En la actual era digital, las redes sociales han transformado la manera en que las personas interactúan con su imagen. Uno de los fenómenos más destacados es el uso de filtros de belleza, herramientas que permiten modificar rasgos faciales y corporales con un solo clic. Aunque inicialmente fueron diseñados para el entretenimiento, su popularidad ha generado preocupaciones sobre su impacto en la autoestima y la percepción del propio cuerpo.
Un nuevo estudio ha explorado cómo los filtros que adelgazan influyen en la imagen corporal, la auto-objetivación y las actitudes hacia el peso y la comida. En este, identificaron un nuevo concepto: la comparación social con uno mismo, que ocurre cuando las personas contrastan su apariencia real con su imagen filtrada. Los resultados evidenciaron que este tipo de comparación intensifica la insatisfacción corporal, refuerza estándares poco realistas y puede aumentar el deseo de perder peso.
Dado el impacto psicológico que esto puede generar, es crucial reflexionar sobre el uso de los filtros y promover una autoimagen más saludable, libre de las presiones estéticas impuestas en el entorno digital.
El auge de los filtros de belleza y su impacto en la autoimagen
En los últimos años, los filtros de belleza han inundado las redes sociales, convirtiéndose en herramientas comunes para modificar la apariencia en tiempo real. Aplicaciones como Instagram, TikTok y Snapchat han integrado estos filtros de manera que cualquier usuario pueda acceder a ellos con relativa facilidad. Lo que comenzó como una forma de entretenimiento ha evolucionado hasta convertirse en una práctica habitual para muchas personas, especialmente jóvenes y adolescentes.
Estos filtros pueden modificar rasgos faciales, suavizar la piel, agrandar los ojos o incluso adelgazar el rostro y el cuerpo. Aunque su uso puede parecer inofensivo, su impacto en la percepción de la propia imagen es significativo. Al comparar constantemente su apariencia real con la versión editada que los filtros ofrecen, muchas personas desarrollan una visión distorsionada de sí mismas.
El problema radica en que los estándares de belleza promovidos por estos filtros suelen ser irreales e inalcanzables. Al usarlos repetidamente, las personas pueden comenzar a sentir que su apariencia sin filtros es inadecuada, lo que contribuye a una baja autoestima y una insatisfacción corporal creciente. Esto es especialmente preocupante entre adolescentes, quienes están en una etapa de desarrollo en la que la autoimagen juega un papel fundamental en su bienestar emocional.
Además, el uso excesivo de filtros refuerza la idea de que la belleza está ligada a la perfección digital. Esto puede llevar a un aumento de la auto-objetivación, en la que las personas comienzan a verse a sí mismas como objetos que deben cumplir con ciertos estándares estéticos. A largo plazo, esta mentalidad puede derivar en problemas psicológicos como ansiedad, depresión y trastornos de la alimentación.
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El estudio: ¿cómo afectan los filtros a la autoestima?
Para entender mejor los efectos de los filtros de belleza en la imagen corporal y la autoestima, las investigadoras Makenzie Schroeder y Elizabeth Behm-Morawitz llevaron a cabo un estudio en el que analizaron cómo el uso de filtros que adelgazan afecta directamente la percepción del cuerpo y las actitudes relacionadas con el peso, el cuerpo y la ingesta.
El estudio, publicado en la revista Computers in Human Behavior, contó con 187 participantes, todos usuarios habituales de redes sociales. Se diseñó un experimento en línea en el que los participantes fueron expuestos a distintas condiciones: algunos usaron un filtro que adelgaza en su propia imagen, mientras que otros observaron imágenes de otras personas con el mismo filtro aplicado. El objetivo era analizar cómo estas experiencias influían en su autoimagen y actitudes hacia el cuerpo.
Uno de los hallazgos más importantes fue la introducción de un nuevo concepto en la teoría de la comparación social: la comparación social con uno mismo. Este término describe el fenómeno mediante el cual las personas comparan su imagen filtrada con su apariencia real, generando una brecha entre ambas versiones. Los resultados mostraron que esta comparación era mucho más intensa cuando los participantes usaban el filtro en sí mismos, en comparación con cuando observaban a otras personas utilizándolo.
