¿Qué valoración haces de ti mismo/a?
Nuestra sociedad nos exige una constante autosuperación y hacer siempre las cosas bien. Pero debemos comprender que lo normal es que nos equivoquemos para así poder mejorar y que nadie nace haciendo todo perfecto; es más, la perfección no existe, y perseguirla solo nos llevará a la frustración y a no saber reconocer y valorar nuestros logros.
No debemos normalizar el sentirnos inferiores a los demás, puesto que es algo en lo que podemos trabajar y así mejorar nuestra autoestima, la seguridad en nosotros mismos, y en definitiva nuestro autoconcepto.
En este artículo conocerás mejor el fenómeno de los complejos de inferioridad, que causas y qué síntomas se vinculan a él y cómo afrontarlo para que disminuya.
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Cómo definimos el complejo de inferioridad
El complejo de inferioridad se define como la sensación de inferioridad, de valer menos que otros. Es decir, entendemos por complejo de inferioridad la tendencia espontánea a situarse a uno mismo por debajo de las otras personas. Así pues, las características que comparamos pueden ser tanto físicas como psicológicas (capacidades o habilidades), situándose siempre por debajo de las de los otros individuos.
Esta diferencia con respecto al otro puede ser real o ficticia, pero la cuestión es que afecta y crea un malestar en el individuo repercutiendo muchas veces en su vida.
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Síntomas o signos habituales del complejo de inferioridad
Pese a que cada persona somos distintas y podemos expresar diferente una misma característica hay síntomas comunes que muestran los sujetos con esta afectación, y que nos pueden alertar para intervenir y prevenir posibles alteraciones más graves.
Una de las características más típicas en el complejo de inferioridad es la baja autoestima. La estima que se tienen estos sujetos a ellos mismos es baja, no tienen una buena consideración de ellos, situándose así por debajo de los demás y considerándose menos que ellos. Vemos un pensamiento negativo hacía la propia persona donde también es habitual pensar que uno no está a la altura o no reconocer y valorar las cosas positivas que uno consigue.
Esta creencia de inferioridad genera del mismo modo inseguridad que se refleja con dificultad para tomar decisiones, para decidir actuar, para defender tus propios derechos, para expresar tu opinión. Piensan constantemente que su criterio no es válido y tienen más confianza en las creencias u opiniones de los demás, intentando siempre complacerlos.
Dada la gravedad que comportan estos síntomas se ha observado que pueden terminar por desarrollar un trastorno mental como podría ser depresión o ansiedad, siendo así aún más disfuncional para el individuo y necesitando en todo caso intervención psicológica.
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Causas que pueden derivar en complejo de inferioridad
El sentimiento de inferioridad puede aparecer por distintas causas, depende tanto de factores biológicos como del aprendizaje generado en distintas experiencias, con el refuerzo o el castigo de determinadas conductas. Por tanto puede ser que esta sensación de inferioridad la observamos ya desde pequeños.
A pesar de que son diversas las variables que pueden producir este complejo hay algunas que se presentan de manera más frecuente, como: en rasgo físico que no nos guste, que nos haga diferentes a los otros o no se valore positivamente en la sociedad como podría ser el sobrepeso o críticas recibidas durante la infancia por parte de adultos o de compañeros, puede suceder que de pequeños sus padres solo han señalado sus características negativas haciendo que estás prevalezcan y adquieran más importancia respecto a las positivas.
Del mismo modo, los niños aprenden y se rigen mucho por modelos, figuras a las que imitan sus acciones, si han visto una conducta de inferioridad en sus padres, percepción de inseguridad y falta de estima es más probable que de mayores también muestren esta conducta. Otra variable que influye es la autoexigencia, esta también puede tener tanto tendencia biológica como adquirida. A los sujetos que siempre se exigen más nunca les parecerá suficiente ninguno de sus logros y, por tanto, no se autopremiarán ni valorarán sus habilidades o destrezas.
Esta disposición de solo ver lo malo de uno mismo y de no valorarse es autodestructiva e invalidante dado que es el propio individuo el que, por su modo de ser, deja de actuar o de intentar alcanzar sus objetivos por creer que siempre fracasará o que es imposible que lo consiga. El sujeto se vuelve su peor enemigo entrando en un bucle de solo ver lo negativo, dejar de hacer o intentar las cosas por no verse capaz y seguir así en un estado negativo. La percepción de inferioridad y la no actuación, el no hacer nada para mejorar se retroalimentan empeorando cada vez más la concepción que tiene el individuo de él mismo.
