El filósofo griego Epicuro consideraba que el placer y la felicidad iban de la mano. Su filosofía, el epicureísmo, es considerada una suerte de medicina para el alma, con lo que no es de extrañar que haya tenido muchos seguidores a lo largo de la historia.
Desde el epicureismo se apuesta por la búsqueda de los placeres espirituales y la ausencia de temores para poder disfrutar de la vida. Es una corriente materialista que promulga no tenerle miedo ni a los dioses ni a la muerte, sino satisfacer nuestros placeres pero de forma racional.
Teniendo a seguidores como Horacio, Lucrecio y Virgilio, el epicureísmo ha sido una corriente muy famosa a lo largo de la historia. Veamos en qué consiste esta corriente filosófica hedonista.
- Artículo relacionado: "Los 15 filósofos griegos más importantes y famosos"
¿Qué es el epicureísmo?
El epicureísmo es una doctrina desarrollada por el filósofo griego Epicuro (341 a.C. – 270 a.C.). De acuerdo con él, la búsqueda del bienestar de la mente y el cuerpo debe ser el objetivo de toda persona. Los placeres deben ser tanto espirituales como físicos, y en su concepto de felicidad también se concibe la ausencia de turbaciones y de dolor para alcanzarla. El ser humano es feliz cuando alcanza el perfecto equilibrio entre cuerpo y mente, lo que se llama ataraxia.
Epicuro nació en Samos en el año 342 a.C., en el seno de una familia de la nobleza ateniense. Con catorce años se trasladó a Teos donde recibió las enseñanzas de Nausífanes, discípulo de Demócrito. A los dieciocho se trasladó a Atenas, después de haber viajado por toda Grecia, donde fundaría su propia escuela. Conocida como el jardín de Epicuro, esta escuela se hizo famosa por el cultivo de la amistad y por permitir la participación de las mujeres, a diferencia de otras escuelas filosóficas helénicas.
La filosofía epicúrea es la de una ética del placer. En ella se sostiene que para conseguir una vida feliz no debe haber la presencia del dolor, tanto físico como moral. En este sentido, señalaba que la presencia de placer indicaba la ausencia del dolor, así como cualquier tipo de aflicción, fueran físicas como el hambre o la tensión sexual o mentales como el aburrimiento, la apatía o el enfado.
Epicuro consideraba que los placeres no debían limitarse al cuerpo, sino también debían satisfacerse los de la mente. Si bien los del cuerpo eran, en apariencia, más importantes de satisfacer, también eran más breves. En cambio, los del alma, aunque más complicados, eran también más duraderos y ayudaban a mitigar los dolores del cuerpo. De ahí que Epicuro promulga la importancia de buscar un equilibrio entre estos placeres, pues solo con tal se conseguiría alcanzar la felicidad.
Esta filosofía es considerada materialista. Epicuro consideraba que para liberarse del temor y alcanzar el placer los seres humanos debían liberarse del miedo a los dioses, el miedo a la muerte y el miedo al destino, pues con esos temores no es posible disfrutar de la vida. En el epicureísmo se afirma que no se debe tener miedo a los dioses, que toda idea de más allá es solo una impostura, pues los dioses son ajenos a los asuntos humanos. A la muerte tampoco se le debe tener miedo porque, mientras somos, la muerte no está presente y, cuando ésta llega, nosotros ya no estamos.
El epicureísmo es, junto con el cinismo, el estoicismo y el escepticismo, una de las primeras grandes escuelas que supuso el paso de la época clásica a la época helenística en la historia de la Grecia Antigua. Como grandes seguidores de esta corriente encontramos a Horacio (65-8 a.C.), Virgilio (70-19 a.C.) Lucrecio (99-55 a.C.), Lorenzo Valla (1407-1457) y Pierre Gassendi (1592-1655).
Las doctrinas del epicureísmo fueron recogidas por Diógenes Laercio en su obra el Tetrafármaco, un resumen del pensamiento epicúreo que las definió como las “máximas capitales”. En esta obra se habla de cuatro postulados principales:
-
No temas a los dioses.
-
No temas a la muerte.
-
Lo que es bueno es fácil de conseguir.
-
Lo que es terrible es fácil de soportar.
-
Quizás te interese: "Las 8 ramas de la Filosofía (y sus principales pensadores)"
Tipos de placeres
Epicuro consideraba que tanto los placeres como las aflicciones eran provocados por la satisfacción o el impedimento de la satisfacción de los apetitos. En su filosofía epicúrea se considera que existen cuatro tipos de placeres.
- Naturales y necesarios: alimentarse, dormir, abrigarse…
- Naturales pero no necesarios: satisfacción carnal, una buena conversación…
- No naturales ni necesarios: ansias de poder, fama…
- No naturales pero necesarios: llevar ropa, tener dinero…
Otros tipos de placeres de los que se habla el epicureísmo son los placeres del alma; los placeres del cuerpo, que son los más importantes para la supervivencia del organismo; los placeres estables, que son los que se llegan a sentir cuando no se tiene ningún tipo de dolor o aflicción; y los placeres móviles, que pueden ser tanto físicos como mentales y que implican algún tipo de cambio. Entre estos últimos encontraríamos el placer de la alegría.
- Artículo relacionado: "Adaptación hedónica: ¿cómo modulamos nuestra búsqueda del bienestar?"
Hedonismo y epicureísmo
Si bien el epicureísmo es considerado una corriente hedonista, cabe decir que no coincide por completo con el hedonismo. Los epicúreos pretenden alcanzar la plenitud física, intelectual y emocional, mientras que los hedonistas se centran más en el cuerpo, dejando de lado el resto de placeres y necesidades no físicas.
Los epicúreos deben evitar el dolor y las perturbaciones, buscando el placer, pero tampoco sin pasarse pues los lujos y las comodidades excesivas no sirven para vivir una vida en armonía y disfrutar de la paz. Pese a que muchos epicúreos llevaban una vida aislada del mundo, no prescindían totalmente de la compañía sino que les gustaba forjar relaciones de amistad y mantener interesantes conversaciones donde se intercambiaban ideas y opiniones.
Cabe destacar que el epicureísmo realiza una búsqueda del placer sin dejar de lado la razón. Los epicúreos consideraban que, en más de una ocasión, es necesario aceptar un dolor que nos puede traer un placer mayor. Y también a la inversa: se debe rechazar un placer que, en el futuro, nos podría traer un dolor mayor. Solo asociando la felicidad a la razón es posible alcanzar la ataraxia y un estado de serenidad donde no haya perturbaciones.