Neutralidad de género: qué es y qué propone

Veamos qué cambios sociales proponen los movimientos que abogan por la neutralidad de género.

Neutralidad de género

Toda nuestra vida se nos ha criado diciendo que o se es niño o se es niña. Algunos han sido más abiertos y nos han dicho que hay niños que no se sienten niños, sino niñas, y que tienen derecho a hacerlo realidad, o viceversa.

Sin embargo, lo que pocos hemos oído hablar es que hay personas que no son ni lo uno ni lo otro y que no es justo presuponer que se tiene que ser sí o sí hombre o mujer.

La neutralidad de género sostiene que se debe evitar perpetuar los roles de género y, en algunas ocasiones, directamente se debe superar la idea del género en sí mismo. A continuación vamos a hacer un abordaje profundo de esta idea, sus implicaciones sociales y críticas.

¿Qué es la neutralidad de género?

La juventud, especialmente la generación Z (nacidos entre 1996-2010) son cada vez más respetuosos y comprensivos con la idea de que no todo el mundo entra en las ideas clásicas de ser hombre y ser mujer.

Educar en género neutro está cobrando mayor fuerza, en gran parte por la cada vez mayor concienciación social acerca el daño asociado a los roles de género tradicionales, unos roles que limitan las oportunidades y libres decisiones de las personas. El género no es más que una categoría social, no una verdad natural.

Esto es verdaderamente llamativo teniendo en cuenta que hace tan solo 20 años lo normal, lo de “sentido común”, era tratar a las niñas de princesitas, dulces y cariñosas, mientras que a los niños se les trataba como pequeños campeones, luchadores y combatientes. Era como si se los preparara, o mejor dicho se les condicionara, para lo que iban a ser de mayores: las niñas deben cuidar del hogar cuando sean adultas, los niños deben defenderlo.

Esta visión tan dicotómica de lo que deben hacer los hombres y de lo que deben hacer las mujeres se está debilitando. Claro está que en algún sector de la población siguen estando vigentes ideas recalcitrantes y, de forma más inconsciente, todavía nos cuesta desvincularnos del todo de la idea clásica de que a las niñas hay que regalarles cosas dulces y a los niños cosas agresivas, puesto que creemos que está en su naturaleza el ser así respectivamente.

No obstante, hoy en día ha ido cobrando mucha más fuerza la idea de la neutralidad de género: ¿por qué los niños deben vestir azul? ¿por qué las niñas deben vestir de rosa? ¿qué hay de malo que mi hijo quiera ser una princesa? ¿por qué no debería ser bueno que mi hija quiera ser soldado? ¿por qué sus genitales tienen que condicionar sus posibilidades? Todo buen padre debería querer que sus hijos sean lo que quieran ser mientras eso los haga felices, independientemente de si se amoldan o no a la idea tradicional de los roles de género.

La neutralidad de género es un conjunto de ideas y opiniones que defiende que las políticas, el lenguaje y otras instituciones sociales deben evitar distinguir roles en función del sexo o género biológico de las personas, o directamente superar la idea del género en tanto que es una construcción social. El objetivo de todo esto es evitar la discriminación derivada de la impresión de que existen roles sociales para los que un género u otro es más adecuado.

Movidos por esta idea, son cada vez más los padres que prefieren desmarcarse de la concepción tradicional de género, considerándola dañina especialmente para aquellos niños, niñas o “niñes” que no encajan del todo con lo que tradicionalmente se espera de ellos. Los padres que educan a sus hijos en género neutro sostienen que lo hacen porque no quieren que crezcan definidos bajo un género y los roles tradicionales que están asociados a él, roles de género que pueden limitar sus opciones y posibilidades de adultos.

Neutralidad de género

Sexo, género e identidad de género

Para entender la neutralidad de género y comprenderla mejor debemos entender qué es el género y cómo es posible que pueda cambiar. Primero hay que notar que sexo y género no son sinónimos, aunque sí están muy relacionados. El sexo es un aspecto biológico basado en los genitales y en nuestra especie solo hay dos (exceptuando alteraciones cromosómicas): el sexo masculino, definido por los cromosomas XY, y el femenino, definido por XX. Sea cual sea nuestra identidad de género y las intervenciones a las que nos sometamos el sexo no lo vamos a poder cambiar: es una cuestión biológica.

