Cómo las Heridas Emocionales infantiles moldean nuestros vínculos en la vida adulta

Las experiencias más tempranas dan forma a las relaciones personales.

Cómo las Heridas Emocionales infantiles moldean nuestros vínculos en la vida adulta

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Desde la psicología, se ha demostrado que la forma en que nos vinculamos en la vida adulta está profundamente influida por nuestras experiencias en la infancia. Nuestra forma de relacionarnos se construye a partir de las experiencias tempranas que tuvimos con quienes nos cuidaron: el amor, la corrección, el acompañamiento y la seguridad que recibimos o no. Y en muchos casos, estos estilos de apego están relacionados con lo que se conoce como heridas emocionales de la infancia.

Explorar esta conexión nos permite comprender nuestras relaciones actuales, sanar vínculos y transformar patrones repetitivos que arrastramos sin darnos cuenta.

¿Qué es el apego?

El apego es el vínculo emocional profundo que se establece entre un niño y sus cuidadores principales, generalmente los padres. Este lazo se forma desde el nacimiento y sienta las bases para la seguridad emocional, la autoestima y la forma en que nos relacionamos con los demás.

John Bowlby, pionero de la teoría del apego, afirmaba que los niños necesitan una figura significativa que esté emocionalmente disponible, predecible y afectuosa. Cuando esto no ocurre, el niño desarrolla mecanismos para adaptarse, pero también puede generar heridas emocionales que se traducen en apegos inseguros.

Las cinco heridas emocionales de la infancia

Según la psicoterapia humanista, hay cinco heridas principales que se originan en la infancia:

  • Rechazo
  • Abandono
  • Humillación
  • Traición (o miedo a la pérdida de confianza)
  • Injusticia

Estas heridas no siempre son resultado de maltrato severo; muchas veces se gestan por experiencias sutiles pero repetidas, como una crítica constante, una ausencia emocional o una comparación hiriente. Cada herida da lugar a una máscara de protección, pero también influye directamente en el estilo de apego que desarrollamos.

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Estilos de apego y su vínculo con las heridas emocionales

1. Apego seguro: cuando hubo suficiente amor y presencia

Las personas con apego seguro suelen haber crecido con cuidadores consistentes, afectuosos y sensibles a sus necesidades. Esto no significa que tuvieron una infancia perfecta, sino que sus emociones fueron validadas y sus figuras de apego estuvieron disponibles emocionalmente. Generalmente, quienes desarrollan apego seguro no llevan heridas infantiles tan profundas o han tenido oportunidades de sanar a tiempo. Estas personas pueden:

  • Confiar en los demás.
  • Establecer límites sanos.
  • Comunicar sus emociones con claridad.
  • Recuperarse emocionalmente tras una ruptura.

2. Apego evitativo: vinculado con la herida de rechazo o injusticia

El apego evitativo suele formarse cuando el niño siente que sus necesidades emocionales no son bienvenidas o son constantemente invalidadas. Es común en crianzas donde se minimizan las emociones (“no llores, no es para tanto”) o se premia la independencia extrema. Esto deja una herida de rechazo, donde el niño aprende que mostrar vulnerabilidad es peligroso. También puede estar relacionado con la herida de injusticia, cuando hay reglas frías y un trato rígido.

En la adultez, quienes tienen apego evitativo suelen:

  • Evitar el compromiso emocional profundo.
  • Sentirse incómodos con la intimidad.
  • Ser muy racionales y poco expresivos afectivamente.
  • Necesitar espacios amplios para sentirse seguros.

3. Apego ansioso: reflejo del abandono y la traición

Este estilo de apego se forma cuando el cuidador es inconsistente, es decir, a veces está presente y amoroso, y otras veces está ausente o poco afectivo. Esto crea en el niño una sensación de incertidumbre emocional constante, que deja la herida de abandono. También puede surgir de la herida de traición, cuando el niño confió en alguien que no cumplió promesas, lo engañó o lo dejó expuesto.

De adultos, las personas con apego ansioso suelen:

  • Temer ser abandonadas o rechazadas.
  • Buscar validación constante.
  • Sobrecargar sus relaciones con necesidad de atención.
  • Interpretar el silencio o la distancia como una amenaza.

4. Apego desorganizado: marcado por múltiples heridas profundas

Este estilo suele surgir en contextos más adversos, donde el niño experimenta miedo y amor al mismo tiempo. Puede haber habido violencia, negligencia, abuso o ambientes caóticos. Aquí no solo hay abandono o rechazo, sino también confusión emocional, lo que puede derivar en heridas múltiples. En la adultez, estas personas pueden:

  • Tener relaciones intensas y caóticas.
  • Oscilar entre apego ansioso y evitativo.
  • Experimentar disociación emocional o desconexión.
  • Repetir patrones tóxicos que les hacen daño.

¿Cómo empezar a sanar?

La buena noticia es que los estilos de apego no son sentencias, sino mapas emocionales que podemos revisar, cuestionar y modificar. Del mismo modo, las heridas de la infancia pueden ser abordadas con consciencia, compasión y trabajo terapéutico.

Aquí algunos caminos:

1. Reconocer tu herida emocional y comprender tu manera de vincularte es el primer paso hacia la transformación

La autoobservación es el primer paso. ¿Te cuesta confiar? ¿Te alejas cuando te sientes vulnerable? ¿Sientes que amas demasiado o demasiado poco? Observar sin juzgar te permite entender de dónde vienen tus conductas.

2. Valida tus emociones infantiles

Muchos adultos minimizan lo que sintieron de niños: “mis padres hicieron lo que pudieron”, “eso ya pasó”. La parte de ti que vivió aquellas experiencias tempranas aún necesita atención y validación para sanar, no ser ignorada ni minimizada. Validar tu dolor te conecta con tu necesidad de cuidado.

3. Trabaja en terapia

La terapia psicológica te ayuda a construir nuevas formas de vincularte, basadas en la conciencia, no en la reacción automática. Un terapeuta puede ayudarte a resignificar lo vivido y a sanar desde el presente.

4. Rodéate de vínculos seguros

No todos los vínculos son sanadores, pero algunos sí. Busca personas con las que puedas hablar sin miedo, que respeten tus emociones y te acompañen sin juzgar. Aprender a vincularnos con seguridad emocional es posible, incluso en etapas posteriores de la vida.

5. Practica el autocuidado emocional

Aprender a darte lo que no te dieron es una forma de reparentalización: darte atención, descanso, respeto, validación y afecto. Esto fortalece tu autoestima y cambia tu forma de relacionarte contigo y con los demás.

Melissa Santamaría

Melissa Santamaría

Doctora en Psicología, máster en terapias contextuales y experta en EMDR, ansiedad y trauma.

Profesional verificado
Medellín
Terapia online

Conclusión

Cada herida revela una necesidad no cubierta, y cada necesidad puede ser escuchada hoy, con amor, consciencia y cuidado. Sanar es posible. Y empieza por mirar hacia adentro con ternura y sin miedo.

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Melissa Santamaría. (2025, septiembre 5). Cómo las Heridas Emocionales infantiles moldean nuestros vínculos en la vida adulta. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/clinica/como-heridas-emocionales-infantiles-moldean-vinculos-en-vida-adulta

Psicóloga

Medellín
Terapia online

Melissa Santamaría es psicóloga especializada en los problemas de ansiedad y la gestión de las emociones. Atiende a adultos y adolescentes en su consulta de Medellín y de manera online.

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