Todos hemos experimentado alguna vez la sensación de vergüenza; esta es una de las emociones, junto con el orgullo y la culpa, denominadas autoconscientes. La vergüenza se acompaña de la manifestación de toda una serie de síntomas tanto físicos como mentales. Y al igual que el resto de emociones, tiene su función específica: alertarnos que hemos obrado mal y permitir, en última instancia, corregirnos. Esta no puede ser calificada como negativa o positiva.
Existen distintas situaciones específicas que actúan como desencadenantes de reacciones de vergüenza en la mayoría de nosotros, aunque también esta depende de nuestra educación, nuestra cultura y, en última instancia, de nuestras experiencias previas. Esta modula la intensidad de la emoción, es decir, dos personas no experimentan el mismo grado de vergüenza en una misma situación. Sin embargo, cuando hablamos de vergüenza tóxica, no hablamos de una vergüenza excesiva, sino más bien de una vergüenza constante.
La “vergüenza normal”, como cualquier otra emoción: va y viene. Pero en algunas personas esta se instala de forma permanente y puede llegar a ser extremadamente dolorosa, incluso incapacitante. En este artículo veremos en qué consiste la vergüenza tóxica, cómo diferenciarla de la culpa, sus principales causas y cómo superarla.
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¿Qué es la vergüenza tóxica?
La vergüenza suele aparecer cuando nos miramos a nosotros mismos con una mirada crítica y nos evaluamos con dureza. Esto a menudo lo hacemos por cosas o situaciones sobre las que tenemos, en última instancia, poco o ningún control, como son lo que piensan los demás de nosotros mismos.
El término “vergüenza tóxica" fue acuñado por primera vez por el psicólogo Silvan Tomkins en los años 60. Esta se diferencia de la vergüenza normal, por su omnipresencia: esta se instala en nuestra mente y pasa a formar parte de nuestra identidad.
Una persona que padece de vergüenza tóxica experimenta sentimientos crónicos de baja autoestima, pobre autoimagen, y autodesprecio. Todos estos pensamientos son derivados de la creencia infundada, que son inferiores a los demás o que deben avergonzarse de ellos mismos por no ser suficientes. En otras palabras, podríamos decir que la vergüenza tóxica es la vergüenza negativa interiorizada que forma parte de nosotros mismos, es decir, que ha pasado a formar parte de nuestra personalidad.
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¿Cuál es la diferencia entre vergüenza y culpa?
Frecuentemente, se confunde la culpa con la vergüenza. Y aunque pueden parecer relacionadas, estas son emociones completamente diferentes. La culpa se describe como el sentimiento desagradable de tristeza por algo que has hecho, es decir, nace de una sanción propia o ajena. La vergüenza no tiene que ver con lo que hacemos, sino con nosotros mismos, es el sentimiento desagradable de tristeza por como somos como persona. Y, en última instancia, las personas que padecen de vergüenza tóxica se sienten mal por como son de manera constante. La vergüenza tóxica es un sentimiento omnipresente.
Sin embargo, existe una paradoja: uno se siente culpable de sentir vergüenza. Y es más fácil admitir lo primero (que nos sentimos culpables o heridos) que admitir que nos avergonzamos, por lo que la gente se avergüenza de estar avergonzada. Como vemos, los sentimientos de vergüenza son paradójicos y se reproducen a sí mismos.
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Causas
La vergüenza tóxica suele empezar y reforzarse a través de las experiencias de la primera infancia. A medida que crecemos, somos capaces de entender cómo nuestras acciones afectan a los demás, esto depende de muchos factores extrínsecos, por ejemplo las creencias culturales. Existen varios países como China y la India donde eructar está bien visto, es más, es un gesto de cortesía y significa que estamos satisfechos con la comida. A partir de estas observaciones empezamos a entender y a diferenciar qué comportamientos podemos mostrar y a clasificarlos como aceptables o inaceptables.
En este momento, nuestro entorno cercano y progenitores desempeñan un papel fundamental. En el mejor de los casos, recordándonos que no se nace sabiendo y qué podemos meter la pata y enseñándonos otro tipo de comportamientos, o al menos, no castigándonos por algún error que no ha sido premeditado. Sin embargo, en algunos casos, esto no ocurre y recibimos mensajes, aparte de inútiles, bastante perjudiciales, cuándo nos equivocamos o peor toda vida cuando expresamos una idea con la que no están de acuerdo.
