Ir al psicólogo es un proceso que, sin lugar a dudas, nos ofrece muchos beneficios. Nos permite aprender un poco más de nosotros mismos, de qué problemas podemos estar viviendo en nuestras vidas y cómo ponerles solución.
En la mayoría de los casos el terapeuta escuchará atentamente nuestras vivencias, qué sentimos, cuál creemos que podría ser el origen de nuestros problemas. Él o ella nos intentará dar una solución, aceptándonos como pacientes. O no.
A veces sucede que el psicólogo opta por rechazar al paciente. Los pacientes que han vivido esto se piensan: "¿por qué mi psicólogo no me quiere atender?". Hoy vamos a responder a esta pregunta.
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"Mi psicólogo se niega a atenderme"
Por extraño que parezca, un psicólogo puede rechazar a una persona que acude a su consulta. No todos los terapeutas van a tratar a todas las personas que quieran sus servicios. Pueden darse un conjunto de factores en las que el terapeuta decida que lo mejor es que no sea él quien lleve a cabo la psicoterapia, y en la mayoría de los casos tienen que ver con aspectos de ética profesional.
Lo que debemos entender es que todo psicólogo desea lo mejor para el paciente. El principio de beneficencia es uno de los valores éticos por los que se rige la práctica profesional del psicólogo. Es por esto que, en caso de que el terapeuta se vea incapaz de satisfacerlo, lejos de aplicar una terapia que no sabe si va a tener éxito, opta por derivar. En estos casos es común la frase: “lo siento, no puedo ser tu terapeuta. Aquí te doy una lista de contactos de otros profesionales en los que confío y que te pueden ayudar”.
Entre los aspectos principales por los que un psicólogo rechace dar tratamiento a quien acude a su consulta, o decida finalizar una terapia iniciada, tenemos el riesgo de que se formen relaciones duales, el no verse capaz de tratar el problema psicológico del paciente o tener algún tipo de posible conflicto con el paciente. Los buenos psicólogos son aquellos que saben cuándo no pueden atender a sus pacientes, y optan por derivarlos a otros terapeutas que saben que sí podrán.
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Posibles motivos
A continuación veremos los principales 5 motivos por los que un psicólogo puede derivar el paciente a otro profesional, o simplemente rechazarlo.
1. No está especializado en el trastorno o problema del paciente
Los psicólogos especializados en el ámbito clínico necesitan formarse en Psicología Clínica para poder hacer psicoterapia, al menos en España. Sin embargo, pese haber recibido formación específica para tratar a pacientes, no siempre están preparados para todo tipo de problemas psicológicos.
Hay casos en que la complejidad del trastorno del paciente impiden que el profesional pueda desempeñar adecuadamente su trabajo. Como hemos comentado, el psicólogo ser rige por el principio de beneficencia y, en caso de ver que no lo pueda cumplir optará por derivar al paciente a otro profesional más cualificado para su caso en concreto.
Esto es claramente visible en casos en el que el paciente tiene un trastorno de la personalidad, trastorno de la conducta alimentaria, autismo, alguna disfunción sexual o trastorno de estrés postraumático. Se trata de trastornos que requieren una formación muy específica e intensiva, la cual es difícil que un psicólogo clínico general posea.
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2. Tiene una relación previa con el paciente
Los psicólogos escuchamos muchas veces en nuestro entorno cercano, como con amigos o en reuniones familiares, frases del tipo “Ahora que eres psicólogo, ¿por qué no tratas a Fulanita? Necesita ayuda y como es tu prima puedes hacérselo gratis”.
Para empezar, no vamos a trabajar de gratis. No hemos estudiado cuatro años o más para hacer psicoterapia sin recibir nada a cambio. Y en segundo lugar, está el principal motivo por el que no podemos intervenir: no es ético.
Tratar a un amigo, un familiar o una persona con la que tenemos algún tipo de relación personal o económica, más allá de la psicológica, no va a ser buena idea. No vamos a poder realizar la terapia de la forma más neutra posible, además de que nuestros sentimientos y los datos previos que tenemos del “paciente” evitarán que podamos llevar a cabo el proceso de forma objetiva.
Por ejemplo, imaginémonos que estamos haciéndole terapia a nuestro mejor amigo. Para empezar, tenemos una fuerte relación con él, con lo cual vamos a tener un sesgo sobre cualquier cosa que haya hecho, relativizando o considerándolo “menos malo”. También puede darse el caso de que nos confiese algo que no nos guste, haciendo que cambie nuestra relación con él, afectando negativamente a los dos.
Como es nuestro amigo, corremos el riesgo que, lejos de dar el tratamiento más adecuado para él, pensemos en nuestra relación y solo en eso. Esto puede significar que intervengamos sin respetar el principio de beneficencia, y claramente no estemos actuando por el bien de nuestro amigo.
