Mirar con los ojos limpios: el miedo al abandono

Una reflexión sobre los efectos del miedo al abandono y las dificultades que nos plantea.

Mirar con los ojos limpios: el miedo al abandono

Las personas no siempre son tal cual las vemos. Detrás de cada quien hay una historia, a veces más oculta que otra.

En el mundo de lo fácil, cuando no entendemos a algo o a alguien lo dejamos de lado. Por eso, este artículo pretende abrir una puerta más a la información, la compresión y la acción sobre nuestro propio bienestar y el de los otros. Estoy convencida de que, si agregamos conocimiento, agregamos empatía, y creo que no hace falta justificar este pensamiento.

Autoconocimiento para conectar con los demás y con nosotros mismos

La empatía y la consideración sobre nuestros semejantes puede permitirnos vivir mejor, en casa, en el trabajo, en el deporte y en el ocio. Para que esto suceda tenemos que conocernos a nosotros mismos y no dejar que nuestra percepción a veces engañosa nos confunda. Nos tratamos como creemos que somos, y así hacemos con los otros. Pero mirar con los ojos limpios es pretender mirar con un poquito de aumento.

El miedo, como cualquier emoción humana, nos acompaña durante toda la vida. Esto quiere decir que intentar no sentirlo es no sólo una tarea inútil sino inalcanzable. La buena noticia es que es correcto que así sea.

Pero como todo dentro de nuestra compleja mente, a lo que sí debemos estar atentos es al quantum de miedo que portamos. Es decir, si lo evaluáramos en una escala de 0 a 100 la medida de 40 a 50 por ciento sería la correcta.

Esta cantidad de miedo es necesaria para poder conducirnos en la vida de manera tal que nos permita protegernos de los verdaderos peligros que nos rodean.

Hasta aquí nada nuevo, pero si seguimos indagando qué otras emociones suelen acompañar al miedo podemos ir encontrando como este cuento comienza a complicarse.

Comprendiendo el miedo al abandono

En general el miedo no se define de una sola manera; podemos sentir miedo por un animal, de una crisis vital, de cómo atravesaremos un duelo, del alejamiento de los hijos en la adultez, del parto, de las enfermedades, o de un examen. Podemos sentir miedo en la oscuridad o a la muerte, pero este merece un apartado especial para otro momento.

Pero hay un miedo que camina silencioso, y es uno de los más difíciles de tratar por la forma en que se presenta. Me refiero al miedo al abandono.

Su manifestación es extraña y aparentemente contradictoria. Pero si lo desarrollamos lo vamos a encontrar fácilmente, de manera tal que no sólo ayudaremos a quienes lo padecen, sino también a quienes conviven con personas que lo sufren.

En principio, lo primero que hay que decir sobre esta manifestación del miedo es que se sufre, y mucho. Él se esconde y es difícil de descubrir.

Miedo al abandono y sus efectos

La persona que padece miedo al abandono, difícilmente lo reconoce como tal; este aparece como el resultado de una incorrecta evaluación de su propia percepción de la realidad. Esto no quiere decir que la persona en cuestión tenga una evaluación de la realidad que se incluya dentro de alguna patología psíquica poco habitual, sino que la forma que tiene para auto evaluarse no es tan acertada como debiera.

Así, lo que salta a la luz es un pensamiento y una sensación de no ser lo suficiente valioso para que los demás deseen estar cerca de ellos o apreciar su amistad. Esto hace que una catarata de sentimientos negativos centrados en sí mismos se desarrollen y que con el tiempo socavan la posibilidad de construir una personalidad que no se encuentre atrapada dentro de esas sensaciones.

Cuanto antes sepamos de esto mejor será la ayuda que podamos brindar y si somos quienes los acompañamos más fácil será la tarea de saber qué hacer frente a alguna crisis. Entender cuánto es el dolor que llevan dentro de sí, hará que comprendamos la necesidad que tienen de una palabra amable, aunque en general no sea bien recibida. Digo esto porque decirle a alguien que tiene esa percepción empobrecida de sí mismo, que confié al mismo tiempo en lo importante que es para nosotros, no es tarea fácil.

Son sujetos que necesitan más que nadie aprender a confiar, eso no viene con ellos, por tanto, las pruebas que podamos darles de nuestro amor y las muestras de seguridad de nuestra presencia serán claves para aprender a conducirnos y favorecer el proceso.

