Los estilos de comunicación son las principales maneras en las que intercambiamos información. Saber reconocerlos y gestionarlos de manera adecuada es clave para mejorar la calidad de las relaciones personales.
En este artículo veremos cómo son los estilos de comunicación divididos en sus categorías: el asertivo, el pasivo y el agresivo. Además, veremos cómo adaptarlos a los contextos comunicativos que usemos.
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Los estilos de comunicación
La mente humana es compleja, y esto es debido, entre otras cosas, a que la comunicación con los demás nos permite aprender todo tipo de conceptos e ideas acerca del entorno.
Sin esta capacidad, no solo seríamos islas desiertas desde el punto de vista psicológico, sino que ni siquiera podríamos pensar, al no disponer de lenguaje. A pesar de esto, el hecho de que viviendo en sociedad aprendamos a expresarnos no significa que siempre lo hagamos bien. Por eso es bueno conocer los estilos comunicativos.
Estos estilos de comunicación dependen, entre otras cosas, de las actitudes y elementos de habilidades sociales que utilizamos para expresar nuestras ideas y estados emocionales o sentimientos.
1. Estilo agresivo
Los elementos que caracterizan a este estilo de comunicación son las amenazas verbales y no verbales, así como las acusaciones directas y los reproches. En definitiva, el objetivo de este conjunto de iniciativas es entrar en una dinámica de poder en la que uno mismo tenga el dominio y la otra parte quede minimizada.
No se intenta tanto comunicar información valiosa que uno tiene, sino más bien tener un efecto concreto en la otra persona o en quienes observan la interacción, para ganar poder. Además, el uso de la falacia ad hominem, o directamente de los insultos, no es extraño.
Por otro lado, el uso del estilo de comunicación agresivo también se caracteriza por elementos paraverbales y no verbales que expresan enfado o bien hostilidad. Por ejemplo, tono de voz elevado, tensión de los músculos, etc.
2. Estilo inhibido, o pasivo
Este es un estilo de comunicación basado en la inhibición de esos pensamientos y sentimientos que en situaciones normales podrían ser expresadas.
El propósito último es limitar mucho el flujo comunicativo, ya sea porque hay algo que se esconde dado que es información que incrimina, o bien porque se teme la posibilidad de no agradar a los demás. También existe la posibilidad de que el motivo por el que se adopta esta actitud sea el simple desinterés, o las ganas de zanjar un diálogo cuanto antes.
A la práctica, el estilo de comunicación pasivo es típica de las personas tímidas, que se muestran inseguras en las relaciones personales, o bien de las introvertidas, que tratan de comunicar más con menos. Esto significa que el miedo no tiene por qué ser el desencadenante. Hay quien entiende que el estado “por defecto” es el aislamiento y la soledad, y que todo esfuerzo realizado para expresarse debe estar justificado.
Además, si hay algo importante que se quiere decir pero hay miedo a comunicarlo, frecuentemente se dice a las espaldas de la persona interesada. Entre las características de este estilo de comunicación destacan el contacto visual relativamente escaso, el tono de voz bajo, las respuestas cortas o con poca relación con lo que se habla, y un lenguaje no verbal que expresa actitud a la defensiva o inseguridad (si bien este último componente varía más).
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3. Estilo asertivo
En el estilo asertivo, se comunica de manera directa aquello que uno mismo piensa y siente, siempre que crea que tiene valor y que no incomodará de manera excesiva a alguien. Es decir, se comunica de manera honesta y transparente, pero sin intentar dominar a la otra persona.
Así pues, se intenta que las propias habilidades sociales queden estableciendo un equilibrio en el que se tienen en cuenta tanto los propios intereses como los de la otra persona, en pro de que la información relevante fluya sin complicaciones.
Dadas estas características, se considera que este es el estilo de comunicación más deseable para la mayoría de situaciones.
El uso de estos recursos expresivos
A pesar de que la gran mayoría de las personas son capaces de recurrir a los estilos de comunicación, podemos distinguir entre individuos según el grado en el que tienden a adoptar con más frecuencia uno de ellos.
Por ejemplo, en situaciones de conflictos de intereses, unas personas tenderán a adoptar rápidamente un estilo de comunicación agresivo, o uno pasivo, etc.
Además, por otro lado, aunque generalmente el estilo asertivo es el más adecuado, hay situaciones concretas en las que los estilos pasivos o agresivos pueden tener sentido. Por ejemplo, al reconocer un error grave que uno mismo ha cometido, o al expresar frustración ante una situación que es culpa de otra persona. La racionalidad no siempre va por delante de nuestra manera de relacionarnos; de hecho, muchas veces tiene poca influencia sobre ella.