Las fobias son trastornos de ansiedad muy frecuentes, y existen diferentes tipos que suelen englobarse en tres grupos.
Las fobias específicas, la fobia social y la agorafobia. Dentro de las fobias específicas podemos encontrar la aracnofobia (miedo a las arañas), la cinofobia (miedo a los perros) o la rectofobia (miedo a las enfermedades anorectales).
En las siguientes líneas hablaremos de la rectofobia, una fobia extraña que también recibe el nombre de proctofobia, y profundizaremos en qué es, cuáles son sus síntomas, sus causas y su tratamiento.
Qué es la rectofobia
La rectofobia es una fobia, y por tanto, un miedo irracional hacia un estímulo fóbico; en este caso, las enfermedades anorectales. El ser humano, de manera inconsciente, es capaz de tener miedo a situaciones, objetos e incluso pensamientos.
Este miedo provoca un gran malestar y una gran ansiedad, y por eso esta patología se engloba dentro de los trastornos de ansiedad. Una característica de los trastornos fóbicos es que la persona que sufre esta condición tiende a evitar el estímulo temido. Una persona con cinofobia evitará el contacto con perros, en el caso de la aracnofobia el contacto con arañas y en la rectofobia se evita cualquier situación que puede llevar a la persona a sufrir algún tipo de enfermedad en esa zona del cuerpo.
Causas posibles
Las fobias suelen tener su origen en el aprendizaje asociativo conocido como Condicionamiento Clásico. Ivan Pavlov fue una de las figuras clave a la hora de aportar conocimiento sobre este fenómeno por primera vez. El Condicionamiento Clásico es una forma de aprendizaje que implica respuestas automáticas o reflejas. Esto lo diferencia de otra forma de aprendizaje conocido como Condicionamiento Operante o Instrumental.
Se llama Condicionamiento Clásico a la creación de una conexión entre un estímulo nuevo y un reflejo ya existente (en el caso de la fobia, el miedo). Si atendemos a la formación de una fobia, el aprendizaje de este trastorno tendría su inicio en un estímulo originalmente neutro, que no provoca una respuesta (por ejemplo, las arañas, los pensamientos sobre una enfermedad del recto o el subirse a un avión).
Mediante una experiencia traumática que provocaría una fuerte respuesta de miedo, podría producirse una conexión asociativa del estímulo originalmente neutro con dicha experiencia negativa. Esto causaría que el paciente con fobia respondiese inconscientemente con miedo, ansiedad y malestar ante el estímulo que antes no provocaba esta respuesta. El aprendizaje no siempre se produce por experiencia directa, sino que también es posible que ocurra a través de la observación
Aunque fue Pavlov el pionero en las investigaciones de Condicionamiento Clásico, John Watson lo hizo popular en Occidente y fue el primero en aportar conocimiento sobre la relación entre las emociones y este tipo de aprendizaje asociativo.
- En nuestro artículo “John B. Watson: vida y obra del psicólogo conductista” te explicamos un poco más sobre sus investigaciones y contribuciones al ámbito de la Psicología y la Educación.
¿Qué papel juega la genética?
Si bien existe cierto consenso al afirmar que el Condicionamiento Clásico tiene su origen en el aprendizaje, otros autores afirman que la genética hace que algunas personas sean más propensas que otras a sufrir este tipo de patologías. Además, según la teoría de la preparación de Seligman, estamos biológicamente predispuestos a sufrir fobias, pues es posible que asociemos más fácilmente algunos estímulos al miedo.
La causa de esto es que el miedo es una emoción adaptativa y de esta manera favorecería la supervivencia de la nuestra especie. Las fobias ocurrirían por asociaciones primitivas y no cognitivas, que no son fácilmente modificables por argumentos lógicos.
Síntomas de este trastorno fóbico
Los diferentes tipos de fobias suelen tener una sintomatología muy similar provocada por la presencia del estímulo fóbico. La ansiedad y el miedo irracional son, sin duda, síntomas característicos de la rectofobia. También lo es el deseo de evitar el estímulo temido y la evitación de éste.
Es importante destacar que este trastorno tiene una fuerte relación con otros trastornos como la Hipocondría o el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), y suele ser un síntoma secundario de éstos. Ahora bien, si el miedo irracional es más pronunciado que las obsesiones o las compulsiones el diagnóstico principal es la rectofobia.
En resumen, los síntomas de la rectofobia son:
- Miedo irracional a contraer enfermedades anorectales o miedo a morir
- Ansiedad y malestar.
- Conductas evitativas
- Hormigueo (parestesia)
- Hipersudoración
- Palpitaciones y aumento del ritmo cardiaco
- Temblores
- Falta de aire y dificultades para respirar.
- Opresión torácica
- Náuseas y molestias abdominales
- Mareos y desmayos
- Despersonalización
Tratamiento y terapia
Como he dicho, las fobias se originan por Condicionamiento Clásico, y se caracterizan porque la persona que las sufre tiene un miedo irracional hacia el estímulo fóbico. Los estudios científicos han demostrado que las terapias de conducta, tanto las de segunda como las de tercera generación funcionan muy bien y son muy efectivas para tratar esta patología.
Al referirme a las terapias de segunda generación me estoy refiriendo a la terapia cognitivo conductual, que tiene como objetivo modificar aquellos pensamientos, creencias o conductas que provocan malestar en el paciente. En la intervención para las fobias, las técnicas de relajación y las técnicas expositivas son ideales para ayudar al paciente a controlar los síntomas negativos de la fobia y hacerle entender que sus miedos y creencias sobre el estímulo fóbico son irracionales.
Una técnica de exposición ampliamente utilizada por los terapeutas cognitivo conductuales es la desensibilización sistemática, que consiste en exponer al paciente de manera gradual al estímulo fóbico a la vez que aprende distintas herramientas de afrontamiento.
En cuanto a las terapias de tercera generación, la Terapia Cognitiva Basada en Mindfulness y la Terapia de Aceptación y Compromiso, que consisten en la aceptación de la experiencia fóbica, entre otros principios, para que el paciente se relacione de distinta manera con los eventos que le provocan malestar.
En casos extremos, es necesario la administración de fármacos, pero siempre junto a la terapia psicológica.