Los aspectos de la vida en la que los seres humanos somos proclives a perder el control de nuestros actos y percibirnos a nosotros mismos de manera engañosa son tan variados como complejas son nuestras diferentes culturas. La anorexia, la bulimia o incluso la ortorexia son ejemplos de ello, pero estos episodios no se limitan sólo a ámbitos relacionados con la alimentación. Hoy en día existe también la tanorexia, una condición psicológica en la que la persona se ve excesivamente pálida y dedica grandes esfuerzos a intentar broncearse, pasando por alto o minusvalorando los costes que ello pueda tener.
Tal y como ocurre en el caso de la ortorexia, la tanorexia no es un constructo teórico que goce de amplio reconocimiento en la comunidad científica, en parte por su novedad y por la falta de estudios centrados en este fenómeno. Sin embargo, puede entenderse como un tipo de adicción mediado por la cultura en el que la persona experimenta una pérdida de control en el tiempo que le dedica a tomar el sol o a usar métodos alternativos para broncearse.
La raíz cultural de la adicción al bronceado
A pesar de que algunos estudios sugieren que detrás de la tanorexia se encuentran unos patrones bioquímicos anormales que se dan en el sistema nervioso y endocrino de quien experimenta esta adicción, debemos hablar de los elementos culturales que posibilitan su existencia. Difícilmente podía existir tanorexia en un contexto histórico en el que la mayor parte de la población se dedicaba a la agricultura para sobrevivir a duras penas y los cánones de belleza tendían hacia la palidez, pero hoy en día la situación es muy distinta.
Así, las causas de la existencia de la tanorexia se apoyan en parte en un cambio en estos cánones de belleza. En los países occidentales de hoy en día, un buen bronceado denota juventud y riqueza, algo deseable y que merece la pena ser exteriorizado.
Los motivos podrían tener algo que ver con el hecho de que hoy en día la población pobre suele estar empleada durante muchas horas en grandes recintos industriales, lejos de la luz del sol, al haberse sustituido los campos por las fábricas. Por ello, la población blanca que muestre piel una bronceada de manera uniforme es la que tiene tiempo para salir a lugares de ocio durante las horas del día, sale a la playa, practica natación o es aficionada al excursionismo y los viajes.
Además, en ciertas zonas del cuerpo es más difícil detectar arrugas e imperfecciones de la piel cuando la tez ha adquirido un tono más oscuro, lo cual convertiría el bronceado en un buen aliado para ocultar los signos de la edad.
Los riesgos
Los peligros de la tanorexia son evidentes. Una excesiva exposición a la luz solar conlleva riesgos serios para la salud tanto de nuestra piel como, por extensión, del resto de tejidos de nuestro cuerpo. La radiación ultravioleta puede producir cáncer en algunos casos, pero en casi todos equivale a un empeoramiento de la calidad de la piel con el paso del tiempo.
Además, como en cualquier otra adicción, la tanorexia podría retroalimentarse a partir de unos hábitos cíclicos poco adaptativos y generadores de estrés y problemas de raíz social. De este modo, una persona podría aprender a intentar reducir los altos niveles de ansiedad producidos por este problema exponiéndose a más radiación ultravioleta, hasta llegar a un punto en el que este hábito escapa totalmente a los intentos voluntarios de la persona por controlar la situación.
Síntomas de la tanorexia
Algunos de los síntomas asociados a la adicción al bronceado son:
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Estado de alerta continua relacionado con el grado de bronceado que se conserva.
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Ansiedad relacionada con la manera de percibir el propio grado de bronceado.
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Comparación constante entre el propio grado de bronceado y el de otras personas, sean como sean estas últimas.
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La persona tiende a percibir su piel como si fuera mucho más clara de lo que es.
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