes.
5. Perspicacia perceptiva
Reconocimiento rápido de estímulos e información que pueda beneficiar nuestros intereses. Si conocemos a alguien que practica el mismo deporte que nosotros, es fanático de nuestra serie favorita, tiene los mismos estudios o cualquier otra semejanza mutua, resaltará entre los demás cuando nos lo encontremos por los pasillos.
6. Estado de ánimo
El estado de ánimo que tengamos en el momento siempre influye en las impresiones que hagamos. Puede que conozcamos a alguien maravilloso pero si en ese momento nos encontramos profundamente furiosos o tristes, las leyes de la infusión afectiva nos señalan que nos llevaremos una impresión de esa persona negativa.
Caer bien está en tu mano si conoces las claves de las primeras impresiones
Me gustaría darte a conocer un sistema infalible para no caer en estos sesgos y así formarnos una impresión de alguien por lo que realmente es, y no por lo que el ser humano es capaz de errar cuando el sistema 1 de pensamiento se encuentra activo.
Sin embargo, todos somos humanos y caeremos presa de estos sesgos en mayor o menor medida por condición humana. Por lo que para las primeras impresiones, el mejor antídoto consiste en conocer la existencia de estos sesgos y saber cuál de ellos está actuando sobre nuestra primera impresión. Por otra parte, puedes usar estos sesgos a tu favor para causar una buena impresión. Si conoces los intereses y gustos de la persona a la que quieres causar una buena impresión, el efecto halo y la acentuación perceptiva, entre otros, pueden actuar a tu favor.
Después de todo, recuerda que no hay segundas oportunidades a la hora de causar primeras impresiones.