Pero lo que más define nuestra identidad no es el sexo, sino el género. El género es la concepción sociocultural acerca la relación entre poseer unos genitales y desempeñar ciertos roles en la sociedad. Tradicionalmente en el mundo occidental quien nace con pene es hombre, y quien nace con vagina es mujer. De los hombres se espera que sean fríos, racionales, combativos y activos, mientras que de las mujeres se espera que sean cálidas, emocionales, obedientes y pasivas.

Así pues, en nuestra cultura es esperable que una persona de género “hombre” ejerza trabajos como mecánico, militar, conductor y policía, mientras que al género “mujer” se espera que sean cuidadoras, maestras de guardería, amas de casa o cocineras. Esto hoy en día ya no es tan exagerado, pero cabe decir que es más probable encontrar a hombres y a mujeres ejerciendo esas profesiones.

Por fortuna los roles de género cambian con el paso del tiempo y hemos ido superando la idea de que la mujer tiene que encargarse de cuidar de la casa mientras que los hombres tienen que proteger el hogar. Ha cambiado tanto que hemos ido aceptando que el género, que no deja de ser una construcción sociocultural, puede cambiarse y que no tiene por qué haber una idea clara de lo que es ser hombre y lo que es ser mujer, y es aquí donde entramos con la idea de las personas transgénero y las no binarias.

Personas transgénero

Se prefiere usar el término “transgénero” puesto que, realmente, las ideas del “cambio de sexo” y ser “transexual” son inexactas dado que, como hemos dicho, el sexo no es modificable, pero el género sí. Por ejemplo, una persona que ha nacido con pene y que ha sido criada como un niño puede no sentirse identificada con este género y, al crecer, ser consciente de que se siente mujer, queriendo cambiarlo. Puede que quiera cambiar de género y lo haga sometiéndose a una intervención quirúrgica, terapia hormonal y psicoterapia con tal de iniciar la transición al género con el que se identifica.

No obstante, pese a que es totalmente aceptable que una persona quiera cambiarse de género y entrar dentro de la idea clásica de lo que es ser de mujer u hombre en función de su preferencia, dentro de la comunidad LGBTI y, en concreto, la propia trans, se está aceptando que para ser mujer u hombre no hace falta ser muy femenina o masculino y que someterse una reasignación genital (extirpar el pene o implantarse uno artificial) es un proceso voluntario, no un requisito para afirmar que se es de tal género. No es necesario tener pene para afirmar que se es hombre o vagina para afirmar que se es mujer.

El motivo de ello tiene directa relación con la identidad de género. Ser hombre, ser mujer o ser de una categoría no binaria no depende de cómo nos vistamos ni si nos hemos operado, sino de cómo nos identifiquemos. La identidad de género es la sensación interna de la persona de sentirse de un género u otro, independientemente de cual sea el género que socialmente se le ha asignado, su sexo, anatomía o cómo se acerque al comportamiento esperado en una persona de su género.

Las personas no binarias

Las personas no binarias son aquellas cuya identidad sexual, de género o expresión de género se encuentra fuera de los conceptos de hombre y mujer o masculino y femenino o fluctúa entre ellos. Estas personas pueden o no emplear un género gramatical neutro, someterse o no a procedimientos médicos y tener o no una apariencia andrógina. Algunos ejemplos de famosos que se consideran no binarios son Miley Cyrus, Sam Smith, Steve Tyler, Jaden Smith o Richard O’Brien.

Tanto la identidad de género como el género en sí mismo son independientes del sexo, es decir, de tener pene o tener vagina de forma natural. No obstante, en nuestra sociedad y en cualquier otra, aunque de forma distinta, sexo y género se relacionan muy fuertemente y es esperable encontrarse a un hombre con pene y una mujer con vagina. No obstante, las personas estamos aprendiendo que pueden haber mujeres con pene y hombres con vagina, y no es el fin del mundo, sino más bien una representación de la vasta diversidad humana.

Neutralidad de género en el lenguaje

En un momento de este artículo hemos dicho la palabra “niñes”. No, no es una errata, no se nos ha colado una “e” traviesa en vez de “o”. Cada vez son más quienes opinan que la lengua española debería incorporar el género neutro, representado con los sufijos -e y -es. La idea es que con esta terminación se evita excluir a aquellas personas que no se sienten ni hombres ni mujeres o, al referirse a un amplio grupo de personas, ser más democráticos haciendo referencia a todos y todas los y las miembros de ese grupo.

