En general, cuando se habla de prejuicios, todo el mundo coincide en que son algo negativo y que está mal tenerlos.
Ya sea por presión social o por una mayor sensibilidad y empatía hacia otras personas, la mayoría de la sociedad coincide en que prejuzgar a los demás no está bien, y que se debe hacer un esfuerzo para tratar de superarlos.
Sin embargo, no caemos en la cuenta de que todo el mundo los tiene y que, de una u otra forma, los prejuicios, que es de lo que vamos a hablar en este artículo, cumplen una función.
Veamos qué son los prejuicios, cómo se originan, qué función cumplen y algunas teorías relevantes sobre el tema.
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¿Qué son los prejuicios?
Los prejuicios son creencias predeterminadas sobre una persona, objeto o situación. Estas creencias pueden ser verdaderas, aunque, en la mayoría de los casos, no suele ser así, además de poder llegar a ser muy exageradas. Suponer cómo es una persona en base a diferentes características, como lo son su sexo, raza, nacionalidad u orientación sexual, es algo que ocurre de forma inconsciente y, por regla general, implica sentimientos y actitudes negativas.
Una de las figuras más destacables dentro de la psicología social que ha abordado sobre el fenómeno del prejuicio ha sido Gordon Allport. Este psicólogo, quien trabajó en la Universidad de Harvard, define al prejuicio en The nature of Prejudice (1954) como la etiquetación negativa que se hace en base a creencias adquiridas a través de personas y situaciones importantes en el desarrollo del individuo, especialmente durante la infancia y a través de la familia.
La funcionalidad de los prejuicios radica en que permiten, en cierta manera, simplificar el mundo. Estamos expuestos a una gran cantidad de información y se nos exige tomar decisiones de forma rápida, sin permitirnos reflexionar sobre ello. Categorizar a las personas en base a sus rasgos más llamativos, en vez de profundizar sobre cómo son realmente, evita el cansancio y ahorra esfuerzo.
¿Cómo se generan?
El prejuicio puede surgir a raíz de una conveniencia. En los casos más graves, prejuzgar tiene como finalidad la sumisión de un grupo concreto. Comúnmente se originan a partir de actitudes negativas hacia un grupo del que se tiene poco conocimiento real.
También puede ser el resultado de una generalización en base a una experiencia negativa pasada. Es decir, la persona que posee una visión estereotipada sobre, por ejemplo, los rumanos, puede defenderla por el hecho de haber sido atracada en el pasado por una de esta nacionalidad.
Los factores culturales adquieren un gran peso en la generación de prejuicios. Es habitual que en la familia o en una cultura concreta se promuevan comentarios y creencias equivocadas sobre ciertas personas, las cuales pueden ser vistas como ‘correctas’ o que se podrían englobar dentro de la expresión del ‘piensa mal y acertarás’. Además, casi por inercia, se fomenta el criticar a los demás antes que tomar una visión empática y tratar de ponerse en el lugar del otro.
¿Cómo nos influyen?
Los prejuicios, basados en estereotipos, no son más que generalizaciones sobre algo de lo que no se tiene demasiado conocimiento. De esta manera, se simplifica el mundo, aunque se haga de una forma que pueda estar muy equivocada y generar daño a los demás.
Los prejuicios no afectan únicamente a las personas que forman parte del colectivo estereotipado, como lo son las mujeres desde el sexismo o los refugiados desde los movimientos antiinmigración. También influyen en aquellas personas que no forman parte del colectivo estereotipado, haciendo que puedan manifestarse de forma más hostil o precavida cuando ven a personas del otro grupo.
Así pues, los prejuicios tienden a fomentar sesgos negativos, aunque, como ya hemos comentado antes, también pueden darse situaciones en las que se tenga una creencia falsa pero positiva sobre un determinado grupo. Por ejemplo, suponer que todas las personas finesas son muy listas porque Finlandia posee uno de los mejores sistemas educativos del mundo es, en efecto, prejuzgar, y puede implicar sobrevalorar su inteligencia.
Aunque muchas personas digan lo contrario, los prejuicios interfieren de forma significativa en nuestro día a día. Implican multitud de actitudes, pensamientos, predisposiciones y sentimientos que pueden hacernos cambiar nuestro comportamiento de forma llamativa. Por ejemplo, cambiar de acera cuando hay una persona de raza negra acercándose a nosotros, hablar más lento a una persona que tiene un nombre poco común o que suena extranjero o no tocar a una persona con VIH por miedo a contagio o asco.
