El precio de tragarse las palabras: cómo el silencio pesa más que el conflicto

Así es como los problemas de asertividad llevan a relaciones personales convulsas.

El precio de tragarse las palabras: cómo el silencio pesa más que el conflicto
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Hay veces que uno se queda callado para no complicar las cosas. Te tragas lo que sientes porque no quieres que la situación se ponga incómoda o porque piensas que “no vale la pena discutir”. Pero ese silencio, que al principio parece una forma de calma, empieza a doler con el tiempo. Se vuelve un peso raro, que de pronto empieza a doler.

Y es que callar puede parecer más fácil, lo sabemos, pero tragarse lo que uno siente termina costando el doble. Hoy hablaremos sobre eso, sobre cómo guardarnos todo lo que sentimos termina pasándonos factura en distintas áreas de nuestra vida.

No, callar no lo arregla todo

Muchos creen que evitar el conflicto es una señal de madurez, como si quedarse en silencio fuera sinónimo de ser “una persona tranquila”, pero eso no siempre es así. Hay silencios que protegen y otros que duelen. Cuando eliges callar solo para no incomodar o para no perder a alguien, ese silencio empieza a pesar más que cualquier discusión.

Pero, ok, ¿entonces eso quiere decir que tienes que hablar todo el tiempo o soltar lo primero que se te cruza por la cabeza? No. Ahondemos un poco más en ello…

A veces sí es mejor guardar silencio… Por ejemplo, mientras te autorregulas cuando sientes mucha ira o simplemente cuando notas que lo que pensaste de alguien no sea constructivo sino hiriente. Pero si lo haces por miedo o por costumbre, lo que guardas se acumula. Y eso se nota. Porque lo que no se dice no desaparece, se queda ahí, creciendo por dentro.

Creemos que callando mantenemos la paz, pero lo que realmente estamos haciendo es posponer el conflicto y cargar con él solos. Y eso no es paz, es agotamiento disfrazado de tranquilidad.

Por qué nos callamos tanto eso que por dentro nos grita

Cada persona tiene sus razones, y casi siempre detrás hay miedo. Miedo a que se molesten, a que te malinterpreten, a que algo cambie para peor. Pensamos que, si no decimos nada, todo seguirá igual. Pero todo igual, ¿para quién?

También influye mucho lo que vivimos antes. Si creciste en un lugar donde hablar de lo que te dolía terminaba en gritos o rechazo, es lógico que ahora evites los conflictos. Callar se vuelve un reflejo para protegerte, aunque ya no haya peligro real.

Y hay otro motivo muy común: querer agradar. A muchos les cuesta decir “no” o poner límites porque temen decepcionar a alguien. Prefieren cargar con el malestar antes que incomodar. Pero al final terminas viviendo para los demás, y eso cansa.

La inseguridad también juega su papel. Cuando crees que tu opinión no importa, que lo que sientes no vale tanto, te vuelves tu propio censor. Te quedas con la frase a medio camino, esperando el momento perfecto para decirla… que nunca llega. Y así, poco a poco, dejas de reconocerte.

El costo de quedarse en silencio

Callar parece inofensivo, pero sí afecta muchísimo. Aunque todo parezca ir bien, por dentro, empieza una especie de ruido constante. Piensas una y otra vez en lo que quisiste decir y no dijiste. Eso genera frustración, tristeza y, con el tiempo, hasta enojo contigo. Terminas sintiendo que tus emociones no valen tanto.

En las relaciones, el silencio no suele arreglar nada. Si no hablas, el otro cree que todo está bien. Y un día, cuando ya no puedes más, explotas. No porque seas una persona explosiva, sino porque nadie puede cargar tanto tiempo con lo que le duele y no dice.

Además, callar enseña a los demás a no escucharte. Si siempre cedes, los otros se acostumbran a que tus límites son flexibles. Y lo peor es que, sin darte cuenta, empiezas a actuar como si tus necesidades estorbaran. El precio de tanto silencio es alto: te desconectas de ti, te pierdes un poco, y ya no sabes qué necesitas ni qué te hace feliz.