El lenguaje evoluciona de la misma manera que lo hace la sociedad y la cultura que lo hablan. Está claro que hace mucho que dejamos de hablar el latín de los romanos, el castellano medieval del Mio Cid o el español áureo de la época de Miguel de Cervantes. El idioma español, al igual que el resto de lenguas de este vasto mundo, evoluciona constantemente, aceptando expresiones, introduciendo nuevas palabras y dándole nuevas definiciones a todo tipo de términos.

El lenguaje refleja y da forma a nuestra forma de entender el mundo y, naturalmente, dentro de esta comprensión está nuestra idea de género. En función de los límites de un lenguaje, las personas pueden o no expresarse libremente en términos de identidad de género. También, nuestra forma de ver a un género u otro depende de cómo sean tratados en el idioma. En el español más vulgar, el género femenino y lo asociado a él suele ser el peor parado: hay una clara diferencia entre “ser un zorro” y “ser una zorra” o “esto es cojonudo” y “esto es un coñazo”. Lo masculino es bueno, lo femenino es malo.

Para conseguir la equidad de género es necesario que nuestra herramienta principal para describir el mundo, el lenguaje, cambie de forma que deje atrás los estereotipos y prejuicios sexistas, introduciendo formas igualitarias y respetuosas con todas las identidades de género, permitiendo asentar la idea de que el género no es algo que nos hace ni buenos ni malos. Un idioma en donde lo femenino se asocia a lo negativo es un idioma que, quizás de forma muy sutil e indirecta, da pie a la opresión de las mujeres.

La utilización del género neutro en el lenguaje ha ido tomando fuerza en la sociedad e, incluso, ha sido un asunto abordado por la propia Real Academia Española (RAE). Son cada vez más las personas que proponen la aceptación de un nuevo pronombre para la lengua castellana: “elle”. “Elle” y las palabras terminadas en -e/es harían referencia a este tercer género o no binarismo que cada vez más personas son conscientes y sensibles a su existencia, además de referirse a alguien que no se sabe si es hombre o mujer.

Sin embargo, la RAE se ha pronunciado en contra, defendiendo que el uso de la letra -e final como marca de género inclusivo es ajeno al sistema morfológico del español, además de innecesario puesto que el masculino gramatical funciona también como término inclusivo en referencia a colectivos mixtos, contextos genéricos e inespecíficos. En resumidas cuentas, en vez de usar “todos y todas” o “todes” la RAE prefiere el uso de “todos”, incluso si el 99% de la audiencia a la que uno se dirige está compuesta por mujeres o personas no binarias.

Es cierto que la RAE es la máxima autoridad académica de la lengua española. No hay duda que es tarea de esta institución normativizar la lengua, no obstante, no debemos olvidar que una lengua no es una institución o un conjunto de filólogos expertos en su morfología, gramática e historia. La lengua española son todos los hablantes del español, quienes con su uso le dan forma, lo hacen vivir y lo hacen evolucionar.

Si la RAE no tiene problema alguno en aceptar términos vulgares como “almóndiga”, “toballa”, “asín” o “amigovio” en su diccionario (DRAE) porque son ampliamente usados, ¿por qué no tendría que aceptar “elle”? Puede que contradiga el sistema morfológico clásico del español pero, teniendo en cuenta que su uso va en aumento, tarde o temprano se tendrá que indicar en el diccionario. Además, más allá de las cuestiones filológicas, es necesario apoyar formas neutras, tanto para visibilizar a la comunidad no binaria como para acabar con lo de que lo masculino representa a todos y lo femenino solo a las mujeres.

Tampoco se entiende el miedo de la RAE a esta decisión, puesto que otras lenguas sí lo han hecho. Un ejemplo de ello lo tenemos en el idioma sueco que ya en la década de 1960 introdujo el pronombre “hen” como neutro, añadiéndose a “han” (él) “hon” (ella) y “det/den” (eso).De hecho la Academia Sueca incorporó el pronombre neutro a su idioma en el año 2015. Es un antecedente reciente, pero su uso ya estaba extendido y ampliamente debatido en la lingüística LGBT+, con lo que era simple cuestión de tiempo su oficialización.

