Para pensar si algo se puede prevenir o no, primero debemos entender su significado. El suicidio no equivale a un deseo de muerte, sino a un profundo deseo de abandonar una vida que se considera difícil o imposible de sobrellevar.
El Dr. Thomas Joiner, creador de la teoría psicológica interpersonal del comportamiento suicida, propone a través de sus investigaciones que un individuo no morirá por suicidio a menos que tenga el deseo de morir por suicidio y posea la capacidad para llevar a cabo su deseo, basado en los problemas para conectar con los demás. A continuación veremos en qué consiste esta teoría.
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La teoría psicológica interpersonal del comportamiento suicida
La base teórica de esta aproximación tiene tres componentes principales.
1. Sentido de pertenencia frustrado
El primer elemento de la teoría es un sentido de pertenencia frustrado; y es que la evidencia indica que, cuando las personas mueren por suicidio, en su mayoría se sienten desconectadas de los demás, originando una idea y sentir por parte de los individuos de que nadie realmente se preocupa por ellos, y como alternativa, puede reflejar la sensación de que, mientras a “algunos les puede importar”, nadie puede relacionarse con ellos y comprender su situación.
Ambas sensaciones dejan profundos sentimientos de soledad, la persona se siente aislada y claramente desamparada, esta idea contradice una realidad diferente muchas veces ya que las personas que mueren por suicidio rara vez, o nunca, carecen de otros que se preocupen por ellos, pero los pensamientos automáticos disfuncionales son capaces de sesgar las percepciones de los individuos sobre el mundo que los rodea.
Además, aunque existan personas que se preocupan por ellos, no pueden relacionarse con su experiencia vivida en el caso de las personas que hayan pasado por un trauma o experiencia desagradable, así que las personas pueden sentirse distanciadas de otras que no experimentaron los mismos eventos abrumadores, independientemente de lo conocimiento que otros posean acerca de dicho evento.
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2. La carga percibida
El segundo componente es la carga percibida, que de igual manera que la pertenencia frustrada, generalmente es impulsada por pensamientos automáticos distorsionados; y son estos dos componentes los que conforman el “deseo de suicidio”.
Las personas que experimentan elevaciones en esta variable tienen la sensación de que no hacen contribuciones valiosas al mundo que les rodea. Pueden verse inundadas por pensamientos de inutilidad y minusvalía, en consecuencia llegan a estar seguros de que la vidas de los demás mejorarían si desaparecieran o no habría diferencia alguna acerca de la existencia propia.
Una vez más, tales creencias en caso de no ser verdaderas, son una tendencia cognitiva común de parte de los individuos después de experimentar ciertos tipos particulares de eventos. Perder un trabajo, perder un ascenso, pasar a la jubilación y reprobar un examen son varios ejemplos de tipos de experiencias que pueden generar una sensación de angustia. En el caso de pensamientos intervenidos por comentarios seguidos de un constante maltrato emocional, solo vienen a reafirmar la constante auto-descalificación que un individuo ya posee.
3. La capacidad adquirida
El tercer elemento, la capacidad adquirida, revalida el proceso que ocurre cuando los centros cerebrales responsables de la motivación y el aprendizaje interactúan y el estado de ánimo cambia la intensidad percibida del dolor. Así es como el dolor físico se vuelve menos pronunciado con el tiempo a medida que el cuerpo se acostumbra a la experiencia.
De este modo, las personas que se autolesionan van desarrollando la valentía ante el dolor y lesión, y que de acuerdo con la teoría, adquieren esta preparación a través de un proceso de experimentar repetidamente eventos dolorosos. Estas experiencias a menudo incluyen autolesiones previas, pero también pueden incluir otras experiencias, como lesiones accidentales repetidas; numerosas peleas físicas; y ocupaciones como la de un médico o un soldado de primera línea en el que la exposición al dolor y las lesiones, ya sea directa o indirectamente, se han vuelto común.
Cualquier intento de morir debe considerarse un acto serio, porque muchas personas repiten sus acciones. Las personas que hacen cualquier cosa para garantizar que se vea su intención de morir. Es su propia forma indirecta de pedir ayuda, la situación que viven cursa con una gran angustia, y lo que piden es ser salvadas.
Entonces, ¿la teoría puede prevenir el suicidio?
La teoría psicológica interpersonal del comportamiento suicida hace hincapié en la importancia de que las personas especialistas conozcan los niveles de pertenencia, carga percibida y capacidad adquirida de sus pacientes (especialmente si hay una historia de intentos suicidias previos), ya que este conocimiento puede ayudar en la tarea de la evaluación del riesgo de suicidio y en el proceso terapéutico, la intervención precisa conociendo estas variables y siendo capaces de abordar a tiempo estas distorsiones cognitivas son capaces de darles un giros a las cogniciones que nos afectan.
Algunas técnicas a utilizar son la reestructuración cognitiva propuesta por Aaron T. Beck; esta herramienta es reconocida a nivel mundial como muy efectiva para eliminar/tratar la ansiedad, depresión y el estrés. La idea es abordar patrones cognitivos, creencias disfuncionales para tratar de modificarlos o debilitarlos.
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