Y cuando llegas ahí, el silencio ya no es paz, es una forma de desaparecer.

Cómo empezar a hablar sin miedo

Aprender a decir lo que uno siente no significa volverse confrontativo. Es más bien un proceso para recuperar la voz, para dejar de cargar con lo que no se dice.

Si quieres empezar a comunicarte de manera más sincera, te daremos algunas claves a continuación:

1. Empieza a hablarte con honestidad

Antes de decir algo difícil, entiende qué es lo que te duele. A veces uno calla porque ni siquiera sabe qué le pasa, pero si puedes ponerle palabras a lo que sientes, es más fácil expresarlo sin explotar.

Puedes escribirlo, pensarlo con calma o hablarlo contigo. Lo importante es ser claro contigo antes de serlo con los demás.

2. Habla para conectar, no para ganar

No hables con la intención de demostrar que tienes razón, sino para mostrar lo que sientes y entender al otro. Si conviertes la conversación en una batalla, nadie gana. En cambio, cuando hablas desde lo que te pasa, no desde el reproche, la otra persona escucha mejor.

Si no sabes por dónde empezar, inicia cambiando el “tú hiciste” por un “yo me sentí así cuando pasó esto”, y verás la diferencia.

3. Entiende que no todo se arregla en una conversación

No esperes que todo quede perfecto después de una conversación incómoda. A veces el otro necesita tiempo, o tú también. Lo importante es haber dado el paso, porque eso ya es un avance enorme.

Si la otra persona no reacciona como esperabas, no te castigues. Decir lo que piensas es un acto de respeto hacia ti, no una garantía de que el otro siempre recibirá todo de la mejor manera.

4. Aprende a soportar la incomodidad

Sentir nervios, temblor o incomodidad al hablar de algo difícil es normal. Eso no significa que estés haciendo algo mal. Significa que estás saliendo del silencio, y eso siempre se siente raro al principio.

Sin embargo, cada vez que hablas a pesar del miedo, te fortaleces. Tu cuerpo aprende que el conflicto no es peligroso, que se puede hablar sin que el mundo se caiga.

5. Empieza por lo pequeño

No necesitas abordar el tema más complicado de tu vida de golpe. Puedes empezar con cosas simples: decir que algo no te gusta, pedir ayuda, o expresar una opinión distinta.

Estas son pequeñas prácticas que fortalecen tu voz. Y si lo haces en entornos donde te sientes seguro, mejor aún. Con el tiempo, hablar se vuelve más natural.

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En fin, callar muchas veces parece más fácil, pero las palabras terminan ahogándote. Hablar cuesta, sí, pero también libera. Y, no, no siempre todo se arregla, pero al menos duermes con la tranquilidad de saber que fuiste fiel a ti. Porque cuando empiezas a decir lo que piensas y lo que sientes, recuperas algo que el silencio te quitó: tu lugar.

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  • Alonso, D., & Kotbani, L. M. R. (2025, 11 febrero). Callarse para evitar conflictos: el camino más rápido a perderse a uno mismo. Ethic.
  • Osuna, C. A. (2025, 25 abril). Qué significa que una persona siempre se calle para evitar conflictos, según la psicología. Infobae.
  • ¿Por qué nos cuesta tanto decir lo que pensamos o sentimos? (2022, 18 mayo). Centro de Psicología Integral.

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Avance Psicólogos. (2025, octubre 17). El precio de tragarse las palabras: cómo el silencio pesa más que el conflicto. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/social/precio-de-tragarse-palabras-silencio-pesa-mas-que-conflicto

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Además del tratamiento terapéutico, en Avance Psicólogos se llevan a cabo otras actividades relacionadas con la psicología como talleres y cursos (para profesionales y público en general), seminarios gratuitos y terapias de grupo.

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