Las personas a menudo tenemos que lidiar con emociones y sentimientos incómodos, a veces muy dolorosos. Todo ello suele ir acompañado de pensamientos intrusivos, automáticos y persistentes de los que queremos desembarazarnos.
Recuerdos cargados de sufrimiento o la necesidad constante de avanzarse al futuro, a veces anticipando catástrofes, a veces tratando de controlar cualquier evento que pueda romper nuestra estabilidad.
Un círculo vicioso de malestar psicológico
Todos estos fenómenos (pensamientos y emociones) acaban condicionando nuestra forma de comportarnos, y así se cierra un círculo en el que pensamientos – emociones – conducta se retroalimentan, pudiendo generar un auténtico problema.
Cuando uno se mete en este laberinto a veces es muy difícil salir y necesita la ayuda de un profesional, en esto consiste la psicoterapia.
La terapia psicológica (o psicoterapia) se puede entender como un proceso de colaboración entre el psicólogo (un experto en la mente y sus procesos) y el paciente (un experto en sí mismo y en su propia vida). En este proceso se lleva a cabo una evaluación del caso, que consiste en analizar todas las variables que giran alrededor del paciente y de su sufrimiento: su contexto vital actual, su historia personal, la forma en la que se ha construido el problema, las soluciones que se han intentado, la intensidad y la frecuencia de los síntomas así como los contextos en los que se da el problema, etc.
Cuando se tiene una buena comprensión del caso se lleva a cabo el tratamiento, esta parte del proceso está orientada a modificar pautas de comportamientos y hábitos (de la conducta propiamente manifiesta, pero también de los procesos mentales, no tan evidentes) que están en la base del problema, manteniendo el trastorno o cualquier otra forma de desajuste que esté provocando un malestar.
Dicho sea de paso, la psicoterapia también está orientada a la prevención de la enfermedad, así como al mantenimiento y promoción de la salud, haciendo que lo que ya funciona siga funcionando o funcione aun mejor.
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La relación entre la psicoterapia y el sufrimiento
Es de suponer que uno acuda en busca de la ayuda de un profesional para superar su problema. No obstante, es importante entender que el objetivo de la psicoterapia no debe estar enfocado a la eliminación completa del sufrimiento, porque esto es imposible. Más bien la psicoterapia ayuda a la persona a entender su sufrimiento, darle un sentido, entender cómo se construye y dotarle de herramientas para ser consciente de los factores que disparan y mantienen los síntomas y así poder utilizar esta información para reducir, minimizar o amortiguar los síntomas, permitiendo así poder llevar una vida digna.
Los síntomas son todas aquellas “cosas incómodas” con las que tenemos que lidiar y que nos están informando de que algo no va bien. El dolor físico es un buen ejemplo: notamos un dolor punzante en el pie cuando hemos pisado un objeto que nos ha provocado una herida, el dolor nos avisa de que hay una herida que debe ser atendida, lavada, desinfectada y protegida.
Pero también hay síntomas que nos hablan de un sufrimiento mental. El insomnio, la anticipación constante, la obsesión por la imagen corporal, la disminución de la capacidad para disfrutar o ilusionarse con las cosas que antes eran agradables, las distintas formas de adicción, los estallidos de rabia y las discusiones frecuentes son algunos ejemplos de síntomas. Debemos entender todos estos fenómenos como una señal que nos está indicando que hay alguna cuestión que debe ser atendida, nos pueden estar indicando que hay algo que se debe cambiar.
Nadie está exento de desarrollar algún tipo de síntoma, la vida conlleva presiones, estamos sometidos a estrés y todos nos acabamos viendo afectados por esto, algunos lo harán sufriendo contracturas musculares, otros sentirán una culpa improductiva, otros tenderán a aislarse socialmente, habrá quien desarrolle alucinaciones o delirios, etc.
Dependiendo de la fisiología, la historia personal y la estructura de personalidad de cada uno, la forma en la que se expresa el sufrimiento psicológico cobrará una forma u otra.
También el sufrimiento cumple una función
Volviendo al punto anterior: el sufrimiento nos puede estar informando de algo. Ver el sufrimiento desde esta perspectiva a menudo supone un giro de 180º para las personas, porque lo que solemos hacer con todo esto es “iniciar una lucha contra el síntoma”, sin pararnos a escuchar lo que tiene que decirnos.
