Los 5 mejores mitos de la mitología china

Cinco historias de la Antigua China que hablan del origen del mundo, el amor, la vida y la muerte.

Los 5 mejores mitos de la mitología china

Debido, en gran parte, al enorme eurocentrismo en el que se ha basado la enseñanza occidental, a menudo se suele considerar a China como un todo, un bloque homogéneo tanto desde la perspectiva lingüística como cultural. Nada más lejos de la verdad, por supuesto. Entre el norte del país, cruzado por el Río Amarillo, y el sur, bañado por el Mar Oriental de China, existen diferencias geográficas, climáticas y culturales que hay que tener en cuenta.

El idioma oficial de China es el chino mandarín, hablado por el 78% de la población, que hace funciones de idioma estándar y de comunicación. Sin embargo, en China existen muchas otras lenguas, como el chino cantonés (que se habla en el sur y asciende hasta los 60 millones de hablantes), o el chuang, con 15 millones.

Por tanto, China no es un bloque que hay que contemplar homogéneamente. Cada una de estas lenguas está relacionada con una etnia distinta, con su propio bagaje cultural y sus creencias ancestrales. A continuación, te presentamos 5 mitos de la mitología de la Antigua China.

5 mitos de la mitología china que debes conocer

Mucho antes de que el budismo echara raíces en China, y con anterioridad también al confucionismo y al taoísmo, existía en el territorio chino una serie de mitos similares a los que pudieran tener otros pueblos antiguos, donde dioses y hombres entrelazaban sus destinos y a través de cuales los chinos pretendían explicar el origen del mundo y el significado de la vida y la muerte.

En la actualidad, gran parte de estas tradiciones se han perdido o se recuerdan como folklore popular. Te proponemos un viaje por 5 de los mejores mitos de la mitología china antigua que hablan del origen del mundo, el amor, la vida y la muerte.

1. De dioses, gigantes y hombres

El mito chino de la creación del mundo arranca como todas las demás mitologías: en un principio solo existía la nada. En este contexto caótico, apareció el primer ser, el dios Pangu, que creó el orden a partir del caos con un brutal golpe de hacha. Curiosamente, y a pesar de ser un dios, Pangu falleció tras completar su misión creadora, pero (y esto también es muy común en las diversas mitologías) de su cuerpo muerto se formó el mundo tal y como lo conocemos.

Tras Pangu, el típico dios creador que luego se retira y se desentiende de su creación (también habitual en todas las mitologías), llegan las nuevas generaciones de dioses, los gigantes y los monstruos. Una de estas diosas primigenias, Nüwa, fue la responsable de la llegada de los seres humanos a la tierra. Kuafu fue uno de los primeros gigantes que, obsesionado con la luz del sol, intentó cazarlo cuando este se ponía en occidente. Pero la extraordinaria calidez del sol lo abrasó por dentro, y, desesperado, cruzó toda China buscando agua. En su periplo, Kuafu dejó los ríos sin una gota de agua. Sin embargo, seguía sediento y, además, se sentía francamente mal.

Al llegar al mar, se tumbó en su orilla y murió; su enorme cuerpo de gigante dio forma a la cadena de montañas llamada Monte Txiu. Se trata de otra idea muy habitual en los mitos de todo el mundo: el gigante que muere y de cuyo sacrificio aparecen las montañas. Sin duda, la magnificencia de estos relieves geográficos impresionó tanto a los seres humanos primitivos que imaginaron que solo podían ser obra de gigantes.

2. El primer héroe y la caza de los soles

No existe mitología alguna que no cuente en su haber con una pléyade de héroes que efectúan trabajos maravillosos y se embarcan en viajes épicos. En realidad, todos ellos representan la ambición humana de salir de su contexto y avanzar hacia una realidad más gloriosa, y muchas veces simbolizan un camino de perfeccionamiento. Conocemos a los héroes griegos; probablemente también a los vikingos, pero ¿qué hay de los héroes chinos?

Según la tradición, el primer héroe chino fue Yi, el arquero inmortal. En aquellos días, China entera moría de sed y de hambre, y el dios del Este, Dijun, le pidió a Yi que bajara a la tierra, armado con un arco y muchas flechas blancas que el dios mismo le había regalado. Resulta que la causa de la espantosa sequía era que los diez hijos de Dijun corrían por el firmamento sin ningún orden ni concierto, y os podéis imaginar cuánto calor pueden dar diez soles en el cielo.

Yi empezó a disparar flechas con su arco divino y, uno por uno, los soles empezaron a caer. A medida que perdían la fuerza, el aire se volvía fresco y la hierba empezaba a crecer de nuevo. Sin embargo, Dijun se dio cuenta de que, si el héroe mataba a todos los soles, la tierra quedaría sumida en algo mucho peor que una sequía: una helada eterna, donde no crecería ninguna planta ni podría vivir ningún ser vivo. Decidido a evitarlo, robó una de las flechas del carcaj de Yi, y, así, uno de los diez soles permaneció en el cielo, donde todavía podemos verlo hoy en día.

3. Amores divinos y humanos

En las mitologías de todo el mundo abundan los relatos de relaciones entre dioses y humanos, a menudo apasionadas y muy emotivas. La mitología china no es una excepción. Entre sus muchos relatos hay uno muy hermoso que cuenta la historia de amor entre un pastor y una diosa de los cielos.

