La resiliencia nos muestra que la capacidad de ser felices no depende de criterios de bienestar puramente objetivos. Muchas veces, los seres humanos desarrollan la capacidad de sentirse estimulados por sus vidas y capaces de progresar en esta incluso en situaciones en las que han sufrido un duro golpe: tras ser despedidos de un trabajo de varios años, al sufrir una enfermedad severa, al perder a varios familiares a la vez, etc.
Cuando somos resilientes, conectamos con esa parte de nosotros mismos capaz de modificar nuestros esquemas de pensamiento y nuestros hábitos con tal de salir de una mala situación con la que no contábamos, y si bien durante le proceso no nos sentimos al 100% con el control de nuestras vidas, sí podemos ir aprendiendo acerca de lo que funciona y lo que no funciona para sentirnos bien e ir haciendo que las cosas vuelvan a su cauce.
No todo en mundo desarrolla resiliencia cada vez que pasa por muy malos momentos, pero la buena noticia es que esta capacidad puede ser potenciada y entrenada, tal y como ocurre con cualquier tipo de comportamiento. Veamos cómo se consigue esto.
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¿Qué entendemos por resiliencia?
En el ámbito de la psicología, la resiliencia es un concepto que tiene que ver con un conjunto de habilidades y predisposiciones psicológicas que nos permiten sobreponernos a las situaciones de crisis (colectiva o individual) y adaptarnos a ese nuevo contexto, haciendo frente a los retos que nos plantea. Es decir, que las personas que han desarrollado un buen nivel de resiliencia sufren los malos momentos que les toca vivir, pero no dejan que ese malestar las paralice, y logran modificar sus comportamientos y su manera de pensar de una manera constructiva, sin renunciar a la capacidad de llegar a ser felices o de encontrar satisfacción en el día a día.
Aunque hay muchos ejemplos notables de personas resilientes, en realidad este grupo de aptitudes y capacidades está presente en mayor o menor medida en todas las personas. Desde hace tiempo, sabemos que el ser humano no solo es un animal con una gran capacidad para aprender y adaptarse a una amplia variedad de entornos, sino que también es capaz de ajustar sus posibilidades de sentir felicidad y bienestar en situaciones muy distintas, y esto es algo que también se da a medida que pasamos por varias fases de la vida.
Por ejemplo, lo más habitual es que el nivel de felicidad de las personas no caiga al mismo ritmo que envejecen, y del mismo modo, se sabe que por lo general las personas con alteraciones como la ceguera adquirida no permanecen infelices de manera indefinida desde que pierden la vista, sino que pasado un tiempo sorprendentemente corto son capaces de ser tan felices como siempre.
Así pues, la resiliencia no es un fenómeno excepcional, sino un aspecto de la condición humana que muchas veces se expresa de manera espontánea, sin siquiera darnos cuenta de ello. Sin embargo, hay casos en los que esta no emerge con el ritmo y la intensidad adecuadas, y es necesario tomar medidas de forma deliberada para alimentar la capacidad de resiliencia. Es por eso que en casos así es importante buscar ayuda profesional en psicoterapia
Estrategias para potenciar la resiliencia
Como hemos adelantado, la manera más eficaz para desarrollar resiliencia es, claramente, la psicoterapia; de todas formas, también hay algunos hábitos y estrategias que puedes aplicar a tu día a día para facilitar que gane fuerza. Veamos cuáles son.
1. Establecimiento de hábitos de vida sana
Está demostrado que el hecho de mantenerse en forma y tener en cuenta la importancia del auto-cuidado es un elemento de prevención de problemas emocionales, entre los que se encuentran los trastornos de ansiedad y los síntomas de tipo depresivo. Mantenerlos a raya es importante porque esta clase de alteraciones psicológicas tienden a hacer que las personas adopten una actitud pasiva y de indefensión ante los problemas que les afectan.
Por consiguiente, las horas de ejercicio moderado semanal, las horas de sueño de calidad y los momentos de mantenimiento de una buena higiene personal están lejos de ser tiempo perdido: nos ayudan a afrontar los problemas con las pilas cargadas y en las mejores condiciones, sin tener la mente dividida en otras formas de malestar de origen físico.
2. Establecimiento de metas y sub-metas concretas
Las personas más resilientes en los momentos de crisis se caracterizan por tener siempre en mente una serie de objetivos a alcanzar, los cuales deben estar adaptados a su situación inicialmente poco favorecedora.
Esto ofrece varios puntos de apoyo psicológico. Por un lado, hace que sea más probable que nos pongamos manos a la obra con la solución e los principales problemas que nos afectan, al tener claras metas específicas a abordar. Por el otro, estas referencias nos ayudan a ser conscientes de nuestros progresos cuando vamos consiguiendo pequeñas victorias, y eso nos permite no caer en la pasividad y en la idea de que “todo está perdido”.
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3. Búsqueda de apoyo en los demás
La resiliencia no tiene que ver con un proceso de auto-superación puramente individual. Parte de lo que nos permite sobreponernos a las crisis tiene que ver con ser conscientes de la importancia de la solidaridad y las redes de ayuda. Si no fuese así, la perspectiva de estar solos ante lo que nos ocurre nos paralizaría, a la vez que nos haría sentir mal por no ser capaces de afrontar esa situación sin ayuda de nadie. Por eso, incluso las personas que por sus malas condiciones de vida no disponen de muchos migos o familiares, tienen como una de sus prioridades buscar apoyo ampliando su ámbito de relaciones sociales, y a la vez ofreciendo ayuda a los demás.
4. Aplicación de hábitos que potencian la Inteligencia Emocional
La Inteligencia Emocional nos ayuda a identificar correctamente nuestras emociones y sentimientos, y a canalizarlos de una manera que nos sirva o al menos no nos suponga un gran problema. Hay varias maneras de facilitar esto, pero una de las más sencillas es llevar un diario de emociones, en el que ir anotando las experiencias emocionalmente más relevantes del día a día, los pensamientos a los que dan paso, lo que nos han llevado a hacer, etc.
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