Las personas nos comportamos de diferente manera según la situación. Intentamos adecuar nuestra conducta a las situaciones que vivimos, de modo que resulte adaptativa en el medio natural y social. Sin embargo, en algunos casos se llevan a cabo diferentes conductas que nos resultan desadaptativas, no se adecuan ni permiten una buena convivencia o bien dificultan la relación entre semejantes.
En ocasiones puede ser necesario hacer una modificación de dichas conductas. Dos de las procedimientos más básicos a la hora de modificar conductas, especialmente a la hora de disminuir su frecuencia, son el castigo positivo y el castigo negativo. ¿Cómo funcionan?
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El castigo como técnica de modificación de conducta
El castigo es un tipo de técnica de modificación de conducta basada en el conductismo, concretamente en el condicionamiento operante, el cual se basa en que la realización de una conducta y su frecuencia está influenciada por las consecuencias que tenga dicha conducta.
Si una conducta tiene como consecuencia la administración de algún tipo de reforzador deseado o la evitación o retirada de un estímulo aversivo la conducta se hará más frecuente, mientras que si en vez de ello la consecuencia es la aparición de estimulación aversiva o la retirada de estímulos reforzantes la conducta tenderá a disminuir.
En el caso del castigo, estaríamos ante un tipo de procedimiento mediante el cual se pretende influir en la frecuencia de un comportamiento para provocar una disminución de ésta, o bien su completa eliminación.
Existen dos tipos de castigo en función de si actúan mediante la administración de estímulos aversivos o la eliminación de una estimulación positiva: el castigo positivo y el castigo negativo respectivamente. En ambos casos el castigo debe aplicarse de manera contingente a la conducta a disminuir, de manera que pueda considerarse una consecuencia de la acción.
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El Castigo Positivo
El castigo positivo es aquél en el que se aplica un estímulo aversivo para el sujeto ante la realización de una conducta determinada, haciendo del estímulo una consecuencia de su realización, con el fin de que el individuo disminuya la frecuencia o deje de realizar la conducta en cuestión.
De este modo, el mecanismo básico del castigo positivo es presentar un estímulo desagradable cada vez que la persona haga la conducta no deseada. Se recomienda que se utilicen estimulaciones de forma coherente, de manera que a la conducta siempre le siga la consecuencia. La modificación de conducta se produce como manera por parte del sujeto de evitar o escapar a la estimulación aversiva.
El castigo positivo es un procedimiento en el que se basan diversas técnicas, tales como el conjunto de terapias aversivas (eléctrica, olfativa, gustativa, táctil, auditiva, química o encubierta), la saciación como práctica masiva en diferentes trastornos adictivos, la sobrecorrección o la pantalla facial.
El Castigo Negativo
El funcionamiento básico del castigo negativo se basa en la retirada de un estímulo deseado y reforzador por parte del sujeto ante la realización de una conducta concreta, de manera que el sujeto disminuya su frecuencia en prevención de dicha pérdida.
En resumen, en el castigo negativo se retira algo que la persona desea cada vez que hace la conducta indeseada. En este sentido hay que tener en cuenta que el estímulo a retirar sea significativo para la persona, pues de lo contrario no tendría efecto.
Como procedimientos basados en el castigo negativo destacan técnicas como el tiempo fuera, el coste de respuesta, y forma parte de otros como el contrato de contingencias.
Usos y consideraciones respecto a la efectividad de estas técnicas
Tanto el castigo positivo como el castigo negativo han sido aplicados en diversos contextos. Se aplican en la práctica clínica, la educación, el mundo de la empresa o incluso a nivel jurídico (las sanciones legales pueden considerarse castigos positivos o negativos).
Ambos tipos de castigo son procedimientos que tienen éxito en la disminución o incluso extinción de conductas de forma bastante veloz. Si se opta por su aplicación, debe ejecutarse de manera consistente y contingente a la conducta y de manera proporcional a la gravedad de la conducta.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el cambio que producen suele ser únicamente superficial y basado en el miedo al castigo, no generando un verdadero cambio en las actitudes en la mayor parte de los casos.
Además, puede provocar que el miedo se generalice y provoque temor hacia la persona o institución que aplica el castigo, así como resentimiento hacia este. Las relaciones con el que aplica el castigo, pues, pueden llegar a empeorar sustancialmente, en el peor de los casos. También empeora la sensación de control y la autoestima si no se comprenden las causas del castigo o qué hacer para actuar correctamente.
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Referencias bibliográficas:
- Almendro, M.T. (2012). Psicoterapias. Manual CEDE de Preparación PIR, 06. CEDE: Madrid.
- Caballo, V. (1991). Manual de Técnicas de Terapia y Modificación de Conducta. Siglo XXI. Madrid.
- Domjan, M. & Burkhard, B. (1990). Principios de aprendizaje y de la conducta. Debate. Madrid.
- Labrador F.J.; Cruzado F. J. & López, M. (2005). Manual de técnicas de modificación y terapia de conducta. Pirámide: Madrid.