Este pastor, del cual, curiosamente, desconocemos el nombre, era querido por todos por su honestidad y su bondad de corazón. Sin embargo, su fortuna era pequeña y debía trabajar de sol a sol para ganarse el pan de cada día. Una noche se sentó a llorar al lado del buey, y este se apiadó de él. El animal le confesó que era, en realidad, un buey celestial, y que, si hacía lo que le pedía, la suerte le cambiaría para siempre. El pastor, asombrado, asintió y no dijo nada.

Aconsejado por el buey, el pastor se acercó al día siguiente a un estanque apacible y umbrío cercano a su casa. Pronto bajaron del cielo unas bellísimas muchachas, que se desvistieron y se sumergieron en el agua para bañarse. El pastor quedó asombrado por la belleza de todas; en especial, de una, que le pareció hermosa como una estrella. Siguiendo las instrucciones del buey, escondió las ropas de la joven y esperó. Cuando sus hermanas se vistieron y volaron hacia el cielo, la muchacha, que no podía encontrar su ropa, permaneció en el lago.

El pastor aprovechó este momento para acercarse a ella y pedirle que fuera su esposa. Ella parecía también enamorada y, dulcemente, aceptó. Una vez casados, ella le confesó que era la diosa de los tejidos y podía ayudarle a empezar un pequeño negocio. Y así fue. Las telas de la diosa fueron un éxito y el matrimonio fue muy feliz.

El Gran Dios del cielo echaba de menos a su hija y, cuando se enteró de que se había casado con un simple pastor, entró en cólera. Envió a sus guardias a buscarla; el joven nada pudo hacer contra ellos y tuvo que ver cómo su mujer partía llorando hacia el cielo de nuevo. Sin embargo, el pastor era un hombre valiente y, además, estaba profundamente enamorado, por lo que no iba a consentir que le arrebataran la felicidad. Así que partió hacia el cielo con sus dos hijos, que también echaban de menos a su madre.

El Gran Dios dispuso un gran río en el cielo para que el pastor no pudiera cruzar. Ese río no es otro que la Vía Láctea, que separó a los amantes para siempre. No obstante, conmovido con las lágrimas de su hija, permitió que los esposos pudieran encontrarse ciertos días al año… justo cuando una fina lluvia (las lágrimas de la tejedora) cubre el mundo.

4. De demonios y espíritus protectores

Uno de los pilares de la antigua mitología china son los espíritus protectores o guardianes, que no solo protegían a los humanos y a los seres vivos en general, sino también a objetos cotidianos como los utensilios domésticos. Como en otras mitologías, la china no describe una línea clara entre dioses y espíritus, pero, sea como sea, la población debía respetar a estos guardianes y realizarles ofrendas.

De forma parecida a la tradición romana, los espíritus guardianes de la puerta eran importantísimos porque guardaban la casa de todo mal. De hecho, para evitar que los demonios (en los que la sociedad china creía profundamente) o personas non gratas penetraran por la puerta, se solían poner pinturas a ambos lados que representaban terroríficos soldados, como para insuflar miedo a quien quisiera entrar.

Cuenta uno de los mitos relacionados que el emperador no podía dormir porque, además de enfermo, a su alrededor los demonios hacían un ruido ensordecedor. El emperador pidió a dos de sus mejores guerreros que velaran su sueño y, a partir de entonces, pudo dormir tranquilo. Desde entonces existe la costumbre de pintar a ambos guerreros en la puerta de acceso, para que los demonios, que se asustan con los soldados, no se atrevan pasar.

5. El hacedor de las nupcias

En la tradición popular china se creía que los matrimonios los negociaba un dios, conocido como el “Viejo de la Luna”. Precisamente con él se encontró un joven llamado Wei, que, como era huérfano, no contaba con unos padres que pudieran buscarle esposa. Wei consultó con el anciano si la hija del gobernador de su región sería una buena mujer para él, pero el Viejo de la Luna afirmó rotundamente que esa no era la persona que le estaba destinada. Cuando Wei le preguntó dónde estaba su futura esposa, él le mostró la imagen de una niña de tres años, sucia y mal vestida, que vivía en una evidente pobreza.

Indignado, Wei envió a un secuaz para que matara a la niña. Incapaz de hacerlo, este solo le hirió entre los ojos, pero Wei acabó olvidando el caso. Especialmente cuando, catorce años más tarde, se casó con la prudente y hermosa hija del gobernador de Xiangzhou, de diecisiete años. Ambos eran felices, pero él sospechaba del pasado de su mujer, puesto que, entre los ojos, siempre llevaba un pedazo de tela que nunca se quitaba, ni siquiera para dormir.

Cuando, finalmente, Wei le preguntó qué ocultaba, ella se sinceró con él y le narró su historia: de pequeña había sido atacada en el centro de la frente y, en consecuencia, le había quedado una cicatriz que ella cubría por vergüenza y decoro. Asombrado, Wei descubrió que su esposa era, efectivamente, la niña pobre que el Viejo de la Luna le había vaticinado, y comprendió que los seres humanos no pueden cambiar el futuro dispuesto por los dioses.

  • LIU SANDERS, T.T. (1989), Mitologia xinesa. Dracs, déus i esperits, ed. Barcanova
  • CLAYTON, M. (2020), Mitología china, Refora Publications
  • ELIADE, M. (2000), Tratado de Historia de las Religiones, Ediciones Cristiandad.

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Sonia Ruz Comas. (2024, agosto 14). Los 5 mejores mitos de la mitología china. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/cultura/mejores-mitos-de-mitologia-china

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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