Es por este motivo que cualquier paciente que acuda a consulta debemos haberlo conocido al momento, sin que haya relación previa de ningún tipo más allá de la de antiguo paciente en caso de que sea así.
3. Está viendo a un familiar, amigo o persona cercana al paciente
A no ser que el psicólogo esté especializado en terapia de pareja, terapia de familia o sea psicólogo infantil, lo ideal para cualquier terapeuta es que no esté tratando a pacientes que tengan una estrecha relación entre ellos.
Vamos a intentar explicar esto más a fondo. Imaginémonos que estamos tratando a un señor llamado Menganito. Menganito viene porque se siente traicionado por su amigo Paquito, persona que no conocemos. Empieza a hablarnos de cómo Paquito le ha hecho daño, nos cuenta qué opina sobre él y, en definitiva, nos confiesa un montón de aspectos personales de su relación con este amigo suyo.
Un día, nos viene Paquito, quien también quiere recibir psicoterapia. Nos ha descubierto por otra vía, no porque Menganito se lo haya recomendado. Ahora estamos en la situación de que sabemos cosas de Paquito sin que nos las haya dicho él mismo, sino su amigo Menganito. A su vez, podemos conocer cosas que nos haya dicho Menganito que Paquito debería conocer si queremos desearle lo mejor, pero estaríamos revelando secretos.
Este caso concreto el psicólogo está ante una situación bastante difícil. Tiene a dos pacientes que están muy relacionados entre ellos, y que haga lo que haga puede afectar a uno positivamente y al otro negativamente. Puede que recomendándole a Menganito alejarse de Paquito le hagamos a este segundo, con lo cual no estaríamos cumpliendo con el principio de beneficencia. También, podemos decirle a Paquito cosas que ha dicho Menganito que le afectan, violando el principio de confidencialidad.
4. Alguna característica del paciente impide que el terapeuta trabaje de forma profesional
Los psicólogos también son seres humanos: tienen sentimientos, pensamientos y emociones. Puede darse el caso de que no puedan atender de ninguna forma a un paciente porque conocen un rasgo de personalidad de él o un hecho de su pasado que entra en directo conflicto con su sistema de valores y creencias. Esto le imposibilita ejercer psicoterapia con ese paciente de la forma más profesional posible.
Por ejemplo, si el terapeuta es judío y recibe a un paciente con historial de haber formado parte de grupos neonazis, por mucho que ya no se relacione con este tipo de gente, el psicólogo no se va a sentir cómodo trabajando con este paciente. Está claro que en consulta no va a poder evitar tener prejuicios y sentir miedo ante la presencia del paciente. Incluso podría darse el caso de que, de forma inconsciente, aplicara una terapia que dañara al paciente como “venganza”.
5. Ha trabajado con anterioridad con ese paciente y considera que no hay más que hacer
Hay personas que van a necesitar acudir al psicólogo toda su vida, otras solo necesitarán ir unos cuantos años, y las más afortunadas sólo requerirán unos pocos meses. Cada caso es único y puede necesitar de más o menos tiempo de sanación, en función de su problema psicológico y su capacidad de progreso.
En los casos más positivos sucede que el paciente ha conseguido superar todos los problemas por los que ha acudido a consulta, haciendo que continuar la terapia ya no sea necesario. Está claro que al profesional le saldría más a cuenta continuar el tratamiento, siguiendo cobrándole al paciente, pero no sería ético estirar la terapia más de lo necesario. Por este motivo, llegado el final, paciente y psicólogo se despiden.
Lo que puede pasar en muchas ocasiones es que el paciente, pese haber arreglado todo lo que tenía que tratar, necesita a su psicólogo. Es como si fuera una adicción: siente que debe verlo. El psicólogo puede ver que el paciente, cuando vuelva a consulta, no lo hace porque tenga nuevos problemas a tratar, sino porque añora ir a terapia. Como profesionales, los terapeutas deben saber ver esta situación y especificarle al paciente que no necesita más terapia, que todo lo que tenía que solucionarse ya está solucionado.
Referencias bibliográficas:
- American Psychological Association (1981). Ethical Principles of Psychologists. American Psychologist, 36(6), 633-638.
- American Psychological Association (1985). Rules and procedures. American Psychologist, 40(6), 685-694.
- Fierro, A. (2000). Sobre la vida feliz. Málaga: Aljibe.
- Hare-Mustin R.T. y Hall, J. E. (1981). Procedures for responding to ethics complaints against psycholgists. American Psychologist, 36(12), 1494-1505.
- Martín Serrano, M. (1977). Los profesionales en la sociedad capitalista. Madrid: Pablo del Río.