Aunque en inglés todavía sigue abierto el debate en los círculos académicos, los hablantes de este idioma están introduciendo un amplio repertorio de pronombres neutros para hacer sentirse más cómodas a las personas no binarias. Además de “he” (él), “she” (ella) e “it” (eso) tenemos “they” cuyo uso en singular es equivalente a nuestro “elle”. Otras versiones son “(s)he”, “sie”, “zie”, “ey”, “ve”, “tey”, “e”, “per” y “xe”.

Twitter se ha convertido en una potente herramienta de divulgación de estos pronombres. Muchos perfiles incorporan en su biografía los pronombres del género con el que se sienten identificados, siendo los más comunes los clásicos binarios “he/him” y “she/her” y, entre los neutrales, “they/them”. Esto es una buena pista para aprender cómo tratar a estas personas, y hacerlas lo más cómodas posible usando el pronombre con el que prefieren ser tratadas.

Neutralidad de género y sociedad

En un mundo en el que se ha dado especial importancia a los géneros y los roles asociados a ellos, no es de extrañar que muchas cosas tengan su versión “masculina” y su versión “femenina”. Pero pese a ello, son cada vez más las personas que se alarman cuando se presenta un producto o servicio orientado específicamente para hombres o para mujeres, dando a entender que si los usan los del otro género se están “rebajando” o son unos “desviados”.

Un ejemplo de controversia asociada a un producto con versión de género lo tenemos en el caso de la marca Bic. En 2012 presentaron un nuevo producto, los “Bic for her”, unos bolígrafos diseñados “adaptados a las manos femeninas”, finos, delicados, de colores pasteles y en formato retráctil. Las críticas y las campañas de boicot no se hicieron esperar: ¿acaso las mujeres habían estado usando mal los bolis toda su vida? ¿es que las tintas de colores clásicos no eran apropiados para ellas? ¿Los bolígrafos convencionales eran difíciles de usar para las mujeres?

Pero pese a esta controversia, lo cierto es que si nos vamos a un supermercado, una tienda de juguetes o cualquier otro establecimiento cotidiano encontraremos un sinfín de productos y servicios pensados para “ellos” y otros para “ellas”. Veamos algunos ejemplos.

Higiene y belleza

Muchos artículos de higiene y belleza masculinos y femeninos son exactamente lo mismo, siendo un claro ejemplo de ello las maquinillas de afeitar: azul oscuro para los hombres, rosa para las mujeres. De hecho, el mismo producto puede variar en el precio para un género u otro, normalmente siendo más caro para las mujeres, siendo muy habitual la excusa de que “están diseñadas para la suave y delicada piel de las mujeres” y por ello son un poco más caras. Revelación: es mentira.

En los últimos años, sobre todo a medida que la metrosexualidad ha ido ganando adeptos, se han ido lanzando al mercado más productos de higiene y belleza masculina como cremas, pomadas, mascarillas... productos que hace 20 años era prácticamente impensable que los hombres pudieran comprarlos. Aunque es un punto a favor de la igualdad que los hombres cuiden su belleza y no sea cuestión exclusiva de las mujeres, lo cierto es que esos productos no tendrían compradores si no fuera porque se promocionan haciendo uso de los estereotipos masculinos clásicos.

Por ejemplo, si las cremas depilatorios no tuvieran su formato masculino, viniendo en una caja donde se presenta un torso musculado sin ni un solo pelo, el producto no se vendería. Y si se tratara de fomentar que los hombres se depilaran usando la misma crema que usan las mujeres no lo harían porque seguirían viendo ese producto en concreto, seguramente presentado en una caja de color rosa con flores, como algo exclusivo de las mujeres.

Juguetes infantiles

La comercialización de juguetes explícitamente para niños o para niñas sigue siendo muy común. Pese a que se han diseñado algunos juguetes aptos para cualquier niño o niña que quiera simplemente divertirse, lo cierto es que los estereotipos de género siguen bien vigentes en este sector y, de hecho, son estos objetos los que contribuyen a enseñar y perpetuar los roles de género.

Basta con coger un catálogo de juguetes para ver cuáles hay y cómo se dirigen unos para niños y otros para niñas. La sección para niñas es muy evidente: páginas de colores pastel y rosa, con flores y mariposas. ¿Qué anuncian? Muñecas, vestidos de princesas, hornos de juguete, cocinitas… ¿Y la sección de los chicos? No es tan específica, pero no resulta muy difícil detectarla: muñecos de acción, héroes masculinos de diferentes sagas, armas, coches, elementos bélicos con colores vivos o patrón de camuflaje.