Asimismo, la sobreprotección en la edad infantil también puede derivar en complejo de inferioridad; si los padres no dejan que sus hijos prueben y se equivoquen, que aprendan que no todo en la vida es positivo, pero que todo con trabajo puede mejorar, es probable que cuando crezcan y vivan alguna situación negativa o algún fracaso no sepan cómo afrontarlo, quedándose anclado en esta sensación negativa.
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Como mejorar la autopercepción de inferioridad
Como toda alteración psicológica el primer paso necesario para el cambio es que el sujeto reconozca su problema y quiera cambiar, ya que si no es así todo intervención será inútil. Para disminuir el complejo de inferioridad debemos fijarnos en las causas que lo generan y enfrentarnos a ellas para poder trabajarlas y así disminuir los síntomas y el malestar.
A continuación te proponemos algunas estrategias que pueden ayudarte a disminuir la percepción de inferioridad y mejorar también todas las variables que hemos apuntado que se vinculan a esta percepción, como la autoestima o la inseguridad.
No debemos restar importancia a esta alteración, como hemos dicho puede derivar en un trastorno mental, por tanto en caso de ver que no puedes hacer frente a la situación, que te encuentras superado por esta y está empezando a repercutir en tu vida, la mejor opción es acudir a un profesional para que recibir una intervención más personalizada y que controle tu estado.
1. Nunca te compares
Compararse es una conducta que hacemos muchas veces, ocurriendo en muchas ocasiones de manera incontrolable, pero debemos ser hábiles para cortar este pensamiento cuando vemos que aparece. Así pues, ya que es difícil controlar lo que pensamos y no querer pensar en algo comporta hacerlo más, la estrategia no será negarnos la acción, sino que cuando vemos que lo estamos haciendo terminar con este pensamiento, entendiendo que es una conducta que solo nos repercute y no nos aporta nada bueno.
Las capacidades o habilidades positivas que tienen los demás te deben servir para querer mejorar y autosuperarte, pero sin que esto suponga sentirte inferiores a ellos. Del mismo modo que ellos destacan en una conducta o rasgo tú lo haces en otras, en todo caso esto no te puede hundir, tiene que servirte como un impulso para alcanzar tus objetivos.
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2. No adquieras una actitud pasiva
Es habitual que ante esta percepción de inferioridad los sujetos se conformen y crean que no hay mejora posible, que siempre se sentirán así. Lejos de la realidad, las personas tenemos derecho a sentirnos bien por este motivo si sientes malestar o no estás bien contigo mismo afronta esta situación, no tomes una actitud o papel pasivo, actúa y busca la manera de estar mejor, puesto que pese a recibir ayudas tú debes ser quien tome las riendas del cambio y de la mejora.
3. Modifica tus pensamientos
La gente que sufre complejo de inferioridad tiene tendencia a presentar pensamientos generalizados y negativos donde se afirma que: “Nada me sale bien” o “Todo lo hago mal”. Ante estos pensamientos en términos de "blanco o negro" y para nada reales (ya que es imposible que alguien haga siempre todo mal o no se le dé nada bien), tenemos que modificar el pensamiento y plantearlo de modo relativo, específico y situacional, por ejemplo diremos: “esta tarea no me ha salido bien” o “debo mejorar esta habilidad”.
Señalamos así que son hechos concretos que no ocurren siempre y mucho menos definen nuestra identidad y que podemos trabajar nuestras dificultades. Si delimitamos qué es lo que se nos da mal o dónde podemos mejorar será más fácil centrar nuestro objetivo de actuación. Como hemos dicho anteriormente no podemos evitar tener determinados pensamientos, pero sí que podemos ser conscientes de ellos y cambiarlos por otros más funcionales.
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4. No seas tan exigente contigo mismo
Nadie es perfecto, e igual que podemos comprender que las personas que nos rodean se pueden equivocar o hacer algo mal, nosotros también tenemos derecho a hacerlo. Fallar es parte de la vida, dado que nadie nace haciéndolo todo bien, equivocarte es lo que te permite darte cuenta de dónde se produjo el error y dónde puedes trabajar para mejorar.
Del mismo modo que te fijas en las cosas negativas que te suceden, ten en cuenta también lo bueno y prémiate por eso. Las críticas funcionales son aquellas que presentan argumentos reales y siempre con respeto, lo que conocemos como crítica constructiva, todo crítica que no refleje la realidad o que la realicemos constantemente no será funcional y no servirá para mejorar.
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