¿Alguna vez te has preguntado por qué, aun habiendo mucha gente en un lugar, nadie actúa cuando alguien más está en peligro? Y, sí, es cierto, esto no ocurre todo el tiempo, ¡pero pasa muchísimo! Este enigma psicológico, conocido como efecto bystander, tiene su origen en un hecho real que conmocionó al mundo.
Hoy exploraremos este fenómeno psicológico que comenzó a estudiarse a mediados de los años 60. En las siguientes líneas, exploraremos por qué ocurre, cómo influye en nuestras acciones y cuáles son las consecuencias sociales del efecto bystander.
¿Qué es el efecto bystander?
Cuando hablamos del efecto bystander, o efecto espectador, nos referimos a un fenómeno psicológico que describe la inclinación de las personas a abstenerse de actuar en situaciones de emergencia o riesgo cuando hay otros alrededor.
Por el hecho de haber más personas presentes, tendemos a pensar que alguien más se hará cargo, lo que hace que nos sintamos menos obligados a actuar. Así, nos convencemos a nosotros mismos de que alguien más está haciendo el trabajo: por ejemplo, el simple hecho de llamar a emergencias. Es como si la responsabilidad se repartiera entre todos y, al final, nadie se siente responsable.
Es importante recordar que este efecto no significa que seamos malas personas. Todos somos susceptibles a él, y entenderlo nos ayuda a ser más conscientes de nuestras propias reacciones en situaciones similares.
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La historia detrás del Efecto Bystander
Todo comenzó en los años 60, después de un suceso que conmocionó a Nueva York. Una mujer llamada Kitty Genovese fue atacada en plena calle mientras sus vecinos la observaban desde sus ventanas. Lo más sorprendente fue que, a pesar de que muchas personas presenciaron el crimen, nadie llamó a la policía para pedir ayuda.
Este caso llamó la atención de dos psicólogos, John M. Darley y Bibb Latané. Ellos se preguntaron por qué, si todos queremos ayudar a los demás, en situaciones como esta nadie actuaba. Así que decidieron investigar y entender por qué ocurría esto.
Para averiguarlo, realizaron varios experimentos. En uno de ellos, simularon una emergencia en un laboratorio y observaron cómo reaccionaban las personas cuando estaban solas o acompañadas. Descubrieron que, cuando estaban solos, la mayoría de las personas buscaban ayuda rápidamente. Sin embargo, cuando había otras personas presentes, muchos dudaban y tardaban más en actuar, o incluso no lo hacían.
Gracias a estos estudios, Darley y Latané pudieron explicar por qué a veces somos más reacios a ayudar cuando hay otras personas alrededor. También, gracias a ellos, hoy sabemos que este fenómeno es común y que puede ocurrir en muchos panoramas. Desde accidentes de tráfico hasta situaciones de acoso, estas condiciones pueden influir en nuestro comportamiento. Y así fue como nació el concepto del Efecto Bystander.
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¿Qué hay detrás del efecto bystander?
El efecto espectador ha sido objeto de numerosas investigaciones. No se trata de señalar culpables sin ir más allá, sino de comprender qué hay detrás de esta aparente indiferencia colectiva ante el sufrimiento ajeno para entender, psicológicamente (e incluso neurológicamente) hablando, su origen.
Distintos factores psicológicos interactúan para generar esta respuesta. Uno de los más estudiados es la difusión de la responsabilidad, lo que explica que cuando varias personas son testigos de un suceso, cada individuo tiende a asumir que otro tomará las riendas de la situación. Esta dilución de la responsabilidad individual reduce la probabilidad de que alguien actúe.
Otro factor crucial es la aprensión evaluativa, es decir, el miedo a ser juzgados negativamente por los demás. Al considerar la posibilidad de cometer un error, de parecer ridículo o de ser criticado por los demás, las personas pueden inhibirse y optar por no intervenir. Esta inhibición social se intensifica en situaciones ambiguas, donde no está claro cuál es la respuesta correcta.
La ignorancia pluralista también desempeña un papel importante. Si nadie más parece preocupado o alarmado, tendemos a interpretar la situación como menos grave de lo que realmente es. Al observar a otros, buscamos señales sociales que nos indiquen cómo debemos comportarnos. Si nadie actúa, asumimos que no hay necesidad de hacerlo, o también puede darnos miedo “desentonar”.
