La disforia de género se asocia con un malestar intenso y persistente relacionado con la incongruencia entre el género vivido y las características corporales. A medida que se ha ido luchando contra el estigma que sufren las personas con identidades de género disidentes, desde la Psicología, este fenómeno se ha estudiado con frecuencia a través de variables como imagen corporal, síntomas depresivos o ansiedad, mientras que la autoestima suele aparecer como un constructo transversal más que como un foco principal.
Sin embargo, la evidencia disponible sugiere que la autoestima cumple un papel clave en la forma en que las personas con disforia de género se relacionan con su cuerpo y consigo mismas. Para quienes trabajamos en el mundo de la salud mental, comprender esta interacción resulta fundamental para el diseño de intervenciones clínicas eficaces y éticamente sensibles.
Autoestima, imagen corporal y disforia de género
Empecemos por lo fundamental. La autoestima puede definirse como la evaluación global que una persona hace de su propio valor. En el contexto de la disforia de género, esta evaluación se ve profundamente influida por la relación con el cuerpo y por factores sociales como el estigma y la transfobia. Estudios correlacionales han mostrado que una menor autoestima se asocia a mayor insatisfacción corporal y a niveles más elevados de depresión en personas con disforia de género, lo que sugiere que trabajar la valoración personal puede tener efectos indirectos sobre el malestar corporal.
En población adolescente trans y de género diverso, la investigación indica que la intensidad de la disforia está estrechamente vinculada a la percepción negativa de aquellas partes del cuerpo asociadas al sexo asignado al nacer. Aunque la autoestima global no siempre se evalúa de forma explícita, los datos apuntan a que el rechazo corporal sostenido contribuye a un autoconcepto más frágil, especialmente en etapas del desarrollo donde la identidad aún se está consolidando.
Factores sociales y estrés de minoría
La relación entre autoestima y cuerpo no puede entenderse sin considerar el contexto social. El modelo de estrés de minoría explica cómo la exposición crónica a discriminación, microagresiones y rechazo social impacta negativamente en la salud mental de las personas trans y género diverso. La internalización de estos mensajes sociales puede traducirse en vergüenza corporal, autocrítica intensa y una sensación persistente de no ser suficiente, erosionando la autoestima.
Desde esta perspectiva, el malestar corporal no es únicamente una cuestión intrapsíquica, sino también una respuesta comprensible a un entorno invalidante. Teniendo esto en cuenta, la Psicología contemporánea subraya la importancia de validar esta experiencia y de diferenciar entre el sufrimiento derivado de la disforia y aquel que surge como consecuencia directa del estigma social.
Intervenciones afirmativas y cambios en la relación con el cuerpo
La evidencia sobre intervenciones de afirmación de género, como tratamientos hormonales y quirúrgicos, muestra mejoras consistentes en salud mental y satisfacción corporal. Estudios longitudinales indican descensos significativos en la disforia de género y en la insatisfacción con el cuerpo tras el acceso a estas intervenciones, junto con incrementos en la autoconfianza y la percepción de atractivo. Aunque estos trabajos no siempre miden la autoestima de forma directa, los resultados sugieren una mejora global del autoconcepto.
No obstante, diversos autores advierten del riesgo de abordar la disforia exclusivamente desde una perspectiva médica. Sin un acompañamiento psicoterapéutico adecuado, pueden persistir dificultades relacionadas con la autoaceptación, la regulación emocional o la integración de la identidad, incluso después de cambios corporales significativos. Por ello, se recomienda una intervención combinada que integre apoyo psicológico centrado en la autoestima y la relación con el cuerpo.
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Herramientas terapéuticas desde la Psicología cognitivo-conductual y afirmativa
Las terapias cognitivo-conductuales adaptadas a población trans y género diverso ofrecen un marco sólido para intervenir sobre la autoestima corporal. La reestructuración cognitiva permite identificar y cuestionar pensamientos automáticos relacionados con supuestos defectos corporales, comparaciones sociales constantes o creencias nucleares de falta de valía. Este trabajo cognitivo resulta especialmente relevante cuando la autocrítica se ha cronificado y pasa a formar parte de esas creencias “por defecto” que la persona trans mantiene sin darse cuenta de que le dañan.
La exposición gradual a situaciones evitadas, como mirarse al espejo o utilizar ropa congruente con el género sentido, se ha propuesto como una estrategia eficaz para reducir el malestar corporal. Integrada en un enfoque afirmativo, esta técnica busca disminuir la evitación y aumentar la tolerancia emocional, favoreciendo una relación más flexible con el propio cuerpo.
Los modelos afirmativos ponen el acento en la validación explícita de la identidad de género y en el abordaje de la transfobia internalizada. Trabajar terapéuticamente la experiencia de rechazo social contribuye a reducir la vergüenza y a fortalecer la autoestima, al desplazar el foco del “problema” desde el individuo hacia el contexto social que genera el estigma.
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Promoción de una imagen corporal más funcional y compasiva
Investigaciones recientes destacan la utilidad de promover una relación con el cuerpo basada en la funcionalidad más que en la apariencia. Centrar la atención en lo que el cuerpo permite hacer, sentir y experimentar puede facilitar una disminución de la hiperfocalización en rasgos corporales asociados a la disforia. Este enfoque resulta especialmente relevante en personas no binarias, para quienes los modelos normativos de cuerpo masculino o femenino pueden resultar poco representativos.
La incorporación de prácticas de autocompasión y aceptación corporal gradual se ha señalado como una vía prometedora para mejorar la autoestima. Estas estrategias ayudan a contrarrestar la tendencia a la autoobjetivación y a las conductas de control excesivo del cuerpo, como la preocupación por el peso o las conductas alimentarias desadaptativas, que se han relacionado con mayor insatisfacción corporal en población trans.
El apoyo psicológico especializado para personas trans ya es una realidad
En definitiv,a desde la Psicología, abordar la autoestima en el contexto de la disforia de género implica reconocer la compleja interacción entre factores individuales, corporales y sociales. Las intervenciones más eficaces parecen ser aquellas que combinan enfoques cognitivo-conductuales, afirmativos y transdiagnósticos, adaptados a las experiencias específicas de las personas trans y género diverso.

Bárbara Zapico Salomón
Bárbara Zapico Salomón
Psicóloga De Pareja, Familia, Niños Y Adultos
La investigación futura podría beneficiarse de una evaluación más sistemática de la autoestima como variable central, así como del desarrollo de programas manualizados que integren el trabajo corporal, identitario y emocional. En última instancia, mejorar la relación con el cuerpo no solo reduce el malestar asociado a la disforia, sino que también contribuye a construir un sentido de valía personal más sólido y coherente.


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