El miedo a perderse algo, conocido por las siglas FoMO (del inglés: Fear of Missing Out), puede definirse como una aprensión generalizada a estar ausente de experiencias gratificantes en las que estén participando otros.
Este síndrome se caracteriza por el deseo de estar continuamente conectado con lo que están haciendo los demás, lo cual implica con frecuencia pasar gran cantidad de tiempo en las redes sociales.
Participar de las redes sociales se convierte en una opción eficaz para aquellas personas que desean estar continuamente conectados con lo que está pasando.
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Las redes sociales, un intento de cubrir nuestras necesidades
La teoría de la autodeterminación nos da una perspectiva de las necesidades psicológicas humanas y constituye un punto de vista interesante para entender el FoMO.
Según esta teoría, la autorregulación efectiva y la salud psicológica se basan en la satisfacción de tres necesidades psicológicas básicas: competencia, autonomía y relación. La competencia es la capacidad de actuar efectivamente en el mundo, la autonomía consiste en disponer de autoría propia o iniciativa personal y la relación se define como la necesidad de cercanía o conexión con los demás.
De acuerdo con este punto de vista el fenómeno del FoMO se puede entender como un sistema de autorregulación de un déficit crónico en la satisfacción de necesidades psicológicas.
Siguiendo esta línea, bajos niveles de satisfacción de nuestras necesidades básicas estarían relacionados con el FoMO y con la participación en las redes sociales de dos maneras.
Por un lado, habría una conexión directa entre los individuos con bajos niveles de satisfacción y la participación en las redes sociales, siendo estas un recurso para mantenerse en contacto con los demás, una herramienta para desarrollar la competencia social y una oportunidad de profundizar lazos sociales.
Por el otro, la conexión entre la participación en las redes sociales y la satisfacción de las necesidades básicas sería también indirecta, es decir, a través del FoMO. Habida cuenta que los déficit en las necesidades podrían conducir a algunas personas a un susceptibilidad general al temor de estar perdiéndose algo, es posible que estas necesidades psicológicas no resueltas estén conectadas al uso de las redes sociales solo en la medida en la que están conectadas con el FoMO. Dicho de otro modo, el miedo a perderse algo podría servir como un mediador que conecta las carencias en las necesidades psicológicas con el uso de las redes sociales.
Podemos seguirle la pista a unas 150 personas
Según el antropólogo Robin Dumbar la cantidad de personas que pueden relacionarse en un sistema determinado viene condicionado por el tamaño de nuestra neocorteza cerebral por lo que en el caso de nuestra especie estaríamos hablando de unos 150 individuos.
Nuestro cerebro actual no es muy distinto del cerebro de nuestros ancestros de la prehistoria, estos antepasados vivían en clanes de aproximadamente 150 individuos por lo que nuestro cerebro habría evolucionado para mantenernos en contacto con esta cantidad de personas.
Como dato, según una estimación del 2011, un usuario de Facebook tiene un promedio de unos 150 “amigos” y un amigo de un usuario cualquiera dispone, de promedio, de 635 seguidores.
Atendiendo a que el tamaño de nuestra neocorteza cerebral es el que es podemos preguntarnos si esas relaciones son tan reales como a veces creemos.
No todas las formas de interacción social son iguales
Somos animales sociales, eso es algo constatado. Tenemos una serie de necesidades afectivas y de pertenencia que deben ser satisfechas, nos nutrimos de la relación con el otro del mismo modo que nos nutrimos de los alimentos que ingerimos. Ahora bien, así como no todos los alimentos ofrecen la misma calidad en sus nutrientes tampoco todas las formas de relación son iguales. Se puede estar obesoydesnutrido al mismo tiempo porque la cantidad de kcal no es sinónimo de la calidad de la alimentación.
Siguiendo con esta comparativa podríamos ver determinados usos de las redes sociales como el fast food de las relaciones humanas.
Los anglosajones tienen un término conocido como “quality time” que hace referencia no tanto a la cantidad de tiempo que las personas pasan con sus seres queridos sino a la calidad de este tiempo. Este tiempo de calidad sería la comida gourmet de las relaciones sociales.
Pasar demasiado tiempo en las redes puede perjudicar nuestro bienestar
Algunas investigaciones apuntan a que los medios de comunicación digital pueden tener un efecto de disminución de la autorreflexión y, en última instancia, disminuir el bienestar.
Este fenómeno de estar siempre comunicados que nos ofrecen las tecnologías de la comunicación podría distraernos de experiencias sociales importantes en el aquí y el ahora. En palabras de Platón, sería como preferir las sombras de la caverna a la realidad del exterior.
Este síndrome puede constituir una fuente de desánimo o sentimientos depresivos en parte porque reduce la sensación que uno tiene de estar tomando las mejores decisiones en su vida.
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Mejor arrepentirse antes
Bronnie Were escribió un libro titulado “Los cinco arrepentimientos de los moribundos” en el que describe los principales aprendizajes que hizo de las personas a las que trató como profesional en los cuidados paliativos.
Al parecer la mayoría de las personas, al término de su vida, lamentan no haber hecho lo que realmente querían hacer en vez de lo que otros esperaban de ellos, es común también arrepentirse de no haber tenido el coraje de expresar los propios sentimientos o de no haber pasado tiempo con viejos amigos.
En definitiva, parece que nos arrepentimos más de lo que no hemos hecho que de loque hemos hecho. Conviene pues plantearse a menudo si estamos empleando nuestro tiempo de la forma que nos hace realmente felices -siempre dentro de nuestras posibilidades.
La evitación del malestar puede llevarnos a la compulsión por las redes
Investigaciones acerca de las motivaciones para el uso de las redes sociales señalan que evitar sentimientos displacenteros como la soledad o el aburrimiento compele al uso del Facebook.
De forma similar, la falta de satisfacción con nuestras relaciones nos llevaría al uso de las redes. Podemos concluir que las redes sociales constituyen una vía de escape para la frustración emocional y social. Escapar compulsivamente del malestar es una tendencia que está en la base de la mayoría de comportamientos adictivos (por no decir que está en la mayoría de desórdenes emocionales).
Se genera un círculo vicioso: el malestar lleva al comportamiento compulsivo, que nos libra transitoriamente del malestar pero que hace que esta compulsión se vuelva adictiva mediante un mecanismo de aprendizaje -muchas veces inconsciente- que se conoce como refuerzo negativo. Repetir esto una y otra vez genera menor tolerancia al malestar y mayor necesidad del hábito compulsivo.
Más allá de los peligros psicológicos -y aunque pueda resultar obvio-, no está de más recordar que un deseo imperioso de estar constantemente conectado es potencialmente peligroso cuando esto lleva a la gente a comprobar las redes incluso cuando se está conduciendo.
Elegir es renunciar
El ser humano tiene un intelecto que le permite tomar decisiones con un rango de opciones más amplio que cualquier otra especie conocida. Esto supone una gran ventaja evolutiva pero también es una fuente de quebraderos de cabeza porque en el momento en el que elijo entre A y B, si me decanto por A estoy renunciando a B. Esto significa que si solamente tenemos tiempo y dinero para estudiar una carrera tendremos que renunciar a las otras posibles opciones.
Del mismo modo, si no estamos conectados a las redes porque estamos haciendo cualquier otra cosa nos podemos estar perdiendo algo y, dicho sea de paso, si pasamos mucho tiempo en las redes nos podemos estar perdiendo la vida porque (no lo olvidemos), no vamos a vivir para siempre.