Quizá ese pitido que tienes zumbando en el oído (tinnitus) te está informando de que estás demasiado estresado y deberías reducir tu autoexigencia.
Tal vez tus discusiones frecuentes con tu pareja te están diciendo que ya no aguantas más tu trabajo y que estás pagando esa frustración con la persona que más te apoya.
También es fundamental tomar conciencia de que algunos síntomas no desaparecen por completo, lo cual no significa que estemos condenados a estar siempre sufriendo, hay cosas que podemos hacer. En este sentido, los esfuerzos deben ir dirigidos no tanto a eliminar el síntoma sino a controlar estos tres factores que giran alrededor del síntoma:
- Intensidad del síntoma
- Duración del síntoma
- Latencia del síntoma
Un ejemplo de esto pudiera ser la persona que desarrolla una adicción: "Tal vez tengo el hábito de fumar y quiero eliminar esta conducta de mi vida porque la considero nociva. Así pues, idealmente no volveré a fumar nunca más -esto es perfectamente posible, se puede hacer-. No obstante, es habitual en las adicciones que haya recaídas".
Ver la recaída como un fracaso total puede comportar que uno se vuelva a quedar enganchado en la adicción “total, como ya he vuelto a fumar… ¿qué más da?” y además está toda esa frustración que conlleva la recaída y que la droga ayuda a enmascarar.
Por ello conviene preguntarse: ¿Qué ha disparado esta recaída? ¿Qué ha sucedido justo antes de la recaída? ¿Qué está ocurriendo ahora en mi vida? ¿Qué cambios ha habido últimamente?
Y no perder de vista:
- Intensidad del síntoma: ahora que he vuelto a fumar ¿he fumado la misma cantidad que fumaba en mi peor momento?
- Duración del síntoma: ahora que he vuelto a fumar ¿cuántos días he estado fumando? ¿Se ha reducido en comparación con otros momentos de mi vida en los que consumía? - Latencia del síntoma: hace referencia al período en el que no ha habido síntoma, si por ejemplo llevas tres años sin fumar.
Tratar de reducir la intensidad y la duración del síntoma y aumentar su latencia a menudo es más realista que pretender eliminar el síntoma por completo. De este modo, uno aprende a convivir con la ansiedad, con la necesidad de control o con la tendencia procrastinar sabiendo que este no es “un mal del que deba curarme” sino un estado de la mente en el que puedo entrar y puedo salir, aprendiendo a manejar los condicionantes que hacen que se del síntoma en cuestión.
Si, por ejemplo, tomo consciencia de que los pensamientos intrusivos de mi trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y el sentimiento irracional de culpa y de vergüenza se hacen especialmente intensos cuando acumulo varias noches de poco descanso, puedo enfocarme en llevar adecuadas pautas de higiene del sueño para minimizar el impacto de mis crisis obsesivas. En este sentido, la profilaxis (medidas para reducir el síntoma) de mi TOC irán en la línea de dormir a horas adecuadas y estar especialmente atento a cuando tengo una noche de insomnio, pues si acumulo varias noches sin dormir es probable que se dispare la clínica que caracteriza mi forma particular de sufrir.
De esto modo, la psicoterapia se convierte en un proceso enfocado al autoconocimiento: conocerme a mí mismo y conocer mi enfermedad (que, no está mal recordarlo: no somos la misma cosa). Y una cosa es conocer la enfermedad y otra cosa es conocer cómo se expresa esa enfermedad en mí, no todas las personas que padecen depresión lo hacen por los mismos motivos, no la viven igual ni salen de la depresión de la misma manera.
Consiste entonces en conocerme a mí en todos mis contextos: con el trastorno y sin los síntomas. Toda esta información dota a la persona de estrategias útiles y le ayuda a manejarse mejor con la vida en general y con su sufrimiento en particular.
Conclusión
La psicoterapia debe estar orientada a emancipar al paciente del psicoterapeuta y, cuando esto sea posible, de la medicación.
El objetivo primordial debería ser que cada uno se vuelva su propio psicólogo: el alta terapéutica es ese momento cuando el proceso está consolidado y el paciente puede manejarse solo y el psicólogo ya no es necesario.
Cristian Mantilla Simón
Cristian Mantilla Simón
Psicólogo
Si bien resulta útil y tranquilizador para algunas personas saber que existe la posibilidad de regresar al espacio de terapia para reforzar aquello que se aprendió o recordar algunas cuestiones o para aprender a gestionar nuevos problemas que pueden parecer.