Teorías sobre este fenómeno
Cuando hablamos de prejuicios no podemos dejar de lado los conceptos de homogeneidad exogrupal y heterogeneidad endogrupal. Es habitual la creencia de que las personas que son de otro grupo se asemejan más entre ellas, mientras que las personas del grupo propio son más distinguibles las unas de las otras.
Este fenómeno se puede comprender mejor con un ejemplo. Un cristiano puede tener la creencia equivocada de que todas las personas musulmanas son violentas y abusan de mujeres y niños, mientras que cuando se habla del problema de la pederastia en la Iglesia Católica tiene una mayor tendencia a diferenciar entre buenos cristianos y malos cristianos.
The Robber’s Cave Experiment, de Muzafer y Carolyn Sherif (1954)
En este experimento, se cogieron a más de 20 niños de 11 años quienes se apuntaron para ir de campamento. Los niños fueron divididos en dos grupos y se hospedaron en campamentos que estaban alejados, para así evitar cualquier contacto inicial entre ambos grupos.
Pasados unos días, los investigadores hicieron que los grupos tuvieran contacto mediante competiciones deportivas y otras actividades en las que se enfrentaban grupo contra grupo. Estos contactos generaron fricción, haciendo que ambos grupos fueran hostiles con el otro.
Esta hostilidad fue tan alta que los Sherif tuvieron que acelerar la última fase de la investigación, en la cual fomentaban el contacto entre los miembros de ambos grupos haciendo que, para lograr algunas metas, tuvieran que colaborar como si fueran un solo equipo.
De la misma manera que los investigadores habían generado tensiones entre ambos grupos, también generaron amistan y simpatías llegada la última fase, demostrando que, si las personas que no se conocen mucho colaborar para beneficiarse mutuamente, se puede romper la barrera de los estereotipos.
Hipótesis del contacto: ¿se puede reducir el prejuicio?
Sin lugar a dudas, el poseer creencias negativas de los demás es algo malo y que puede generar daño, por ese motivo, el tratar de superar estos estereotipos es algo beneficioso tanto para quien los cree como para los que son víctimas de ellos.
La hipótesis del contacto sostiene que los prejuicios y estereotipos que se mantienen las personas del endogrupo con respecto al exogrupo se podrían reducir a través del contacto continuo entre los miembros de ambos grupos. Para que pueda suceder esto es necesario que se cumplan seis factores:
- que los miembros de ambos grupos tengan cierto grado de interdependencia mutua
- los dos grupos necesitan compartir un mismo objetivo
- deben tener el mismo estatus
- deben darse oportunidades para que se dé contacto interpersonal entre grupos
- deben haber muchos contactos tanto dentro como entre grupos
- deben haber normas que fomenten la igualdad, y ser tenidas en cuenta durante el proceso.
Así pues, si se dieran estas condiciones, las personas pertenecientes a dos grupos podrían aprender los unos de los otros, cooperar conjuntamente para alcanzar los mismos objetivos y entender que no son tan diferentes como podían pensar.
El aspecto de tener el mismo estatus social es muy importante, dado que facilita que se dé una mayor empatía. Por ejemplo, un obrero blanco y un obrero negro comprenden que ambos pueden estar igualmente oprimidos por sus respectivos jefes o que las mujeres cisexuales y las mujeres transexuales están oprimidas por la sociedad heteropatriarcal.
Referencias bibliográficas:
- MacRae, C. Neil; Bodenhausen, Galen V. (2001). "Social cognition: Categorical person perception". British Journal of Psychology. 92 (Pt 1): 239–55. CiteSeerX 10.1.1.318.4390. doi:10.1348/000712601162059
- Sherman, Jeffrey W.; Lee, Angela Y.; Bessenoff, Gayle R.; Frost, Leigh A. (1998). Stereotype efficiency reconsidered: Encoding flexibility under cognitive load. Journal of Personality and Social Psychology. 75 (3): 589–606. doi:10.1037/0022-3514.75.3.589
- Brandt, M; Crawford, J (2016). Answering Unresolved Questions About the Relationship Between Cognitive Ability and Prejudice. Social Psychological and Personality Science. 7 (8): 884–892. doi:10.1177/1948550616660592
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