¿Alguna vez has sentido que aportas más en una relación de lo que la otra persona te ofrece? ¿O que te esfuerzas mucho para conseguir resultados insuficientes?
Para entender por qué ocurre esto y conocer qué opciones tenemos para actuar, podemos recurrir a la teoría de la equidad de Adams.
Esta teoría nace de la psicología social y organizacional, y se puede aplicar en ambos campos. En este artículo explicaremos en qué consiste dicha teoría, analizaremos sus postulados o ideas centrales, mencionaremos algún ejemplo y explicaremos también sus limitaciones. Además, al final del artículo resumiremos brevemente lo que nos transmite la teoría de la equidad.
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Teoría de la equidad: ¿en qué consiste?
La teoría de la equidad de Adams la podemos encontrar tanto en el ámbito de la psicología social como en el ámbito de la psicología de las organizaciones. Es decir, se puede aplicar en estos dos campos.
Ésta se basa en conceptos como la comparación social y la disonancia cognitiva de Festinger. La comparación social hace referencia al hecho de que nos comparamos con los demás para valorarnos a nosotros mismos; no nos comparamos con “cualquiera”, sino con personas con “X” características. Esto nos permite mejorar en algunos aspectos.
Por otro lado, la disonancia cognitiva hace alusión a un estado de incomodidad que aparece cuando lo que hacemos y lo que pensamos o sentimos no coincide; para eliminar dicha disonancia, actuamos de una manera u otra (o bien cambiando de opinión, o bien relativizando las cosas, etc.).
El psicólogo John Stacey Adams, que se considera conductista (aunque para otros es cognitivo), es el que propuso la teoría de la equidad (1965), influyéndose por los conceptos anteriores. La elaboró dentro de un contexto organizacional, pero podemos aplicarlo en otros campos y hasta en el día a día. Vamos a ver los puntos claves de la teoría.
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Puntos clave de la teoría
La teoría de la equidad se basa en una serie de principios o ideas que veremos a continuación:
1. Comparación entre contribuciones
Insistimos en que la teoría de la equidad se puede aplicar tanto en el ámbito laboral como en el ámbito social (de las relaciones interpersonales). Así, las personas distinguimos dos tipos de elementos cuando nos esforzamos por conseguir algo, o cuando nos encontramos ante una relación de intercambio (por ejemplo en un trabajo o en una relación amorosa): estos dos elementos son, por un lado, lo que aportamos a la relación, y por el otro, lo que recibimos de ella.
De esta forma, somos conscientes de lo que nosotros aportamos al trabajo o a una relación (tiempo, ganas, esfuerzo…), y también tomamos conciencia de lo que recibimos por parte de esa empresa o de esa relación/persona (también tiempo, ganas, esfuerzo, compensación económica, etc.).
En consecuencia, lo analizamos e intentamos mantener un equilibrio entre lo que aportamos y lo que recibimos; para que no se produzca una disonancia cognitiva, intentamos que el equilibrio exista. Si el equilibrio no existe, y aportamos más de lo que recibimos (o al revés), entonces se produce una disonancia cognitiva, y por extensión, una motivación (o tensión) en nosotros que nos hace plantearnos algún cambio.
Así, en cierta manera, realizamos una comparación social. ¿Qué me aporta mi pareja? ¿Qué le aporto yo? ¿Me sale a cuenta? ¿Tenemos una relación equilibrada? Y lo mismo en un trabajo donde se espera algo de nosotros (ciertos objetivos) a cambio de un salario.
2. Tensión o fuerza motivadora
Como resultado de este análisis obtenemos una percepción de equidad o equilibrio, que se traduce en una razón entre lo que damos y lo que recibimos. Si no existe percepción de equidad, aparece esa tensión o motivación mencionada, que nos impulsa a actuar, a cambiar las cosas.
3. ¿Qué podemos hacer ante esa percepción de desigualdad?
Cuanto mayor sea el desequilibrio o la desigualdad que percibamos, mayor será la tensión que experimentemos. Ante esta situación, podemos actuar de diferentes maneras: por ejemplo reduciendo nuestros esfuerzos en la empresa o en la relación, o “exigiendo” más recompensas/contribuciones a la otra parte. El objetivo será re-equilibrar la razón.
Según la teoría de la equidad, también podemos optar por cambiar nuestra referencia de comparación, comparándonos con otras personas, otras relaciones, otras empresas, etc. O podemos optar por abandonar la relación cuando realmente “no nos compense” y la balanza siempre se decante hacia la otra parte.
Otra de las opciones que tenemos, y la que más frecuentemente empleamos, es maximizar lo que estamos recibiendo por parte de la otra persona (o empresa) y minimizar lo que estamos aportando; es una especie de “autoengaño”, un mecanismo de defensa que nos permite quedarnos tranquilos sin, en realidad, cambiar nada de la situación. De esta forma, nos resistimos a realizar ningún cambio conductual, con el objetivo de preservar nuestra autoestima.
En cierta manera, es más fácil alterar la visión de lo que nos ofrecen los demás (pensando que en realidad es más de lo que nos ofrecen), que alterar la visión de lo que nosotros mismos ofrecemos.
Limitaciones de la teoría
Sin embargo, la teoría de la equidad, aunque ha sido apoyada en algunos estudios, también presenta ciertos problemas o limitaciones. Por un lado, en realidad se conoce poco sobre por qué escogemos unos referentes u otros para compararnos (teoría de la comparación social).
Por otro lado, no siempre es fácil “calcular” o determinar qué contribuciones nos hacen y qué contribuciones realizamos nosotros en el contexto de una relación.
Además, tampoco se sabe exactamente cómo cambian estos procesos de comparación o de cálculo de contribuciones, a lo largo del tiempo (ni por qué cambian).
Síntesis
En síntesis, la teoría de la equidad de Adams dice lo siguiente: cuando en una relación de intercambio (por ejemplo una relación de amistad, de pareja o en el contexto de una empresa), percibimos que lo que aportamos es mayor que lo que recibimos (o viceversa), aparece una sensación de inequidad, de inquietud o tensión (disonancia cognitiva). Esta percepción nace como resultado de realizar un balance entre los costes y los beneficios de la relación.
Para librarnos de esta sensación de inequidad, podemos actuar de diferentes maneras, como ya hemos explicado. Podemos optar por actuar de forma directa sobre el otro (sobre sus aportaciones o resultados), o podemos actuar aumentando o disminuyendo nuestras aportaciones/inversiones. También tenemos la opción de abandonar la relación, o de cambiar los objetos con los que nos comparamos.
Ejemplo
Ilustrando la teoría de la equidad en un ejemplo, planteamos lo siguiente:
Si por ejemplo en una relación de pareja, tengo la sensación que siempre soy yo el que hace cosas por mi pareja (acompañarla a los sitios, dejarle dinero, compartirle mi tiempo, irla a buscar a los sitios, etc.), y de que ella no hace ningún tipo de esfuerzo por mí, al final acabaré percibiendo esa sensación de inequidad o de desequilibrio en la relación. Es decir, el resultado del balance costes/beneficios saldrá “negativo” y no me compensará.
Esto hará que actúe, por ejemplo, dejando de cambiar planes para verla, dejando la relación o valorando otras cosas buenas de la relación que me permitan seguir con ella sin tener una disonancia cognitiva.
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