El miedo a hacer el ridículo es un fenómeno que condiciona y limita mucho la vida de no pocas personas.
Más allá de ser una simple actitud a la hora de valorar los riesgos y posibles ventajas de ciertas interacciones sociales, este fenómeno psicológico lleva a algunos a reducir al mínimo las relaciones con quienes no conocen o conocen poco.
En este artículo veremos en qué consiste exactamente el temor a hacer el ridículo y cuáles pueden llegar a ser sus efectos negativos en la vida de las personas.
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¿Qué es el miedo a hacer el ridículo?
Dicho de manera resumida, el miedo a hacer el ridículo es la respuesta emocional ante la previsión de dar una imagen tan mala ante los demás, que pueda incluso ser motivo de burla.
En sí, el miedo a hacer el ridículo no tiene por qué ser algo problemático siempre; en algunos casos es simplemente una manera de evitar involucrarse en actividades que uno no domina y que pueden llevar a dar una imagen poco favorecedora de uno mismo ante los demás; ante casos así, el miedo a hacer el ridículo puede ser visto como un mecanismo de protección de la imagen pública de una persona, teniendo en cuenta ciertos convencionalismos, códigos de estética, etc.
Sin embargo, cuando el miedo a hacer el ridículo se intensifica mucho, casi siempre pasa a ser un problema.
Cuando el miedo a hacer el ridículo es un elemento psicológico recurrente en el comportamiento de una persona, suele ir de la mano de un tipo de personalidad que tiende hacia la timidez. Y es que la timidez es, precisamente la predisposición a tener miedo de salirse de los cánones de “lo normal” frente a personas a las que apenas se conoce, ya que se busca su aprobación con mucha insistencia.
Pero cuando ese miedo a hacer el ridículo se vuelve tan extremo, en frecuencia de aparición y en intensidad, que gobierna el comportamiento social de la persona, puede llegar a constituir un verdadero trastorno de ansiedad: la fobia social.
Las personas que desarrollan esta psicopatología adoptan activamente medidas para evitar interactuar con gente a la que no conocen, y se aíslan socialmente para no exponerse al rechazo de los demás (dando por supuesto que este rechazo se producirá).
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Posibles problemas producidos por el miedo a hacer el ridículo
El miedo a hacer el ridículo es mucho más que una experiencia enteramente subjetiva; también tiene un componente objetivo, plasmado en las acciones de la persona, que puede llegar a desgastar significativamente nuestra calidad de vida.
Aquí encontrarás un resumen de los problemas más habituales que puede producir en el día a día de quien siente este tipo de temor de un modo muy intenso.
1. Pérdida de oportunidades en la vida social
El miedo a hacer el ridículo hace que la tarea de hacer amigos o incluso conocer potenciales parejas amorosas o sexuales se vuelva muy complicado, o incluso imposible. Por eso, lleva a muchas personas a sentirse muy frustradas con su vida social.
2. Coste de oportunidad por querer “encajar”
Otra de las consecuencias negativas del miedo a hacer el ridículo es que las personas que son muy tímidas o incluso que presentan fobia social pueden llegar a gastar mucho tiempo y recursos en intentar “encajar” yendo por la vía del aprendizaje teórico.
Es decir, que se obsesionan con conocer todos los convencionalismos ante los que hay que adaptarse, para conocer de antemano todo aquello que puede llevarlas a quedar en ridículo.
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3. Serios problemas a la hora de comunicar ante una audiencia
En contextos como la universidad o determinados puestos de trabajo es necesario hacer presentaciones orales frente a una audiencia más o menos amplia, y esta clase de experiencias llegan a aterrorizar a quienes son más sensibles al miedo a hacer el ridículo.
Por ello, este fenómeno psicológico puede limitar significativamente las perspectivas de mejora académica o profesional.
4. La evitación de las interacciones sociales es limitante
Cuando el miedo a hacer el ridículo es lo suficientemente intenso que lleva a la persona a intentar evitar interacciones sociales que sabe que se podrían producir, eso hace que surjan otros problemas paralelos.
Por ejemplo, alargar demasiado el camino de vuelta a casa para evitar pasar por delante del punto de reunión de un grupo, evitar ir a cenas familiares y exponerse a conflictos por ello, etc.
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5. Lleva a muchas personas a no querer ir a terapia
Por desgracia, el miedo a hacer el ridículo lleva a muchas personas a evitar buscar la ayuda psicoterapéutica que necesitan porque no quieren mostrar sus vulnerabilidades ante un profesional de la psicología.
La idea de que los problemas que uno mismo sufre van a dar una imagen demasiado lamentable o indigna hace que se busque ocultar también ese malestar y los problemas asociados a este, dando por sentado que son “tonterías” o fruto de una especie de “debilidad mental”. Este fenómeno tiene que ver con los estigmas que durante décadas han sido acarreados por las personas que necesitaban apoyo en el ámbito de la salud mental.
¿Qué hacer ante este tipo de temor?
La manera más efectiva de hacer frente a esta clase de problemas es asistir a psicoterapia. En la consulta del psicólogo es posible abordar tanto la raíz del problema instalada en lo que ha aprendido la persona con miedo a hacer el ridículo, como los aspectos contextuales del día a día que lo mantienen activado.
El principal objetivo es hacer que la persona mejore tanto su autoestima como su autoeficacia en lo relativo a las relaciones sociales, de manera que no sienta que debe "sobrecompensar" todo lo que hace frente a los demás poniendo muchos esfuerzos en ser aceptada y tener controlado todo lo que dice y hace. De este modo podrá centrarse más en la espontaneidad de lo que va ocurriendo a cada momento, en vez de tomar decisiones conscientes acerca de cada uno de los detalles en su manera de hablar, de realizar gestos, etc.
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