Aunque el hecho de que exista el fin de la vida hace valioso cada minuto de nuestro tiempo, lo cierto es que casi nadie quiere morir y una gran parte de las personas tiene cierto respeto y miedo a la muerte.
Sin embargo, para algunas personas el miedo a la muerte y a los cadáveres y a todo lo que tenga que ver con ellos llega a suponer una verdadera fobia, que les genera gran sufrimiento y les impide vivir la vida de manera plena. Estamos hablando de la necrofobia, sobre la cual versa este artículo.
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¿Qué es la necrofobia?
Se conoce como necrofobia a la fobia a la muerte, y especialmente a los cadáveres, la cual supone una condición incapacitante y que genera un elevado nivel de ansiedad y malestar. Como fobia que es, supone la existencia de un miedo irracional y desproporcionado (algo por lo general reconocido por quienes los padecen) con respecto al riesgo que supone un estímulo o una situación, en este caso la muerte y todo lo relacionado con ella.
La exposición a lo temido o incluso la posibilidad de encontrarse con algo relacionado con ello genera intensos niveles de ansiedad, que pueden llevar a la aparición de síntomas somáticos tales como taquicardia, hiperventilación, temblores o sudoración excesiva. Puede llegar a generar crisis de pánico, en las que además de lo anterior pueden aparecer miedo a estar sufriendo un ataque al corazón, a perder la razón o a perder el control del propio cuerpo. Por todo ello el sujeto tiende a evitar todas aquellas situaciones que le recuerden o se asocien al estímulo fóbico.
La necrofobia es una fobia específica que puede relacionarse con el miedo al daño, sangre e inyecciones. Es también a menudo denominada tanatofobia, a pesar de que pueden existir matices que hacen que no sean completamente sinónimos: aunque ambos miedos son a la muerte e incluyen el temor a fallecer, la tanatofobia suele ser más general y centrada en el miedo a morir uno mismo, mientras que la necrofobia suele estar más vinculada en el miedo a los cadáveres, entierros y féretros.
Síntomas
A pesar de que el miedo a la muerte es común, la necrofobia como tal no es excesivamente habitual. Es una condición que puede llegar a afectar de forma significativa a la persona que la sufre. Y es que aunque no estemos constantemente rodeados de estímulos que nos recuerden la muerte o los cadáveres, el sujeto va a tender a evitar situaciones y lugares que para él tengan vinculación.
De este modo, algunos estímulos que pueden disparar la ansiedad y que los afectados por esta fobia evitarán incluir cementerios, celebraciones como Halloween o incluso museos en los que hayan expuesto momias o esqueletos. También se evitarán películas, novelas y obras de arte relacionadas con la muerte o cuerpos sin vida, como por ejemplo las de terror o el género negro. Aún más relevante que ello podría ser la evitación de hospitales, algo que puede perjudicar en gran medida a la salud del sujeto si necesitara asistencia médica. En casos severos podría llevar a que la persona evitara incluso salir de su casa, por el temor a la posibilidad de morir o encontrarse algún tipo de cadáver.
Asimismo, para las personas con esta fobia el hecho o pensamiento de envejecer supone una gran fuente de angustia, al vincularse la edad con una mayor posibilidad de fallecer. Ello puede contribuir a actitudes extremas con respecto a mantenerse joven o incluso a evitar a personas ancianas.
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Causas y origen del miedo a los muertos
Las causas de la necrofobia no son totalmente conocidas y no son únicas, influyendo en su aparición múltiples factores y variables. Antes de entrar a considerarlas cabe destacar que como ya hemos mencionado el miedo a la muerte es natural, ya que incluso a nivel biológico estamos programados para intentar sobrevivir.
Más allá de ello, resulta habitual que detrás del origen de la necrofobia se encuentre la vivencia de algún acontecimiento aversivo que haya condicionado la reacción respecto a la muerte o los cadáveres. Entre ellas podemos encontrar encontrarse con un cadáver (sea humano o animal) en la infancia, o vivir de manera traumática la pérdida de un ser querido. Otra causa puede derivarse del conocimiento de que todos vamos a morir tarde o temprano: el cadáver es un recuerdo de la propia mortalidad, con lo que se empatiza con él y aparece el pánico a acabar como el cuerpo que se está viendo. También puede influir la presencia de modelos parentales o del entorno altamente temerosos a la idea de morir, adquiriendo reacciones o modos de entender la muerte que resultan magnificados o extremos.
Asimismo, al igual que ocurre con las fobias a animales como las arañas y serpientes, el miedo a la muerte y los cadáveres puede verse influido con la herencia filogenética: los cadáveres se pudren, huelen y con el tiempo empiezan a crecer en ellos bacterias y organismos que pueden llegar a provocar enfermedades, con lo que las personas que no estuvieran en contacto habitual con los cuerpos sin ningún tipo de tratamiento podrían sobrevivir con mayor facilidad.
Tratamiento de esta fobia
Al igual que con el resto de las fobias, la necrofobia es una condición que puede ser tratada y superada con éxito a través de la terapia psicológica. En primer lugar habrá que analizar junto al paciente la visión y significado que se le proporciona a la muerte, la posible existencia de eventos traumáticos, las consecuencias que está teniendo la necrofobia en su vida o el porqué considera que ha surgido la fobia.
Entre las terapias más eficaces podemos encontrar la exposición y la desensibilización sistemática. En ambos casos se deberá exponer al sujeto de manera progresiva a una jerarquía de diferentes situaciones generadoras de ansiedad, ordenadas de menor a mayor.
Mientras en la exposición simple el sujeto debe permanecer en la situación hasta que la ansiedad baje por sí misma, en el caso de la desensibilización la persona deberá realizar una actividad complementaria e incompatible con la ansiedad (como por ejemplo técnicas de relajación). El objetivo es hacer de la ansiedad algo controlable, de manera que al encontrarse con el estímulo temido el sujeto no necesite huir o evitar las actividades de su día a día. Algunos ejemplos de estímulos o situaciones a los que exponerse podrían incluir ver películas de terror, leer narraciones o descripciones sobre sensaciones en personas con experiencias cercanas a la muerte, probarse disfraces de zombi o esqueleto, acudir a un cementerio o ir a un velatorio.
La terapia cognitivo conductual es también un recurso recomendable, de cara a analizar y posteriormente intentar modificar las creencias, sesgos y pensamientos disfuncionales que hacen que el problema se haya originado y/o se mantenga. Otra técnica que goza de cierta popularidad en este tipo de fobia es la hipnoterapia. También es posible emplear fármacos ansiolíticos en situaciones puntuales que generen ansiedad (por ejemplo al acudir a un entierro), si bien esto no arreglaría el problema.
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