Mostrar desaprobación o decepción, en vez de guiar a otros comportamientos, puede afectar muy negativamente al desarrollo de la autoestima de los niños. Pero, si además, estas emociones no se centran en las acciones del pequeño, sino en aspectos que tienen que ver con él mismo, pueden llevar a la aparición de toda una serie de sentimientos negativos, como vulnerabilidad, inadecuación, o incluso puede hacer, en última instancia, que estos niños se sientan indignos de recibir amor o atención positiva.
También tras una crianza emocionalmente distante o en los casos donde ha habido abusos o negligencias es frecuente el desarrollo de problemas de autoestima, autodesprecio y la vergüenza tóxica. Los progenitores que no atienden o ignoran las necesidades, ya sean físicas o emocionales, transmiten la idea a sus hijos que no son dignos de amor y que son defectuosos.
Aunque, tal y como hemos visto, la vergüenza tóxica se desarrolla durante la niñez y adolescencia, también puede ocurrir en la edad adulta. Esto sucede cuando los errores del pasado siguen instalados en nuestra cabeza, aún mucho tiempo después de que hayan ocurrido. En este caso, no enfrentarse a ellos o enterrarlos en lo más profundo del subconsciente, puede hacer que se desarrolle este tipo de sentimiento tóxico.
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Efectos de la vergüenza tóxica
El escuchar comentarios constantemente negativos sobre la falta de inteligencia o la propia personalidad, probablemente hará que la persona acabe creyendo que son ciertos y los interiorice. Aunque esta es una respuesta totalmente natural, no quita que siga siendo muy nociva. En el caso de los adultos, cargar con la vergüenza de las malas decisiones durante largos períodos puede hacer que una persona se sienta inútil.
Alguien que padece de vergüenza tóxica se siente profundamente indigno, humillado y defectuoso como persona. También puede cree que le falta algo vital y se siente perseguidos por un vacío y una ausencia omnipresentes. Este sentimiento afecta todo su ser y los hace muy infelices. Además, en última instancia, la vergüenza tóxica puede volverse parte de la propia identidad, dañando la percepción que tiene la persona de sí misma y afectando a su autoestima. Esto es especialmente cierto para los niños que recién comienzan a formar su concepto de sí mismos.
La vergüenza tóxica y los demás sentimientos negativos derivados traen consigo toda una serie de consecuencias. Estas pueden moldear dramáticamente quiénes somos (es más que una emoción que nos muestra nuestras limitaciones). Sentir vergüenza tóxica es como creer que ya no merecemos ser considerados seres humanos por los demás, esto se debe a que implica una profunda sensación de fracaso. En consecuencia, esto puede hacer que la persona oculte a todos los aspectos de quién es internamente y su verdadera personalidad. En casos graves, la persona pierde la fe en sí misma y en que se puede confiar en ella. El sentimiento profundo de vergüenza tóxica hace que la persona se siente completamente sola y aislada del mundo.
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¿Cómo superar la vergüenza tóxica?
La vergüenza tóxica es compleja de tratar porque puede pasar inadvertida y, además, es difícil de admitir. Sin embargo, existen una serie de estrategias que exponemos a continuación que pueden ayudarnos a empezar a recuperarnos, en el caso de enfrentarnos a este sentimiento, como cambiar los mensajes que nos enviamos a nosotros mismos, la meditación, abrirnos a los demás y compartir los sentimientos de vergüenza que nos atormentan, buscar relaciones satisfactorias que nos aporte compasión, y en el caso de considerarlo necesario también podemos acudir a terapia. Un profesional puede ayudarnos a dar los primeros pasos para enfrentarnos al problema.
La vergüenza tóxica suele tener un origen profundo y estar arraigada en nosotros, pero la autocompasión y el amor propio pueden ser herramientas útiles para suavizarla tanto a ella como a sus consecuencias más negativas. Los enfoques psicodinámicos pueden ayudarnos a desentrañar y curar la angustia en su origen.
Trabajar con los problemas de nuestro niño interior puede ayudarnos a abordar la vergüenza derivada de la infancia y adolescencia. Esta toma de conciencia y práctica terapéutica permite reemplazar la vergüenza y el disgusto tempranos con amor y bondad curativos. Además de permitirnos entender que nuestros valores pueden ser diferentes de los que nos enseñaron y separar nuestra identidad del sentimiento de vergüenza. También nos permite darnos cuenta de cómo la vergüenza tóxica afecta a nuestro presente.
Superar esta emoción nos permite desarrollar capacidades tan importantes como la autoafirmación y la expresión. En consecuencia, también somos capaces de conectar con nosotros mismos y los demás de una manera auténtica. Además, al no estar en nuestra cabeza o valorando lo qué hicimos mal, podemos disfrutar del momento presente.