Pese a que estamos en pleno 2020 los juguetes siguen diciéndole a los niños y niñas que gustos y funciones sociales deben tener. Los niños deben preferir la acción, trabajando en empleos considerados más “activos”: ser policía, militar, mecánico… En cambio, las niñas deben preferir cuidar, sobre todo a la familia, y de conseguir empleo deben ser trabajos más “pasivos”: coser, cuidar a niños en la guardería, ser enfermeras... Pese a los avances en el feminismo y la igualdad, los juguetes siguen ejerciendo su poder, perpetuando los roles de género.

No obstante, no todo está condicionado al género, puesto que hay juguetes de género neutro extensamente popularizados en nuestra sociedad. Un ejemplo de ello son los ositos de peluche tipo “teddy”, eso sí, siempre que tenga un color marrón y sin rasgos muy “femeninos” o “masculinos”. El resto de peluches suelen considerarse más juguetes de niñas, aunque cabe decir que esto también ha ido cambiando en los últimos años

Otro objeto enfocado al público infantil y que es de género neutro son las consolas de la compañía Nintendo. La primera consola que lanzó esta empresa nipona fue la Game Boy en 1989, cuyo nombre viene a significar “Juego (para) niños”, nombre que sería compartido por las dos siguientes generaciones de consolas: Game Boy Color y Game Boy Advance. El nombre de Game Boy no causó mucho revuelo, aunque daba a entender que los videojuegos eran cosa de niños, una idea bastante compartida hasta finales del siglo XX.

Sin embargo, con la entrada en el nuevo siglo Nintendo vio que la tendencia cambiaba y que de no adelantarse podría perder un mercado muy provechoso. Aunque originalmente su producto estaba dirigido al público infantil masculino, rechazar por completo al femenino era una muy estúpida decisión comercial y, aunque pensaran en él, el hecho de no cambiar el nombre de la Game Boy y hacerla más neutral podría acarrearles tarde o temprano una controversia.

Por este motivo, después de haber creado una versión específica de la Game Boy Advance para niñas decidieron cambiar el nombre a partir de esa, creando la serie Nintendo DS, un nombre mucho más neutral y que invitaba a niños y niñas a jugar. Además, esta decisión comercial fue muy acertada porque la hicieron justo en un momento en el que muchos adultos también jugaban con videojuegos, evitando dar a entender que sus consolas solo podían ser jugadas por niños.

Moda

Otro aspecto en el que el género está muy reflejado es en la moda, aunque son cada vez más los diseñadores que tratan de evitar etiquetar sus prendas como “masculinas” o “femeninas”, optando por el mercado unisex. En la sociedad actual, la neutralidad de género en la indumentaria está cada vez más aceptada y se está rompiendo con la barrera de que hay ciertas prendas de vestir que solo las mujeres o solo los hombres se pueden poner.

Un ejemplo clásico son los pantalones. Lo que ahora vemos como algo perfectamente unisex, apto para cualquier persona, hace 100 años era impensable verlo puesto en una mujer. Debían llevar falda sí o sí, incluso en invierno y, en caso de llevar pantalones en más de un país corrían el riesgo de ser multadas. Por fortuna esta visión ha cambiado, pero siguen habiendo muchas prendas de vestir que, si bien no nos van a detener por llevarlas, la sociedad nos va a mirar con malos ojos.

En esto salen perdiendo los hombres, aunque paradójicamente es una muestra del machismo estructural de nuestra sociedad y la masculinidad frágil. Mientras que las mujeres tienen una amplia libertad para elegir vestuario, pudiendo escoger prendas propiamente masculinas, no se da la dirección contraria. Las mujeres pueden llevar pantalones, camisa con corbata, traje de gala, gorras de béisbol... Cierto que algún retrógrado las verá como "marimachos", pero son muy pocas personas.