Dando el apoyo emocional adecuado

Queda claro que es necesario un acompañamiento terapéutico adecuado bajo lineamientos conscientes y con conocimiento del problema. Saber cuál es el camino a seguir y tratarlo con rigurosidad científica y respeto, además de gestionar confianza en crear un vínculo de apoyo donde se trabajará y se esperará que el bienestar llegue a su tiempo.

Ahora bien, es fácil de entender que si partimos del miedo al abandono, las imágenes y las vivencias que tenemos sobre el tema no fueron las más alentadoras. Nos criamos en lugares donde el menosprecio o la sensación de no estar presente para otros era moneda corriente. Eso nos hizo pensar en nuestra poca importancia para aquellos que para nosotros si lo eran. No tener un lugar en el otro, no formar parte de, hace que hoy en día debamos volcar esos sentimientos de exclusión al resto de los que nos acompañan; es difícil que podamos discernir que el pasado solo quedó en nuestra mente y eso es lo que hay que sanar.

Es a ese niño niña a quien debemos aprender a querer. Es a nuestra identidad de hoy a la que hay que escuchar, construir y fundir para lograr ser quien quiero ser, pero antes debo necesariamente sentir el derecho que tengo para eso.

Los celos, la posesión por otros o por objetos, el comer como si fuera el final, el no poder manejar esos impulsos son resultado de todas estas emociones reprimidas que hoy se transforman en una sola, la ira.

La ira subyace como lava encendida, lista a salir en la primera afrenta, real o imaginaria. Ese dolor del abandono enredado a todas las emociones desenfrenadas se traduce en odio latente para herir sin intención, pero sin control. Es por esta razón que se hace tan difícil entender el proceso mental de estas personas, porque la expresión que se manifiesta es violenta y salvaje. No pueden ni parar, ni comprenderse, ni quererse, en esos momentos es solo un cúmulo de sentimientos.

Así, las relaciones con los otros se tornan conflictivas y las reacciones inexplicables, pero esto no sucede solo en el exterior, también y paralelamente sucede en sí mismos. Esta inestabilidad emocional los vuelve confusos al mirarse y tratar de entenderse.

Las personas, en general aquellas con las que quieren o tienen que relacionarse, son idealizadas y pasan de ser grandes amigos, compañeros de trabajo, o parejas, pero lentamente o de forma abrupta se convierten en seres menospreciados y a veces denigrados. Sufren, injustamente, por ser tildados de ingratos por todo los que le fue dado y no comprenden la entrega y el amor que se depositó en ellos. Lo más complicado es que esas personas no son más que un reflejo de lo que ellos mismos sienten sobre sí.

Resumiendo, es conveniente estar al tanto que existen personas que no pueden llevarse del todo bien consigo mismas. Que poseen muy baja tolerancia a la frustración y que la forma en que observan la realidad está más generada por mirar o imaginar su interior, donde los juicios sobre si son crueles y las razones de sus desdichas están generadas por tener la certeza de nunca llegar a sentir el derecho del que ningún humano debiera carecer, que es el de ser valioso y ser merecedor de recibir afecto y comprensión por sus semejantes.

Tener el conocimiento, aunque no sea exhaustivo, de que existe otra forma de ver la vida interior y exterior tanto en lugares de trabajo donde los vínculos pueden ser menos pasionales (o no) que los que se espera entre familiares, amigos o en la propia pareja, nos permite detectar estas conductas y despertar a una nueva forma de ver a nuestro compañero y gestionar ayuda.

Silvana Weckesser

Silvana Weckesser

Magister En Psicología. Especialista en Clínica.Escritora

Profesional verificado
Buenos Aires
Terapia online

Estamos en un mundo difícil, en el que tramitar emociones y darles lugar a los otros no es moneda corriente, este pequeño gesto de atención puede cambiar mucho a la otra persona para bien, hacer a nuestro lugar de trabajo un sitio agradable a donde llegar cada mañana y a cada uno de nosotros permitirnos reflexionar sobre lo importante que es el haber sido mirados con ojos limpios.

Psicóloga

Buenos Aires

Silvana Weckesser es psicóloga especializada en el ámbito clínico y docente universitaria, así como escritora. Su consulta se encuentra en Buenos Aires.

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