La Depresión no es sólo un problema Cerebral

El origen de la depresión no se reduce a un mal funcionamiento del cerebro.

La Depresión no es sólo un problema Cerebral

En la actualidad, la depresión es la primera causa de incapacidad en el mundo. Es por ese motivo que distintas investigaciones empíricas han intentado responder a esta urgencia de salud mental, arribando a interesantes resultados en materia de conocimiento científico.

Una de las áreas más estudiadas es la que escarba en las bases neurobiológicas de la depresión. Por ejemplo, se ha hipotetizado que la depresión mayor se asienta sobre un déficit de ciertos neurotransmisores en las sinapsis neuronales de nuestro sistema nervioso: la noradrenalina, la serotonina y, en menor medida, la dopamina; una línea de investigación clave para comprender la enfermedad y el mecanismo de acción de los antidepresivos. También se ha encontrado que los sujetos con depresión tienden a sufrir alteraciones estructurales en varias áreas cerebrales, como la amígdala, el hipocampo, la corteza orbitofrontal e incluso en el metabolismo de la glucosa.

Sin embargo, es posible que la luz de estos resultados tan significativos acerca del funcionamiento de nuestro cerebro ocluyan otra dimensión primordial del abordaje de la depresión. La depresión no es solo un problema cerebral, sino que existe una dimensión comportamental del trastorno que sostiene y refuerza las alteraciones biológicas. Es por este motivo que algunos tratamientos basados en evidencia para la depresión se asientan fundamentalmente sobre la modificación en el plano de la conducta, como es el caso del tratamiento breve de activación conductual para la depresión —más conocido por sus siglas en inglés, BATD—. En este artículo ampliaremos sobre este tema.

Fármacos para la depresión mayor: útiles pero no suficientes

Para suplir las deficiencias biológicas y químicas de un cerebro gravemente deprimido, el tratamiento farmacológico con un antidepresivo es necesario. Podríamos decir que es uno de los brazos del tratamiento para la depresión mayor. Sin embargo, aunque los antidepresivos puedan ayudar en el corto plazo en caso de una depresión severa, la psicoterapia ha probado tener efectos similares en el corto plazo pero con menos efectos adversos y mayores beneficios en el largo plazo que el tratamiento únicamente farmacológico. Los investigadores aún están intentando determinar los beneficios de combinar ambos tratamientos en la depresión mayor, y en lo que a la depresión leve respecta, parece ser que los beneficios de los antidepresivos no son significativos.

Las psicoterapias para la depresión

Existen muchos tipos de psicoterapias para la depresión basadas en distintos principios teórico-epistemológicos. Sin embargo, todos los tratamientos que han sido probados empíricamente se enfocan en mayor o menor medida en un cambio conductual. Algunos, como la terapia cognitivo-conductual, se fundamentan en procesos psicoterapéuticos de reestructuración cognitiva, es decir, de manera sumamente simplificada, en conseguir que la persona modifique aquellos pensamientos y creencias sesgadas que causarían la conducta que sostiene la depresión. Otros, como la activación conductual y la terapia de aceptación y compromiso, coinciden en la futilidad de cambiar el contenido de los pensamientos y remiten al cambio conductual acompañado con un conjunto de habilidades capaces de sostenerlo.

Son dos vías para alcanzar un mismo resultado. Estos tratamientos tienen una eficacia muy alta y similar entre sí. Y es que, como veremos a continuación, el común denominador entre ambas líneas de psicoterapias está enfocada en la modificación del comportamiento. Esto permitiría inferir que es en la dimensión de la conducta donde se ponen en juego aquellos comportamientos que refuerzan y sostienen la enfermedad. En otras palabras, este camino nos conduce al punto desde el cual partimos: la depresión no es sólo un problema cerebral.

El papel de la conducta en la depresión

Una de las formas mediante las cuales reconocemos a una persona que sufre depresión es por las conductas que (no) lleva a cabo. Además de presentar un estado de ánimo bajo, sentirse fatigada y con pérdida de interés, los síntomas de la persona se materializan en lo concreto: la persona deja de ir a trabajar, se queda en la cama por muchas horas, no participa más de las reuniones con los amigos, etcétera.

Algo que tiende a enfatizarse desde este enfoque es que la depresión, más allá de tener un sustrato orgánico que la posibilita, se fundamenta en un modo de vivir que es disfuncional; que se ha aprendido, se ha reforzado y se ha repetido. El reforzamiento implica que hubo un estímulo —por ejemplo, el consejo de un familiar de quedarse en casa— que generó que haya una mayor tendencia a que una conducta se repita y que, no obstante, podría ser disfuncional con aquello que es importante para un individuo —asistir al acto de la escuela de su hija—. Su contraparte es que los comportamientos que podrían ser significativos son castigados o no son reforzados.

Por lo tanto, la premisa de muchos tratamientos enfocados en el cambio de conducta sostiene que la persona deprimida podría sentirse mejor si modifica el modo en el que se comporta. Es muy difícil para muchas personas intentar cambiar sus pensamientos y emociones negativas por voluntad propia (de hecho, desde esta perspectiva podríamos sostener que es imposible, y si no lo fuera, en el largo plazo sería peor intentar eliminar las experiencias internas ya que eventualmente esos pensamientos incómodos podrían reaparecer y con mayor intensidad).

Respecto a esto último, es importante destacar que los investigadores han hallado que el principal factor de riesgo en la depresión también está anudado a la dimensión conductual: estamos refiriéndonos a la rumiación. A simple vista, la rumiación podría parecer que es un fenómeno meramente cognitivo. No obstante, se trata a fin de cuentas de una conducta expresa y concreta, ya que para rumiar la persona deja de llevar a cabo otras actividades que podrían ser importantes para ella.

Además, las personas al rumiar tienden a llevar a cabo esta acción con un fin: evitar sentir emociones dolorosas. Una investigación llevada a cabo con participantes que habían sufrido pérdidas importantes arribó a la conclusión de que las personas se habían deprimido al rumiar sobre sus seres queridos sólo en aquellos casos en los que la rumiación, en tanto conducta, era utilizada como un medio para alejarse del dolor. A fin de cuentas, la rumiación es un comportamiento más del repertorio de acciones posibles que propician y a la vez sostienen la depresión.

  • Bianchi, J., y Henao, Á. (2015). Activación conductual y depresión: conceptualización, evidencia y aplicaciones en Iberoamérica. Terapia psicológica, 33(2), 69-80.
  • Hayes, S. (2019) A liberated mind.
  • Hopko, D., Lejuez, C., Ruggiero, K., y Eifert, G. (2003). Contemporary behavioral activation treatments for depression: Procedures, principles, and progress. Clinical psychology review, 23(5), 699-717.
  • Maero, F. (2023). La rumiación como hábito. Disponible en Grupo ACT Argentina.

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Madrid
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Psicólogo General Sanitario con diferentes estudios de posgrado que avalan su especialización en Terapia Cognitivo Conductual y técnicas de Tercera Generación para el tratamiento de la depresión, los trastornos de ansiedad, terapia de pareja y habilidades sociales.

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