Todos, en menor o mayor medida, somos animales sociales. Y como tal, tenemos una tendencia natural a preocuparnos por lo que los demás piensan o digan sobre nosotros.
Es en esta naturaleza social donde se lleva a cabo buena parte de nuestros anhelos como personas, ya que, para bien o para mal, la socialización afecta en gran medida a nuestro autoconcepto y nuestra autoestima.
¿Qué es la Eritrofobia?
La Eritrofobia es una fobia específica que se encuentra dentro del grupo de las fobias sociales. La Eritrofobia es el miedo a ruborizarse. Cuando la persona que tiene esta fobia se pone roja en público reacciona de forma negativa, avergonzándose de sí misma. Esto conlleva que la ansiedad que experimenta se incrementa, y se puede producir un mayor sonrojo.
Causas de la Eritrofobia
Encontrarse en un ambiente social en que eventualmente uno puede ser el centro de atención puede desencadenar el sonrojo facial, incluso en el caso de que la atención que se recibe no sea negativa. Ante la atenta mirada de las demás personas, el afectado puede temer la crítica, el menosprecio o la humillación del grupo.
Generalmente, el rubor facial empieza en la etapa de la infancia o la adolescencia, donde no es infrecuente que el sujeto haya sido objeto de mofas por su ruborización. Esto genera vergüenza en la persona afectada y convierte el rubor en una reacción vivida como negativa, al ser ridiculizada por los demás.
Consecuencias y efectos psicológicos
El temor a ruborizarse genera ansiedad. Se produce el círculo vicioso por el cual el propio miedo a ruborizarse puede desencadenarlo. Ante este miedo intenso a que una situación social pueda desencadenar en la ruborización, se tiende a evitar dichos encuentros sociales.
Puesto que el miedo al rubor enfatiza la ansiedad a ruborizarse, las situaciones previsibles pueden ser cada vez más numerosas, y este temor puede permanecer y consolidarse durante la adultez.
Fobia social: ¿la génesis del rubor?
La fobia social podría definirse como la timidez patológica a encontrarse en situaciones en las que se comparte espacio e interacción con más personas. El sujeto con fobia social siente miedo y ansiedad severos y persistentes ante distintas situaciones sociales, como interactuar con otras personas o simplemente ser observadas. Esta condición llega a entorpecer de manera significativa el desarrollo de la vida cotidiana del afectado.
A pesar de que las personas que sufren algún tipo de fobia social son conscientes de que sus sensaciones no son racionales, experimentan una fuerte desconfianza a afrontar la situación que les produce miedo. De este modo, recurren a ciertos mecanismos de defensa, como por ejemplo intentar evitar a toda costa dicha situación, hecho que conlleva que cada vez sean más las situaciones que se evaden, y se entra en un espiral de aislamiento que compromete la dimensión social de la persona y su desarrollo personal a este nivel.
También es muy frecuente que la persona que sufre fobia social se preocupe constantemente y experimente ansiedad anticipatoria ante la posibilidad de que otros les juzguen y piensen que son individuos débiles, raros, poco inteligentes o histéricos.
Sonrojarse: ¿es malo?
Ruborizarse, en sí mismo, no es ninguna patología ni, por lo general, es síntoma de ningún trastorno. Sonrojarse es una reacción corporal plenamente normal y no es necesario seguir ninguna pauta o tratamiento para evitarlo. El escenario en que ponerse rojo pueda ser un elemento que acentúe un trastorno psicológico de fondo y esto afecte al normal desarrollo diario de la persona, sí puede ser motivo suficiente como para tomar algunas medidas, puesto que estamos ante un caso de Eritrofobia.
Incidencia
Aproximadamente un 70% de las personas que sufren fobia social padecen a su vez Eritrofobia. Una investigación liderada por la Universidad de Braunschweig, en Alemania, comparó la frecuencia con que se presenta el sonrojo intenso en personas de ocho países. De más a menos tendencia a ruborizarse de forma intensa, el estudio reportó: japoneses, coreanos, españoles, alemanes, austríacos, canadienses, holandeses y, por último y como los menos proclives a ponerse rojos, los estadounidenses.
Conclusiones
La causa del temor a sonrojarse no debe evitarse sino afrontarse. Es posible que si sufres Eritrofobia, puedas llegar a vencer este miedo gracias a algunos libros especializados y la ayuda y confianza que te brinden tus amigos y allegados.
En otros casos, el miedo intenso y persistente requerirá del soporte terapéutico de un profesional de la psicología clínica. Solo en casos muy extremos esta condición precisará de un control sistemático y a varios niveles, en que puede ser necesario el tratamiento farmacológico.