Los efectos negativos del uso de estos filtros fueron evidentes. Los participantes que aplicaron el filtro en sus propias imágenes experimentaron un aumento en el deseo de perder peso, una mayor auto-objetivación (es decir, la tendencia a verse como un objeto de evaluación estética) y actitudes más negativas hacia el sobrepeso. En otras palabras, los filtros no solo reforzaron la insatisfacción corporal, sino que también promovieron estereotipos dañinos sobre el peso y la belleza.
El estudio también identificó la dismorfia corporal y la comparación social con uno mismo como mediadores clave en estos efectos. Es decir, los filtros pueden alimentar la percepción distorsionada del propio cuerpo, aumentando la probabilidad de desarrollar preocupaciones obsesivas sobre la apariencia. Estos hallazgos resaltan la necesidad de una mayor conciencia sobre el impacto psicológico del uso excesivo de filtros en redes sociales.
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La relación entre filtros de belleza y dismorfia corporal
El uso frecuente de filtros de belleza puede contribuir al desarrollo de la dismorfia corporal, un trastorno en el que una persona percibe defectos en su apariencia que no son reales o están exagerados en su mente. Aunque la dismorfia corporal no es nueva, el auge de las redes sociales y la posibilidad de modificar la propia imagen con filtros han intensificado este problema.
Cuando una persona utiliza constantemente filtros que afinan el rostro, suavizan la piel o adelgazan el cuerpo, empieza a interiorizar esta imagen como un ideal. Al mirarse en el espejo y no verse reflejada en esa versión editada, puede experimentar frustración, ansiedad y una percepción negativa de su apariencia real. Este fenómeno ha llevado a un aumento en los casos de dismorfia corporal, mediante los cuales las personas buscan parecerse a sus versiones con filtro, llegando incluso a someterse a cirugías estéticas.
El estudio de Schroeder y Behm-Morawitz encontró que la comparación social con uno mismo es un mecanismo clave en este proceso. Al comparar su imagen real con la versión filtrada, las personas desarrollan una brecha entre cómo se ven y cómo “deberían” verse, lo que refuerza la insatisfacción corporal. Este efecto es aún más fuerte en quienes ya tienen una baja autoestima o una tendencia a la auto-objetivación.
Además, los filtros refuerzan los estándares de belleza poco realistas que dominan las redes sociales. En lugar de fomentar la aceptación del cuerpo en su diversidad, promueven la idea de que solo ciertos rasgos físicos son deseables. Como resultado, muchas personas pueden sentirse presionadas a cambiar su apariencia en la vida real, ya sea a través de dietas extremas, ejercicio compulsivo o cirugías estéticas. Este impacto psicológico pone en evidencia la necesidad de reflexionar sobre el uso de los filtros y fomentar una imagen corporal más realista y saludable.
Redes sociales, autoestima y la importancia de un uso saludable
El impacto de los filtros de belleza no se limita a la imagen corporal, también se extiende a la autoestima y la salud mental de quienes los utilizan con frecuencia. Diversos estudios han demostrado que la exposición constante a estándares de belleza irreales en redes sociales puede generar ansiedad, depresión e insatisfacción con la propia apariencia. Además, las comparaciones constantes pueden hacer que las personas se sientan inadecuadas o menos valiosas si no cumplen con estos ideales.
El estudio de Schroeder y Behm-Morawitz refuerza la idea de que los filtros contribuyen a una visión distorsionada del cuerpo y promueven actitudes negativas hacia el peso. En este contexto, es importante promover un uso más consciente de las redes sociales y desarrollar estrategias que busquen proteger la autoestima.
Algunas recomendaciones simples incluyen la reducción del uso de estos filtros de belleza, especialmente aquellos que modifican la estructura del rostro o cuerpo. Además, puede ser positivo seguir cuentas que fomenten la diversidad corporal y una imagen realista de la belleza. Esto puede ayudarte a practicar la autoaceptación, reconociendo que la belleza no depende de la edición digital. Por último, limitar el tiempo que pasamos en redes sociales también es útil para evitar comparaciones constantes.
En lugar de utilizar filtros para encajar en un ideal inalcanzable, es fundamental aprender a valorar la propia imagen y desarrollar una relación más saludable con el cuerpo y la comida. Esto no solo beneficia la autoestima individual, sino que también contribuye a generar una cultura más inclusiva y libre de presiones estéticas dañinas.
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