Muchas veces, se ha apuntado al impresionismo como el primer “ismo” que rompe con el academicismo. Sin embargo, mucho antes de que este grupo de rebeldes cuestionara lo valores académicos en la pintura, existieron otras corrientes artísticas que, con sus propios ideales estéticos, propugnaban algo parecido.
Es el caso de los prerrafaelitas, que surgieron a mediados del siglo XIX para protestar contra el encorsetado arte que se enseñaba en las escuelas oficiales. En este artículo vamos a dar un repaso al movimiento prerrafaelita; hablaremos de qué motivó su aparición y cuáles son sus características esenciales.
Las características principales del movimiento prerrafaelita
En 1848, tres compañeros de estudios e inseparables amigos deciden fundar una hermandad artística. Los tres se han educado en las escuelas de la Royal Academy de Londres, en medio de un academicismo que ahora se les antoja castrante y dominador. Son jóvenes (sus edades están comprendidas entre los 19 y los 23 años) y, por tanto, llenos de rebeldía y planes para el futuro. Dentro de estos planes se encuentra el poco menos que imposible reto de cambiar las bases sobre las que se asienta el arte victoriano. Casi nada.
Estos tres miembros originales de lo que se denominó Hermandad Prerrafaelita eran John Everett Millais (1829-1896), William Holman Hunt (1827-1910) y Dante Gabriel Rossetti (1828-1882). Este último se erigiría más tarde como uno de los representantes más importantes de la hermandad, aunque ya veremos que, en la segunda etapa del movimiento, Rosetti se distanció bastante de las premisas originales y creó un estilo propio y distintivo.
Parece ser que la fundación de la hermandad se produjo en casa de Millais. Allí, y según deja constancia Heather Birchall en su libro Prerrafaelitas, el hermano menor de Rossetti, William Michael, se erigió como secretario de la recién nacida hermandad y puso por escrito sus principios. El más importante de todos ellos era realizar “buenos cuadros y esculturas”. Para ello, los prerrafaelitas expresarían las ideas “auténticas”, sin mezclarlas con elementos convencionales y superfluos.
La consecuencia de todo ello son unas obras preciosistas y cargadas de detalle, un auténtico estudio directo de la naturaleza, que representaban temas poco o nada usuales en el arte. Así, mientras que la academia promulgaba modelos estereotipados que siguieran unos ideales clásicos, los prerrafaelitas tomaban sus modelos del natural, entre sus familiares y amigos. Además, se inspiraban directamente en la naturaleza, de la que captaban todas y cada una de sus expresiones, lo que los acercaba asombrosamente a los primitivos flamencos del siglo XV.
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El arte “antes de Rafael”
Esa era precisamente la idea de estos jóvenes soñadores: imitar con pasión el arte que se había ejecutado antes de la irrupción del clasicismo, que ellos identificaban con figuras como Rafael o Miguel Ángel. Para los prerrafaelitas, el verdadero arte, el que contenía esa “idea auténtica” que deseaban plasmar, era el que se había realizado antes de estos artistas, que ellos no consideraban en ningún momento “maestros”. Al contrario; para Rossetti y compañía, Rafael, Miguel Ángel y Leonardo habían corrompido el arte, puesto que lo habían sujeto a unas normas, y habían eliminado, de esta forma, la pureza y la inocencia de los primeros artistas cristianos.
Si los prerrafaelitas tenían o no razón, es algo en lo que no nos entretendremos. Pero resaltamos esta “aversión” a Rafael porque, de otra forma, no se comprende la esencia de su movimiento. De hecho, el nombre de la hermandad ya es de por sí muy significativo: prerrafaelitas, o sea, “antes de Rafael”.
No está muy claro quién puso el nombre a la hermandad. En su autobiografía, William Hunt declara que fue él el primero en nombrar al grupo con este apelativo. Siguiendo de nuevo a Hunt, parece ser que Rossetti y Millais habrían propuesto el singular nombre de arte protocristiano, haciendo referencia, una vez más, al arte cristiano anterior al siglo XVI.
¿En quién se inspiraban, entonces, los prerrafaelitas? En el arte italiano del Trecento y el Quattrocento, con figuras como Duccio o Fra Angelico, y también en los primitivos flamencos, con Jan van Eyck a la cabeza. Les enternecía especialmente la falta de coherencia y perspectiva de estos cuadros, así como el detallado estudio de la naturaleza y el preciosismo de todos sus detalles. Incluso el primer ideal femenino del movimiento estuvo inspirado, en cierta manera, en las lánguidas vírgenes góticas, y encontraría su encarnación en la figura de Elizabeth Siddal, la que sería la esposa de Rossetti.
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Las etapas del movimiento prerrafaelita
Se pueden advertir claramente dos etapas en la trayectoria del arte prerrafaelita. La primera abarcaría el periodo 1848-1853, aproximadamente, desde la fundación de la hermandad hasta la escisión del grupo. La segunda etapa está liderada por un Rossetti en todo su esplendor, e iría desde los años 50 del siglo XIX hasta la muerte del pintor, en 1882. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la influencia de los prerrafaelitas se alargó en el tiempo y subyugó a muchos artistas de finales de siglo, como a John William Waterhouse (1849-1917).
