Muchas veces, se habla de la comunidad LGTB asociando este segmento poblacional al concepto de la juventud; en parte, porque son muchos quienes entienden que las disidencias de género son algo “moderno”, o incluso una moda. Por supuesto, esto tiene desventajas palpables. No solo sirve para dar una imagen de banalidad a estas maneras de vivir la vida. Además, invisibiliza a cientos de miles de personas mayores.
Y es que el envejecimiento en la comunidad LGTB plantea desafíos específicos que combinan la discriminación por edad con la orientación sexual o la identidad de género. Para quienes hoy superan los 65 años, la vejez llega después de una vida marcada en muchos casos por el estigma, la invisibilidad y el miedo. Su realidad no solo nos interpela a nivel social, sino que constituye un campo de creciente interés dentro de la Psicología, especialmente en áreas como la gerontología, la salud mental y la intervención comunitaria.
Un colectivo diverso con necesidades específicas
Las personas mayores LGTB no forman un grupo homogéneo. Sus trayectorias vitales vienen determinadas por su identidad sexual o de género, pero también por factores como clase social, nivel educativo, estado de salud, presencia de redes de apoyo o experiencias previas de discriminación.
A pesar de esta diversidad, comparten riesgos comunes: mayor probabilidad de vivir solos, menos acceso al apoyo familiar tradicional y un historial de violencia institucional o social que ha dejado huellas profundas. Para la Psicología, comprender esta intersección de variables es fundamental para construir intervenciones ajustadas a sus necesidades.
La soledad y el aislamiento social: un riesgo psicosocial central
Uno de los grandes desafíos documentados en investigaciones internacionales es la soledad. Muchas personas mayores LGTB no han formado familias heteronormativas y han perdido a amistades pertenecientes a una generación fuertemente afectada por la pandemia del VIH.
Los estudios muestran que la soledad no es solo una experiencia emocional dolorosa: implica un deterioro en salud física, un aumento del riesgo de depresión y ansiedad, así como un mayor uso de psicofármacos. La falta de redes de apoyo incrementa también la dependencia de recursos socio-sanitarios, aunque paradójicamente el miedo a ser maltratados o no respetados retrasa la búsqueda de ayuda.
Recursos especializados para gente mayor LGTB: un apoyo aún escaso
En España, el recurso especializado más consolidado es la Fundación 26 de Diciembre, nacida para atender las necesidades de las personas mayores LGTBIQ+. Ofrece atención psicológica adaptada a las experiencias de discriminación y exclusión, pisos tutelados, ayuda a domicilio y programas de envejecimiento activo.
Su residencia Josete Massa, en Madrid, es un hito histórico: el primer espacio residencial en el país diseñado específicamente para este colectivo. Iniciativas como esta buscan garantizar que el proceso de envejecimiento se viva en un entorno seguro, libre de prejuicios y donde la identidad pueda expresarse sin temor.
Además, en el ámbito comunitario destacan proyectos de vivienda colaborativa como la cooperativa La Morada, en Barcelona, centrada en mujeres lesbianas, trans y no binarias. Estas alternativas al modelo residencial tradicional promueven la autonomía y los cuidados compartidos, favoreciendo el sentimiento de pertenencia y evitando el aislamiento. Pero, claro, este tipo de iniciativas tienen un alcance muy limitado al ser de ámbito municipal.
La realidad de los servicios públicos: accesibles, pero no seguros para todos
Aunque existen recursos sociales y sanitarios públicos, su utilización por parte de personas mayores LGTB es muy baja. No se trata de desconocimiento, sino de la percepción de que estos servicios continúan siendo espacios heteronormativos donde la diversidad se oculta.
El temor a “volver al armario” está muy presente en quienes crecieron y envejecieron bajo leyes represivas y estigmatizantes. La Psicología social y comunitaria tiene aquí un reto clave: promover entornos institucionales seguros, libres de violencia simbólica y emocional. La formación del personal en diversidad sexual y de género se convierte en una medida indispensable para facilitar el acceso y fomentar la confianza.
Salud mental: heridas acumuladas que requieren atención especializada
La salud mental de las personas mayores LGTB refleja décadas de lucha contra el rechazo social y familiar. Los niveles de sintomatología depresiva y ansiosa son considerablemente superiores a los de la población mayor general.
Además, el impacto del estigma interno y las experiencias traumáticas por discriminación en etapas tempranas de la vida han demostrado ser factores de riesgo para ideación suicida y consumo problemático de sustancias. La intervención psicológica debe reconocer estos factores históricos y trabajar desde un enfoque reparador, que fortalezca la resiliencia y promueva vínculos sociales significativos.
Vulnerabilidad económica y desigualdades de género
Las trayectorias laborales del colectivo han estado marcadas por la exclusión sistemática, lo que repercute en pensiones bajas y mayor precariedad. Las personas trans mayores son quienes se encuentran en una situación más crítica debido a las dificultades históricas de acceso al empleo y a la falta de reconocimiento legal durante gran parte de sus vidas.
Dentro de la comunidad también persisten desigualdades: las mujeres lesbianas, por ejemplo, presentan brechas salariales y pensiones inferiores a las de los hombres gais. El impacto psicológico de la precariedad se manifiesta en inseguridad vital, estrés crónico y menor capacidad para planificar el futuro.
Hacia modelos inclusivos de cuidado y acompañamiento
El futuro de los recursos sociales para mayores LGTB pasa por dos líneas complementarias. Por un lado, la creación de espacios propios donde la diversidad sea visible y celebrada. Por otro, la transformación de los servicios existentes para que se conviertan en espacios seguros, con protocolos específicos y profesionales formados. La Psicología puede contribuir al diseño de programas de envejecimiento activo que incorporen la identidad sexual y de género como un elemento positivo de la biografía, reforzando el orgullo y la agencia personal.
Además, se requiere un cambio social que valore las redes afectivas no normativas. Los vínculos de amistad y comunidad, históricamente centrales en la vida LGTB, pueden convertirse en pilares fundamentales en la vejez. Reconocer estas estructuras relacionales y apoyarlas desde lo público y lo clínico es una tarea urgente.
En definitiva, las personas LGTB mayores de 65 años han atravesado una vida marcada por la ocultación, las pérdidas y la reivindicación constante de su dignidad. Hoy se enfrentan a una etapa vital donde sus necesidades específicas aún no están plenamente reconocidas.
Aunque existen avances importantes, los recursos continúan siendo insuficientes y se requieren cambios profundos en los servicios sociales y sanitarios para evitar que la vejez vuelva a convertirse en un espacio de invisibilidad.

Bárbara Zapico Salomón
Bárbara Zapico Salomón
Psicóloga De Pareja, Familia, Niños Y Adultos
La Psicología, comprometida con la justicia social y el bienestar humano, está llamada a desempeñar un papel clave en este proceso de transformación. Acompañar, escuchar y defender sus derechos es también una forma de honrar la memoria de quienes abrieron el camino para que las generaciones futuras envejezcan en libertad.


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