Hace unos 7.000 años, en un lugar denominado Masseria Candelaro, en la región de Apulia, en el sur de Italia, una comunidad humana del Neolítico enterró bajo capas de tierra ligera numerosos cráneos y mandíbulas. En total, se han desenterrado los restos óseos de unas 15 personas, por lo que todo parece indicar que se trata de un entierro masivo.
Sin embargo, el equipo de arqueólogos que realizó el hallazgo descubrió algo más. Y es que todos los fragmentos de hueso presentaban señales evidentes de haber sido manipulados y, además, de forma frecuente y continua. En otras palabras; los individuos de la comunidad neolítica se habían ido pasando los huesos de generación en generación, antes de su definitivo enterramiento.
¿Qué significa el depósito de cráneos y mandíbulas de Masseria Candelaro? ¿Podría ser un testimonio de prácticas rituales prehistóricas? En el siguiente artículo hablamos sobre el descubrimiento y la investigación que siguió al hallazgo.
El gran depósito de cráneos y mandíbulas de Masseria Candelaro
El lugar de Masseria Candelaro, en el sur de Italia, empezó a ser habitado en el VI milenio a.C., en pleno Neolítico europeo. El espacio donde se descubrieron los huesos, denominado “Estructura Q”, presenta evidencias de haber tenido diversos usos: una primera etapa, en la que el lugar tuvo un uso doméstico, y una segunda, cuando se convirtió en el depósito de restos óseos que conocemos.
De hecho, la región entera parece haber constituido un lugar de entierro y de práctica ritual. En la cercana Grotta Scaloria, los abundantes restos óseos presentaban evidencias de haber sido agredidos post mortem para extraer los últimos jirones de tejido, lo que prueba que, tras la muerte del individuo, se “pulía” su cráneo para destinarlo a rituales que, por ahora, nos son desconocidos.
Reconstruyendo el pasado
El equipo de arqueólogos que realizó el hallazgo, liderado por Jess Thompson, de la Universidad de Cambridge, analizó los restos del depósito de Masseria Candelaro y descubrió que se trataba de los cráneos y las mandíbulas de 15 individuos, mayoritariamente varones. Los análisis de isótopos estables demostraron que las personas a las que pertenecían los restos vivían en la región; es decir, no se trataba de individuos foráneos.
Además, las pruebas de radiocarbono demostraron que los restos habían sido parte de un ritual nada menos que durante dos siglos, en los que los miembros de la comunidad manipularon los huesos con fines que se desconocen. Finalmente, hacia el 5.400 a.C., los restos óseos fueron depositados, cubiertos por una capa fina de tierra y abandonados, en lo que los investigadores llaman el “despido final”. ¿Por qué estos huesos fueron manipulados durante doscientos años (es decir, durante aproximadamente ocho generaciones) y luego, bruscamente, enterrados y olvidados?
¿Un culto a los ancestros?
Parece evidente que los huesos fueron continuamente utilizados por los miembros del grupo, lo que todo apunta a un fin ritual. ¿Podría conectarse esto con un culto a los ancestros?
El “culto a los antepasados” es una expresión genérica utilizada por algunos eruditos para referirse a las prácticas religiosas que ejercían los antiguos pobladores del Neolítico, a falta de mayor precisión. No han faltado críticas a esta opinión, que han tachado a estos investigadores de definir con esta idea cualquier manifestación neolítica relacionada con la muerte.
Pero ¿acaso podemos conocer a ciencia cierta por qué nuestros antepasados manipulaban los cráneos de sus muertos? La ausencia de escritura nos pone ante un velo impenetrable, que admite, por supuesto, diferentes lecturas.
Exhumados, descarnados y exhibidos
Los cráneos de Masseria Candelaro no presentaban signos de violencia, por lo que podemos imaginar que estas personas fallecieron de forma natural. Luego, tras su muerte, sus allegados esperaron a la descarnación para utilizar los huesos como parte de un ritual comunitario. Pero ¿cuál y para qué?
En su estudio, publicado en la European Journal of Archaeology, el equipo de arqueólogos apunta a que, posiblemente, y considerando las muestras de manipulación que presentan, estos huesos fueron intercambiados con los distintos miembros de la comunidad y/o exhibidos en lugares especiales.
Puede que estos grupos consideraran los restos de sus antepasados como un vínculo con la esencia del clan, cuyo poder mágico traspasaban a la comunidad los huesos de los muertos. En todo caso, no existe explicación para su abrupta y definitiva inhumación tras dos siglos de uso.
Esta región del sur de Italia presenta pruebas evidentes de que entre sus habitantes del Neolítico existía la costumbre de desenterrar a sus muertos una vez descarnados y manipularlos e intercambiarlos con el resto de la tribu. No en vano, muchos restos, como los de la ya citada Grotta Scaloria o la vecina Passo di Corvo, muestran claros indicios de haber sido expresamente descarnados post mortem con una herramienta cortante.
Conclusiones
El hallazgo de Masseria Candelaro supone un excelente estímulo para seguir investigando las prácticas rituales neolíticas, especialmente en Italia. El de la “Estructura Q” es un descubrimiento singular, puesto que muestra evidencias de una inhumación final de los huesos tras dos siglos de uso, lo que podría significar un cambio cultural e ideológico de las comunidades del lugar.
Por qué y para qué se usaron estos cráneos durante nada menos que doscientos años es algo que no podemos saber; al menos, de momento. Todo apunta a que se trata de un ritual funerario vinculado al culto a los antepasados, quizá para mantener el vínculo con el pasado y la esencia del clan. Lo que está claro es que los huesos no fueron cuidadosamente conservados y preservados, si no que tenían un papel muy activo en la vida social de la comunidad.