La etapa inicial: la fundación de la hermandad
Ya hemos comentado como, en 1848, se funda la Hermandad Prerrafaelita. En 1849, Millais y Hunt consiguen exponer, por primera vez, en la tan odiada Royal Academy. Contra todo pronóstico, las obras reciben una acogida bastante calurosa; se alaba su cuidado detallismo y su “estética medievalizante”. El cuadro Isabella de Millais, inspirado en un poema de Keats (que todos los miembros de la hermandad admiraban), consigue alabanzas inesperadas.
Por su parte, Rossetti también ha empezado a exponer, pero no en la Royal Academy (hecho al que siempre se negaría), sino en la llamada Exhibición Libre. Allí presenta su cuadro La infancia de la Virgen, de evidente inspiración gótica. Más tarde, confunde al público con su famosa Anunciación. La gente no está acostumbrada a una representación como esa: la Virgen, sin nada que la identifique como personaje sagrado, parece una adolescente común, retraída en su cama, asustada; el arcángel está de espaldas, y… ¡no lleva alas!
Sin embargo, la crítica general es bastante favorable, lo que anima a la hermandad a publicar su propia revista, The germ, donde se dan a conocer sus ideas acerca del futuro del arte. En ella escribe también la hermana de Rossetti, Christina, que será, además, una gran poetisa de la era victoriana.
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La segunda etapa: el triunfo de Rossetti
En 1853, John Everett Millais es escogido miembro de honor de la Royal Academy. Este es un duro golpe para Rossetti, que siempre detestó la institución por considerarla la abanderada del encorsetamiento artístico. Es muy probable que este hecho influyera, y mucho, en la escisión del grupo: en la década de 1850, la Hermandad Prerrafaelita ya no existe.
No existe ya el grupo de forma cohesionada, pero sus miembros siguen trabajando. Y es en esta segunda etapa cuando va a destacar poderosamente la obra de Dante Gabriel Rossetti, que se encuentra en un periodo de fecundidad artística. Rossetti dará un giro hacia un lenguaje mucho más onírico, en el que el esteticismo, ese “arte por el arte” tan característico de la segunda mitad del XIX, se impone por encima del anterior naturalismo. Una de las características principales de esta segunda etapa, especialmente en la obra de Rossetti, es un acervado medievalismo. El artista se inspira en la poesía de Dante, en las leyendas artúricas, en las poesías de los románticos ingleses; estos últimos evocan un pasado medieval idealizado que sirve al artista para evadirse del mundo moderno.
De este periodo son sus obras maestras: Bocca Baciata (1859), El sueño de Dante ante la muerte de su amada (1878) y, sobre todo, su obra culmen, Beata Beatrix (1864-70), que representa a la Beatriz de Dante tras la muerte, pero que en realidad es Elizabeth Siddal, la esposa de Rossetti, que había muerto por una sobredosis de láudano.
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Las musas prerrafaelitas: Lizzie Siddal y Jane Morris
El movimiento prerrafaelita, tomando quizás los ideales de la poesía de Dante y Petrarca, configuró un modelo idealizado de belleza femenina. Principalmente es Rossetti el que plasmó con más asiduidad este ideal, que está irremediablemente ligado a dos de las musas de la hermandad: Elizabeth ‘Lizzie’ Siddal (1829-1862) y Jane Burden Morris (1839-1914).
La primera fue “descubierta” en una tienda de sombreros, y pronto llamó la atención de los prerrafaelitas por su belleza “gótica”: alta y esbelta, pálida, de largo cuello de cisne y abundantes cabellos rojizos. Lizzie se convirtió de inmediato en la musa más requerida de la hermandad. Famoso es el episodio en que se sumergió en una bañera para posar para el cuadro de Ofelia, de Millais. Cuentan que las velas que calentaban el agua se apagaron, y que Lizzie cogió un fuerte resfriado al permanecer tanto tiempo en el agua helada. A partir de 1853, Rossetti quiso a Lizzie para él solo. La joven aparece en muchas de sus obras, materializando ese ideal de belleza casi onírica que los prerrafaelitas anhelaban.
Sin embargo, la llegada de Jane Burden lo trastocó todo. Al menos, para Lizzie. Mucho más joven que ella e igualmente bella, Jane era una seria competencia. Sus bellezas, empero, no podían ser más diferentes: mientras que Lizzie era una figura casi etérea, Jane poseía una belleza contundente y morena, de abundante cabello negro y rizado.
Los prerrafaelitas la conocieron una noche en el teatro y, al punto, se entusiasmaron con ella. William Morris (que, junto a Edward Burne-Jones había entrado en el grupo durante la segunda etapa) se enamoró perdidamente de ella. Ambos se casaron en 1859, aunque parece ser que Jane, ‘Janey’, como la llamaban, solo tenía ojos para el apuesto Rossetti. Pronto, la joven morena desplaza a la pálida pelirroja en cuanto a musa del grupo.
La presencia de Jane sumió a Lizzie aún más en su depresión, que había empezado en 1861, cuando dio a luz a un bebé muerto. Las constantes infidelidades de Rossetti no ayudaban. Así, la mañana del 11 de febrero de 1862, Lizzie fue encontrada muerta en su cama. Se había tomado una sobredosis de láudano; todavía hoy en día se desconoce si fue accidental o un suicidio.
Rossetti, devastado, enterró con ella sus poemas no publicados. Años más tarde se arrepentiría y mandaría exhumar el ataúd de su esposa para recuperarlos. Su suerte no fue mucho mejor que la de ella; arrastrado por las drogas y el alcohol, Rossetti murió en 1882, a los 53 años.