Ir al psicólogo puede ser una situación verdaderamente reveladora. En su consulta podemos descubrir más a fondo quienes somos, aprendiendo más sobre nosotros y descubriendo formas para ser más felices y mejores personas.
Muchas personas van al terapeuta con la clara idea de sentirse bien, sin embargo, tras la primera sesión, el desconcierto, cierta frustración e incluso decepción pueden aparecer puesto que se tienen unas muy altas expectativas sobre cómo mejorará nuestras vidas a corto plazo.
Lo cierto es que la psicoterapia es un proceso de sanación y mejora que, aunque efectivo, toma su tiempo. No es algo automático: vamos a necesitar varias sesiones, y en ellas nuestra actitud y predisposición a cambiar van a ser claves. A continuación descubriremos cómo facilitar los progresos terapéuticos al ir al psicólogo.
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Cómo facilitar los progresos terapéuticos cuando acudas al psicólogo
Acudir al psicólogo es un proceso beneficioso, pero a largo tiempo. Sus efectos positivos tardan lo suyo en manifestarse y, para que se noten, es necesario acudir varias veces a psicoterapia durante meses (o incluso años) para que las pequeñas mejoras que se dan tras cada sesión se vayan acumulando y den un efecto mucho mayor. Lo bueno se hace esperar y cambiar la forma de sentir, pensar e interactuar con nuestro entorno no se da de forma automática e inmediata.
El progreso a lo largo del transcurso de la psicoterapia no es algo que introduzcan los psicólogos en la mente de sus pacientes de forma mágica. Lo que sucede es que, a través de una buena alianza terapéutica, el psicólogo trata de mejorar la vida del paciente recomendándole pautas de comportamiento y, a su vez, el paciente toma un rol activo en su propia mejora. Si se acude al psicoterapeuta con la clara mentalidad de querer mejorar y cambiar, siendo colaborativo, será cuestión de tiempo que se den progresos.
Desde ya hace bastante tiempo se sabe que la psicoterapia es una herramienta útil, con amplia evidencia científica que respalda su eficacia a la hora de tratar una amplia variedad de problemas psicológicos. Ya sea enseñando al paciente a cómo gestionar un síntoma o ayudándole a superar todo un trastorno la psicoterapia es, sin lugar a dudas, uno de los procesos terapéuticos más sólidos y potentes para dotar a las personas de bienestar, incluso cuando ellas mismas creen que nunca van a ser felices.
Sin embargo, la eficacia de la psicoterapia depende mucho del paciente. Su predisposición a mejorar y la actitud que muestre tanto en las sesiones como en las tareas que se le recomiende hacer en su hogar son factores que facilitan los progresos psicoterapéuticos. Son las pequeñas actitudes y los cambios en la manera de comportarse y ver las cosas que hacen que una persona progrese al recibir psicoterapia.
A continuación veremos algunas claves que nos van a mostrar cómo facilitar los progresos y la mejora al ir a psicoterapia.
1. Comprometerse con las regularidad de las sesiones
Uno de los aspectos más importantes a la hora de facilitar el cambio a mejor como paciente es, sin lugar a dudas, acudir a las sesiones. Estas sesiones son pensadas por el psicólogo muy meditadamente. Se intenta escoger el momento más adecuado para hacerlas, evitando que estén demasiado separadas en el tiempo como para que el paciente olvide lo que hizo en la sesión anterior pero, también, evitando que estén demasiado juntas, puesto que no daría tiempo a que se apreciaran las mejoras de la sesión anterior.
Como pacientes debemos respetar estos tiempos. Puede que un día nos vaya mal ir al psicólogo y le pidamos que nos cambie la fecha, pero lo que no podemos hacer es ir atrasándola constantemente. Debemos ser constantes. Veámoslo así: si nos apuntamos al gimnasio para ponernos en forma, ¿de qué nos sirve ir una vez cada dos meses? Está claro que no van a haber cambios. Pues bien, pasa exactamente lo mismo con la psicoterapia.
2. Apuntar el progreso
En muchas ocasiones pasa que, al intentar ver si estamos progresando, nos cuesta valorar absolutamente todo lo que ha sucedido. El ser humano no tiene una memoria ilimitada y, si además de ello le añadimos el efecto del sesgo de negatividad, lo más probable es que lo malo que nos ha pasado lo veamos más fácilmente que todo lo bueno que nos ha ocurrido, algo que puede perjudicar nuestro progreso o, incluso, hacernos pensar en abandonar la terapia.
Por este motivo es ideal apuntar el progreso que hemos hecho tras cada sesión, haciendo nuestro “diario del paciente”. No es algo que tengamos que enseñarle al psicólogo, a no ser que así lo queramos. Simplemente se trata de un registro en el que vamos poniendo qué hemos hecho en cada sesión, de qué hemos hablado, qué mejoría nos ha dicho el psicólogo que está viendo...