Además de estos factores psicológicos, distintos estudios de neuroimagen han revelado que la presencia de múltiples espectadores puede inhibir la activación de regiones cerebrales clave para la toma de decisiones y la ejecución de acciones prosociales. Específicamente, se ha observado una disminución de la actividad en áreas como la corteza prefrontal medial, relacionada con la cognición social y la toma de decisiones, y la corteza cingulada anterior, involucrada en la detección de conflictos y la regulación emocional.
Los hallazgos mencionados previamente también sugieren que la presencia de otros puede influir directamente en nuestros procesos neurales, inhibiendo nuestra capacidad de responder a las necesidades de los demás.
Como es evidente, el efecto bystander involucra múltiples factores psicológicos y neurales que interactúan entre sí. Comprenderlos nos permite vislumbrar por qué, en ocasiones, nuestra naturaleza social puede inhibir nuestra capacidad de ayudar a los demás. A su vez, al ser conscientes de estos mecanismos, podemos desarrollar estrategias para superar esta tendencia y fomentar una mayor proactividad en situaciones de emergencia.
Consecuencias del efecto bystander en la sociedad
El efecto espectador no es un fenómeno individual. De hecho, tiene grandes implicaciones a nivel social. Mencionaremos algunas de las consecuencias sociales del efecto bystander a continuación:
Deshumanización
Al no intervenir ante el sufrimiento de otros, se fomenta una cultura de indiferencia y deshumanización. Se puede llegar a ver a las personas en apuros como simples espectadores, perdiendo la capacidad de empatizar con su situación.
Esta falta de empatía puede llevar a una visión más fría de los demás, donde las personas se convierten en objetos o estadísticas en lugar de seres humanos con necesidades y sentimientos. A largo plazo, esta deshumanización puede contribuir a la justificación de actos violentos o injustos.
Disminución de la confianza social
Cuando la gente experimenta repetidamente situaciones en las que no reciben ayuda, se reduce su confianza en los demás. Esto puede generar un clima de desconfianza generalizado y dificultar la construcción de comunidades sólidas.
La falta de confianza rompe los lazos sociales y hace que las personas se vuelvan más desconfiadas y menos dispuestas a ayudar a otros. Esta dinámica puede crear un círculo vicioso, donde la falta de confianza conduce a una menor probabilidad de recibir ayuda, lo que a su vez refuerza la desconfianza inicial.
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Normalización de la violencia
Si la violencia y el sufrimiento se vuelven comunes y nadie interviene, se corre el riesgo de normalizar estas conductas. Esto puede tener consecuencias a largo plazo en la sociedad, fomentando un clima de mayor tolerancia hacia la violencia.
Cuando la violencia se vuelve algo cotidiano, se pierde la capacidad de horrorizarse ante ella y se reduce la motivación para actuar en contra. Además, la normalización de la violencia puede llevar a una mayor aceptación de otras formas de injusticia y desigualdad.
Impacto en la salud mental
Ser testigo de una situación de emergencia sin intervenir puede generar un gran malestar psicológico en los espectadores. Sentimientos de culpa, impotencia y vergüenza pueden afectar su bienestar emocional a largo plazo.
Estos sentimientos, en casos graves, pueden llevar a trastornos de ansiedad, depresión y estrés postraumático. Además, la culpa por no haber actuado puede dificultar la formación de relaciones interpersonales saludables y generar una baja autoestima.
Disminución del sentido de comunidad
El efecto bystander puede reducir el sentido de comunidad y solidaridad. Cuando las personas no se sienten responsables de ayudar a los demás, se debilita el tejido social que une a las comunidades.
La falta de solidaridad y cooperación puede llevar a una sociedad más individualista y fragmentada, donde cada persona se preocupa únicamente por sus propios intereses. Esto puede tener consecuencias negativas en la calidad de vida de las personas y en la cohesión social.
Ester Fernández
Ester Fernández
Psicologa - Coach . Colegiada 16900
Cómo evitar el efector espectador
¿Cómo puedes asegurarte de no quedarte paralizado cuando alguien necesita ayuda? En esas situaciones, puedes comenzar por hacer lo siguiente:
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Recuerda que tu acción, por pequeña que parezca, puede marcar una gran diferencia. Sé proactivo: No esperes a que alguien más tome la iniciativa.
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Si ves una situación que te preocupa, confía en tus instintos y actúa.
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Intenta ponerte en el lugar de quien necesita ayuda.
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Tu empatía puede ser el impulso que necesitas para superar el miedo al juicio o la incertidumbre.
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No olvides que ayudar no solo beneficia a la otra persona, también te ayuda a ti a construir un sentido de propósito y bienestar.