En cambio, si viéramos a un hombre con falda, vestido, un escote palabra de honor, una pamela… ¿qué sucedería? Muchos pensarían que son hombres afeminados, débiles o que quieren llamar la atención. La culpa la tienen directamente los estereotipos en la sociedad, que nos dan a entender que lo más apropiado es vestirse de forma “masculina”, puesto que se asocia con la idea de fuerza y autosuficiencia, mientras que vestirse de forma “femenina” está asociado con la idea de debilidad. Vestirse de mujer es malo, vestirse de hombre es bueno y, por ello, la mayoría de la ropa neutral se parece a la ropa masculina típica.

Respetar la neutralidad de género como valor

Aunque se haya optado por criar a los hijos tomando como referencia su sexo biológico, algo totalmente respetable, clásico y acorde con la forma en que nuestra sociedad nos dice que tenemos que criar a los más pequeños, también se debe defender y respetar la neutralidad de género como valor. Independientemente de que tengamos una hija o un hijo, esta o este debe entender que su género no le debería impedir ser feliz ni limitar sus posibilidades.

Se pueden regalar juguetes de princesa a las niñas y juguetes de acción a los niños, pero debemos enseñarles que si ven a otros niños y niñas jugar con juguetes distintos no los deben juzgar. Los juguetes son para divertirse y no deberían ser usados como perpetuadores de las diferencias de género. Además, nunca deberíamos usar frases del estilo “los niños no lloran”, “las niñas que juegan al fútbol son unas marimachos”, “los niños no hacen eso”, “las niñas son dulces y amables”. Por favor, estamos en el siglo XXI.

Los niños, niñas y niñes aprenden de sus padres y madres, puesto que son sus adultos de referencia. Si les enseñamos ya desde bien pequeños que el mundo es muy diverso podremos construir una sociedad inclusiva, tolerante y pacífica. Un niño muy “masculino” no es mejor que un niño “femenino”, simplemente son distintos y son como son, a su libre manera. También se les debe enseñar que no todo el mundo tiene por qué sentirse hombre o mujer, no son categorías dicotómicas y cerradas. Hay gente que puede sentirse las dos cosas, o ninguna de ellas.

Críticas

La idea sobre educar en neutralidad de género no está exenta de polémica. Hay quienes opinan que mantener la educación en género neutro es bastante inviable, porque se quiera o no vivimos en una sociedad en que lo esperable de un género u otro sigue estando muy vigente. Quizás no sea tan marcado como hace 100 años, pero desde luego hay conductas que no están bien vistas en hombres y otras en mujeres y que, de hacerlas, pueden suponer llevarnos a la exclusión social.

Hay psicólogos que defienden que existen roles de género tradicionales, no necesariamente perjudiciales, que están genéticamente facilitados. Teniendo en cuenta esto, lo que se debería hacer es educar en la igualdad en cuanto a los roles, oportunidades y elecciones, pero respetando las diferencias “naturales” en cuanto al género.

Se defiende que todos los seres humanos tienen una parte “masculina” y otra “femenina”, diferencias que se han explotado en beneficio de los intereses de un género (el masculino casi siempre) y no se ha tenido en cuenta el desarrollo sano de las personas. No se debería partir de la neutralidad de género para erradicar el problema, sino acabar con los privilegios de un género y desventajas del otro.

Otra idea crítica con la educación en neutralidad de género es la de que los niños y niñas crecen imitando modelos, figuras de referencia que a su vez ejercen roles. Estos modelos poseen un género usualmente binario: masculino o femenino. El no reconocer el género en el propio niño podría crearle confusión al no saber con quién identificarse. Lo estadísticamente normal es que los niños se sientan identificados con su padre y las niñas con su madre. Si no saben de qué género son, ¿a qué progenitor deben tomar como referente?

El problema no sería el criar a los niños en función de su género, si no los estereotipos negativos que indudablemente están asociados a uno u otro. Ese sería el punto que se debería combatir según muchos psicólogos, centrándose en el contenido perjudicail, desligándolos del género y haciendo que los padres inculquen a sus hijos la libertad de elección, la transmisión de valores inclusivos y el respeto. El género no fomenta la desigualdad, sino la concepción que se tenga del mismo.

Referencias bibliográficas:

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  • Udry, J. Richard (1994). «The Nature of Gender». Demography 31 (4): 561-573. PMID 7890091. doi:10.2307/2061790

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Nahum Montagud Rubio. (2020, noviembre 11). Neutralidad de género: qué es y qué propone. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/social/neutralidad-genero

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Postgrado de Actualización de Psicopatología Clínica en la UB.

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