También es útil para apuntar nuestros pensamientos, ideas y sensaciones vinculadas al problema a tratar. Así, al tenerlos apuntados nos acordaremos mejor de cara a la siguiente sesión y podremos comentarle una información útil al psicólogo para que valore cuál es la mejor opción terapéutica o si ya se puede hablar de mejoría completa.
3. Mantener hábitos de vida saludables
Empezar una terapia psicológica puede ser verdaderamente disruptivo, pese a que su objetivo es el de mejorar nuestras vidas. A muchas personas les pasa que, al poco de empezar, se sienten confusas, tensas y con la mente revuelta. Esto hace que tomen decisiones muy impulsivas, entre ellas tomar malos hábitos como comer en exceso, dejar de practicar deporte, morderse las uñas…
Debemos entender que la psicoterapia no contribuye a que seamos menos saludables, más bien al contrario. Muchas personas que acuden al psicólogo empiezan a tomar buenos hábitos de vida como practicar más deporte, tomar una dieta más saludable, dejar de fumar… se sienten motivadas para vivir la vida y hacerla más larga.
Sin embargo, los inicios cuestan. Dado que mente y cuerpo están muy relacionados, que tengamos unos malos hábitos de vida pueden entorpecer la psicoterapia. Si mantenemos un estilo de vida saludable, durmiendo 8 horas al dia, practicando deporte entre 2 y 3 veces a la semana y comiendo una dieta saludable nuestra forma de ver el mundo será positiva y constructiva, algo que sin lugar a dudas beneficiará el proceso terapéutico.
4. Identificar cómo lidiamos con el malestar
Si vamos al psicólogo es para mejorar como personas y sentirnos bien. Él o ella nos dará pautas para enfrentarnos a nuestro malestar, las cuales nos serán útiles y efectivas. Sin embargo, para que su efecto sea el máximo posible debemos limitar aquellas estrategias disfuncionales que aplicamos en nuestro día a día, aquellas que, sin siquiera saber que las hacemos, empeoran nuestras vidas.
Fijémonos en la forma de tratar el malestar muy intenso. Muchas veces, los hábitos que tomamos para lidiar con ese malestar lo alimentan o, incluso, son parte del problema. Si los detectamos y se los comentamos al profesional él nos dotará de alternativas que puedan contrarrestarlos para, así, acelerar y potenciar los progresos terapéuticos de acudir al psicólogo.
Un ejemplo de formas disfuncionales de manejar el estrés son los atracones. Muchas personas, estando nerviosas, ingieren grandes cantidades de comida, especialmente comida basura. Estos alimentos son muy perjudiciales no solo para nuestro organismo sino también para nuestro estado anímico, haciendo que nos sintamos más de mal humor y tristes.
5. Detectar situaciones que nos impiden avanzar
La mejora terapéutica no solo ocurre en la consulta con el psicólogo, sino en cualquier contexto importante para el paciente. El proceso terapéutico está ligado a las situaciones reales y cotidianas a las que nos tenemos que enfrentar cada día, motivo por el cual es fundamental detectar aquellos contextos que nos impiden avanzar, que son obstáculos para alcanzar el bienestar y la felicidad. Debemos fijarnos en las situaciones, lugares y personas que nos hacen sentir peor o entorpecen la terapia.
Un ejemplo claro de esto lo tenemos con las personas que acuden a terapia para desintoxicarse. Es muy probable que sus amistades consuman exactamente las mismas drogas que el paciente trata de dejar atrás, con lo cual, seguir viéndolas puede incrementar sus ganas de recaer echando por tierra toda la terapia. Aunque drástica, la mejor decisión que se puede hacer para facilitar el progreso en esta situación es dejar de salir con adictos.
6. Ser honesto con el terapeuta
Es cierto que una de las creencias más extendidas acerca los psicólogos es que somos capaces de leer la mente. Una confesión: es mentira. Los psicólogos no podemos saber qué es lo que está pensando una persona con tan solo mirarle los ojos. Una cosa es interpretar los microgestos, capaces de evocarnos emociones, y otra cosa es todo el complejo pensamiento, vivencias y sentimientos que se esconden tras esos ojos.
Por este motivo, si como pacientes queremos ver progresos terapéuticos al ir al psicólogo debemos ser honestos con él. No nos confundamos, no estamos diciendo que se deba decir absolutamente todo, incluyendo todo tipo de intimidades. No, la idea de ser honestos es hablar del problema que nos incomoda, sin mentir y diciendo aquello que creemos que es necesario que el psicólogo sepa.
