Cada determinado tiempo, el desarrollo de la ciencia y la filosofía en nuestras sociedades se ha visto marcado por transformaciones que llevan implícita la promesa de que conoceremos algo nuevo, o por lo menos, de que lo conoceremos de una forma diferente.
Así, podríamos identificar distintas etapas que se inauguraron a partir de haber ocurrido un desvío, una rotación, un viraje, una alteración, un giro. Es decir, un cambio de ruta y de sentido en la construcción del conocimiento.
Esto ha ocurrido con distintos matices y en disciplinas también distintas. Específicamente, dentro de las ciencias sociales de las últimas décadas ha habido un conjunto de trabajos que se han agrupado bajo el nombre de “Giro Afectivo” (Affective Turn).
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¿Qué es el Giro Afectivo?
El Giro Afectivo es un término con el que se denomina a distintos trabajos dentro de las ciencias sociales, cuya intención teórica se plantea principalmente en dos caminos (Lara y Enciso, 2013): el interés por las emociones que habitan la vida pública, por un lado, y el esfuerzo por producir un conocimiento que profundice en esa emocionalización de la vida pública (en contraste con la racionalización característica de las ciencias tradicionales), por el otro.
Se dice que es un “Giro” porque representa una ruptura con el objeto de estudio en el que se había asentado la producción de conocimiento dentro las ciencias sociales tradicionalmente. Es además “Afectivo”, porque los nuevos objetos de conocimiento son precisamente la emoción y el afecto.
Algunas de las teorías que se han agrupado dentro del Giro Afectivo han sido, por ejemplo, la reformulación contemporánea de la teoría psicoanalítica, la teoría del Actor Red (que conecta especialmente con los estudios científicos sobre la tecnología), los movimientos y las teorías feministas, la geografía cultural, el postestructuralismo (que conecta especialmente con el arte), algunas teorías dentro de las neurociencias, entre otros.
Así mismo, algunos de los antecedentes para este cambio de ruta al que conocemos como “Giro Afectivo”, son las teorías psicosociales originadas en la segunda mitad del siglo XX, como el socioconstruccionismo, la psicología social discursiva, los estudios culturales de las emociones, la sociología interpretativa, la sociolingüística, entre otras (que a su vez habían retomado varias de las teorías más clásicas de la sociología, la antropología y la filosofía fenomenológica).
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Tres consecuencias teórico-prácticas del Giro Afectivo
Algo que emergió a partir de “Giro Lingüístico” es la propuesta de que las emociones pueden ser estudiadas más allá de la biología y la fisiología, con lo cual, las ciencias sociales podrían desarrollar métodos de investigación propios; métodos que dieran cuenta de cómo la experiencia (corporal) está conectada con la vida pública, y visceversa.
Asimismo, y sin estar exenta de críticas y controversias, esta propuesta derivó en la construcción de distintos métodos de investigación, donde no solo cobraron fuerza las emociones y los afectos; sino las interacciones, los discursos, el cuerpo o el género (y su variabilidad cultural e histórica), como movilizadores sociales y psíquicos; y también como potentes constructores de conocimiento.
A continuación, seguiremos los análisis de Lara y Enciso (2013; 2014) para sintetizar tres de las consecuencias teóricas y metodológicas del Giro Afectivo.
1. Repensar el cuerpo
Una premisa básica en el Giro Afectivo es que las emociones y el afecto tienen un papel muy importante para la transformación y la producción de la vida pública. Por ejemplo, dentro de las instituciones y sus sectores (los medios de comunicación, la salud, la legalidad, etc,), que repercuten en la manera de relacionarnos y en la forma en la que experimentamos el mundo.
A su vez, la emoción y el afecto son fenómenos corpóreos (tienen lugar en el cuerpo, porque “afectan”, conectan al cuerpo con el mundo; son experiencias que se sienten y que ocurren a nivel preconsciente). Estos fenómenos pueden ser desplazados y también transmitidos a través del discurso.
Así, el cuerpo deja de ser solamente un ente o un organismo estable, fijo o determinado; es entendido también como un proceso que tiene una mediación biológica, pero que no es la única.
En suma, el afecto y las emociones cobran importancia como unidad de análisis, con lo cual, el cuerpo sale de los límites de la biología que lo había explicado únicamente en términos orgánicos y/o moleculares. Esto permite pensar cómo las experiencias configuran la sociedad y el espacio, y de ahí, procesos como la identidad o la pertenencia.
2. ¿Afecto o emoción?
Algo que se ha discutido especialmente a partir del Giro Afectivo, es la diferencia y la relación entre “afecto” y “emoción”, y posteriormente “sentimiento”. Las propuestas difieren de acuerdo con el autor y la tradición o la disciplina en la que se enmarca.
Por decirlo de manera muy resumida, el “afecto” sería la fuerza o la intensidad de la experiencia, que predispone a la acción; y la emoción sería el patrón de respuestas corpóreo-cerebrales que son reconocidas culturalmente y que delimitan la forma de los encuentros sociales.
Por su parte, el “sentimiento” (concepto que se ha desarrollado de manera especialmente importante en la parte de las neurociencias que influyeron en el Giro Afectivo), haría referencia a la experiencia subjetiva de la emoción (esta última sería una experiencia más objetiva).
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3. Defensa de la transdisciplinariedad
Finalmente, el Giro Afectivo se ha caracterizado por defender una posición metodológica transdisciplinaria. Parte del supuesto de que una sola corriente teórica no es suficiente para explicar la complejidad de los afectos, y cómo estos afectos organizan social y culturalmente nuestras experiencias, con lo cual, es necesario recurrir a distintas orientaciones.
Por ejemplo, algunos de los métodos que cobran fuerza a partir del Giro Afectivo han sido las metodologías discursivas, los análisis narrativos, las aproximaciones empíricas; en conexión con las ciencias genéticas, la física cuántica, las neurociencias o las teorías de la información.