La mentalización, también llamada función reflexiva, es una actividad mental involucrada en la interpretación del comportamiento humano y sus estados mentales subyacentes (Fonagy y Target, 2006).
Según Viloria Rodriguez y Ballespí Sola (2016) “se trata de una habilidad que nos permite entender nuestros propios estados mentales (emociones, sentimientos, pensamientos, deseos, creencias, etc.) así como los de las personas que nos rodean”.
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¿Para qué sirve la mentalización?
Desde el modelo de la mentalización, se propone que una disfunción en el sistema de apego puede inhibir las habilidades de regulación afectiva así como la capacidad para mentalizar (Bateman y Fonagy, 2016).
Esta capacidad interpretativa se comienza a forjar en la relación de proximidad de una figura de apego durante los primeros años de vida. El bebé expresa sus emociones y la figura de apego reacciona a estas manifestaciones.
Cuando el adulto interpreta qué puede estar necesitando el bebé, está mentalizando y está dando respuesta. Esta respuesta, si es contingente, produce cierta regulación en el bebé. Es en esta regulación diádica donde el bebé va aprendiendo poco a poco, a lo largo de su desarrollo, a reconocer y regular sus propios estados mentales y emocionales, al igual que aprende a observar e interpretar los de otras personas.
Por tanto, la respuesta de la madre da lugar a la representación simbólica de ese estado interno. Y, de esta manera, moldea y da significado a los estados afectivos del niño. Estas representaciones van conformando poco a poco el sentido del Yo (Self) del bebé, como ser diferenciado.
En esta línea, un apego seguro es un precursor necesario para desarrollar la capacidad de regular los afectos y reflexionar sobre el funcionamiento emocional del Yo y los otros (Fonagy, 2001). De esta manera, hay evidencia de la relación existente entre el apego inseguro, la desregulación emocional y las funciones metacognitivas (Fonagy y Target 2006).
Así, la mentalización es necesaria para la regulación de nuestras emociones y requiere que el sujeto sea capaz de mantener equilibrio entre sus diferentes dimensiones y emplearlas adecuándose al contexto. Dichas dimensiones de mentalización hacen referencia a si ésta se da de manera controlada o automática, sobre otros o sobre uno mismo, sobre estados internos o externos, sobre cognición o afecto. Mentalizar supone flexibilidad para tomar conciencia de que los estados mentales organizan nuestra conducta y les aportan coherencia, permitiéndonos diferenciarnos de otras personas. Además, conlleva asumir que no es estable, homogéneo ni unidimensional (Bateman y Fonagy, 2016).
La capacidad de mentalizar incluye un componente reflexivo y otro interpersonal. Precisa capacidad cognitiva para focalizar la atención y manejarse en las relaciones interpersonales. La evaluación del contexto es filtrada por los modelos internos de apego. Éstos están compuestos por representaciones mentales, gran parte de ellas no conscientes, que producen una percepción subjetiva de la situación. Ésta, a su vez, provoca la respuesta comportamental ante el contexto, siendo más rígida o flexible en función de la capacidad de mentalización. Es decir, a mayor mentalización mayor flexibilidad. Esto permite reconocer que el mundo interno es distinto a la realidad externa, aunque guarde relación con ella.
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Características de la mentalización
Según Bateman y Fonagy (2016), la mentalización tiene las siguientes características:
- Se trata de tener capacidad de percibir e interpretar la conducta de los demás y la propia en términos de estados mentales intencionales, los cuales influyen en la conducta.
- Conlleva la capacidad de comprender las acciones tanto de los demás como de uno mismo en términos de pensamientos, sentimientos, deseos y expectativas.
- En ausencia de mentalización no puede haber una comprensión sólida del yo, interacciones sociales constructivas, reciprocidad en las relaciones o sensación de seguridad.
Sus beneficios en el día a día y en la psicoterapia
La mentalización guarda estrecha relación con constructos como la metacognición, la empatía y la sensibilidad interpersonal.
Así pues, una persona que es sensible interpersonalmente es capaz de detectar las señales acerca de los estados mentales y emocionales de otra persona. Al mismo tiempo que si empatiza se está haciendo cargo, en cierta manera, de estos estados del otro, lo cual implica equilibrar la capacidad de razonar acerca de lo que sucede y la capacidad de comprender los afectos y emociones asociados, así como sintonizar con ellos.
Además, hay cierto grado de metacognición en la medida en que la persona es capaz de percibir y reflexionar sobre sus propios estados mentales, sus representaciones y pensamientos.
Cuando una persona no es capaz de mentalizar, resurge lo que Fonagy denomina estados prementalizadores (de equivalencia psíquica, teleológica y de simulación), los cuales son activados por los Modelos Operativos Internos.
Estos estados, constituyen la antesala evolutiva de la mentalización. Y, en individuos maduros, conllevan modos de activación en los cuales se merma la capacidad mentalizadora. Esto ocurre habitualmente a personas con apego inseguro en el marco de las relaciones interpersonales y, de manera especial, en situaciones de proximidad psicológica, de intimidad. Este hecho se ve respaldado desde una perspectiva neuropsicológica, ya que hay evidencia de que los estados de alta intensidad emocional inhiben la capacidad de mentalización cognitiva (Bateman y Fonagy, 2016).
Estos últimos aspectos, son especialmente interesantes en terapia, ya que el espacio terapéutico se caracteriza por la proximidad psicológica y en él se dan con frecuencia modos prementalizadores. De esta manera, trabajando desde esta perspectiva se logra vencer algunas resistencias, explicitar algunos mecanismos de defensa y dotar de herramientas de regulación al paciente, mediante la exploración e identificación de emociones y esquemas mentales en diversas situaciones. Además, los modos prementales activados en los pacientes son una buena guía para desarrollar la función reflexiva y aumentar la comprensión terapéutica (Martínez Ibáñez, 2016).
Al igual que la mentalización es una herramienta psicoterapéutica muy útil, se presupone la capacidad de mentalizar del propio terapeuta, quien la precisa para acompañar y guiar al paciente en la relación de intimidad que brinda el marco terapéutico. Mentalizar al paciente facilita el proceso desde el mismo momento de valoración psicológica y cobra fuerza en la creación del vínculo y la alianza terapéutica.
Vitaliza Psicología De La Salud
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Centro de Psicología
Autor: Borja Luque, Psicólogo General Sanitario y Sexólogo en Vitaliza Psicología de la Salud.