Si consideramos que hay cosas que el psicólogo debería saber pero nos da miedo de que se lo digan a otras personas no debemos preocuparnos. Los psicólogos tenemos un código ético que nos impide compartir secretos con terceros, siempre y cuando la información revelada por el paciente no implique un peligro ni para él ni para los demás. Por ejemplo, que un paciente nos diga que le gusta ver pornografía es algo muy distinto a que nos revele que abusa constantemente de menores.
¿Y qué cosas no hacen falta hacer para progresar?
Son varios los mitos que corren entorno a lo que deberían hacer los pacientes nada más entrar en la consulta de un psicólogo. A día de hoy muchos se piensan que haciendo ciertas acciones van a garantizar el progreso terapéutico. Si bien no es que necesariamente lo entorpezcan, sí que cabe decir que no son necesarias. Hay muchas creencias en la cultura popular acerca lo que debe hacer el paciente que son perjudiciales puesto que hacen ver a la psicoterapia como algo muy distinto a lo que realmente es. Veamos unas cuantas.
1. No hay que contarlo absolutamente todo
Si bien es cierto que los psicólogos hacemos muchas preguntas y para que el proceso terapéutico se dé es necesario que el paciente ponga de su parte y sea sincero, no hace falta que hable absolutamente de todo. A todas las personas les cuesta abrirse a una persona nada más conocerla y es normal que durante las primeras sesiones el paciente se sienta incómodo. No es necesario contestar a todas las preguntas que se le haga al principio. El psicólogo trabajará con la información útil que el paciente le haya dado.
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2. No es necesario hablar de la infancia
Una creencia muy asentada en la sociedad es que lo primero que se debe hacer nada más iniciar una terapia es hablar de la infancia. Realmente esto está contraindicado, puesto que para muchas personas hablar de su niñez no es algo cómodo y empezar la psicoterapia con algo tan emocionalmente intenso como es la infancia puede suponer que el paciente solo se presente a la primera sesión y no quiera volver nunca más.
Por este motivo la mayoría de los psicólogos prefieren hablar del presente, de la situación de malestar actual por la que el paciente ha venido a consulta. Si él o ella quiere hablar de la infancia por propia voluntad, lo puede hacer, siempre y cuando tenga relación con el motivo de consulta y se crea necesario que el psicólogo lo sepa. Cierto que esto puede ayudar al paciente a comprenderse a sí mismo, pero no es una condición indispensable para facilitar los progresos terapéuticos.
3. El psicólogo no es una autoridad absoluta
Un mito en muchos pacientes es que hay que hacer caso al psicólogo en todo. El psicólogo no deja de ser una persona y no posee la verdad absoluta. La psicoterapia funciona de la siguiente manera: la persona acude a consulta con un problema que ella no puede solucionar por sí sola. El psicólogo, como profesional, intenta ayudarla haciéndole ver una nueva visión de ese problema, partiendo del conocimiento profesional que el terapeuta ha adquirido haciendo su formación en psicología.
No obstante, que la psicoterapia sea así no significa que el paciente no pueda poner en duda lo que el psicólogo le dice. El psicólogo no obliga ni puede esperar que el paciente obedezca sin rechistar, sino que recomienda qué debería hacer. Tampoco puede decidir dejar de ayudar al paciente por “desobedecerle”. El psicólogo es experto en psicología, pero el paciente es experto de su vida. Aunque lo recomendable es seguir el consejo del profesional, no hacerlo no implica que el proceso terapéutico se arruine.
4. Hay que hacer todas las tareas que manda para casa
Muy relacionado con el punto anterior, el paciente sigue siendo quien decide si hace caso o no a lo que le ha dicho el psicólogo. Como decíamos, lo preferible es que siga las recomendaciones del psicólogo, puesto que lo más probable es que de hacerlas se potencien los progresos terapéuticos. No obstante, no deben ser vistas como tareas que se deben hacer sí o sí, como cuando íbamos al instituto y nos mandaban deberes para casa.
Muchos pacientes no tienen en cuenta esto y, cuando no hacen estos “deberes”, dejan de ir a terapia porque temen que el psicólogo se vaya a enfadar con ellos por no haber hecho las tareas. Los psicólogos sugerimos tareas, tareas que en principio ayudarán al paciente, pero no les pueden obligar ni tampoco se van a enfadar porque no las hayan hecho. Son tareas opcionales y no pasa nada por no hacerlas. Lo peor que puede pasar en caso de no hacerlas es no avanzar, nada más.
Cabe decir que si un paciente no hace las tareas quizás el problema no sea que el paciente es poco colaborador, sino que más bien las tareas que se le han encomendado no están hechas bajo el enfoque más adecuado. Que el paciente no haga los deberes debería motivar al psicólogo a cambiar la forma de tratar el problema, escogiendo tareas que sean más sencillas y fácilmente aplicables para su cliente.
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