Los constructos sociales son un producto de la cultura que genera cada sociedad. Los utilizamos para hacer referencia y dar significado a fenómenos que construimos en base a nuestras creencias para poder interactuar entre nosotros y gestionar mejor la realidad y el mundo en el que vivimos.
En este artículo te explicamos qué es un constructo social, cuál es su marco teórico y por qué necesitamos crearlos. Además, te ponemos varios ejemplos para que entiendas mejor en qué consisten.
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Constructo social: definición y marco teórico
Los constructos sociales o construcciones sociales definen significados, nociones o connotaciones que las personas asignan a determinados objetos o eventos. Son artefactos que no existen en la naturaleza y nos inventamos para facilitar las relaciones interpersonales y la interacción entre las personas y el entorno.
En ocasiones, un constructo social constituye una idea o una noción que parece ser natural y obvia para los individuos que la aceptan, aunque no represente fielmente la realidad; sin embargo, éste no deja de ser una invención o un artificio socialmente construido y con el que interactuamos en base a unas reglas establecidas.
La primera obra que abordó la cuestión de las construcciones sociales fue quizás La construcción social de la realidad, de Peter L. Berger y Thomas Luckmann, publicada en los años sesenta. La idea central que defendían estos autores era el hecho de que las personas interactúan en un sistema social y forman, con el tiempo, representaciones mentales de las acciones de los demás, convirtiéndose éstas en roles y reglas recíprocas que terminan siendo tipificadas y plasmadas en instituciones sociales.
En este sentido, desde el marco teórico del constructivismo social se postula que el conocimiento se genera siempre en el marco de una serie de prácticas culturales y sociales que lo impregnan todo, de ahí que sea necesario hablar de que la realidad se construye socialmente; es decir, lo real se establecería como consecuencia de un proceso dialéctico entre relaciones sociales, hábitos tipificados y estructuras sociales.
Con todo, a día de hoy existe polémica en torno a cuestiones como; qué es y qué no un constructo social, qué tipos de experiencia están más o menos influenciadas por variables culturales o si es posible que algo pueda ser socialmente construido y, al mismo tiempo, biológicamente determinado.
Por qué se crean los constructos sociales
Los seres humanos necesitamos dar sentido a nuestra realidad y esto es precisamente lo que postula la teoría del constructivismo social: creamos constructos sociales para dar sentido al mundo objetivo.
Una de las formas más habituales de dar sentido es construyendo categorías y aplicando etiquetas. Por ejemplo, dividimos a las personas en función de las distintas características físicas que poseen y creamos la construcción social denominada “raza”. O clasificamos a un ser vivo en función de si tiene ramas con hojas. construyendo el concepto de “árbol”.
Estos dos ejemplos, aunque muy diferentes entre sí, tienen algo en común: que ambos son construcciones artificiales basadas en ideas y creencias que pueden variar a lo largo del tiempo y el espacio (el contexto o la cultura).
Los constructos sociales incluyen valores y creencias que, como decimos, pueden modificarse a medida que las sociedades y los individuos interactúan; de este modo, emergen nuevos significados o cambian los ya disponibles. El término “feminismo” no es el mismo hoy que hace varias décadas. Y lo mismo ocurre con otras construcciones sociales, como el humor o el concepto de género.
Ejemplos de constructos sociales
Los seres humanos hemos generado multitud de construcciones sociales para ordenar y comprender mejor la realidad y la coyuntura que nos ha tocado vivir. A continuación, veremos algunos ejemplos de constructos sociales.
1. Las clases sociales
La clase social es un tipo de clasificación socioeconómica que utilizamos para establecer distintos grupos humanos en base a criterios compartidos, como por ejemplo: la riqueza, los ingresos monetarios, la ocupación laboral, el poder político y adquisitivo, los hábitos de consumo, etc.
Aunque la mayoría de científicos sociales comparten el hecho de que la clase social parece representar un fenómeno universal, su significado a menudo se ubica contextualmente, ya que lo que determina la clase varía de una sociedad a otra e incluso dentro de una misma cultura puede haber distintas personas que tengan nociones diferentes de lo que determina pertenecer o no a una clase social.
2. El lenguaje
El idioma que uno aprende depende de la cultura en la que nace, por lo que podemos decir que el lenguaje está socialmente determinado y es una construcción social. Sin embargo, hay una larga lista de estudios en psicología y neurociencias que demuestran que nuestro cerebro está equipado de serie con los mecanismos neurofisiológicos necesarios para que entendamos cómo funciona el lenguaje y qué podemos o no aprender en este sentido.
Aunque nuestros cerebros están diseñados para procesar el lenguaje de acuerdo con ciertas reglas establecidas, los seres humanos hemos intentado crear idiomas artificiales, usando normas lingüísticas que nos parecen apropiadas y lógicas cuando somos niños; no obstante, lo que ocurre finalmente es que ese primer “idioma” muta y adquiere todas las peculiaridades que tienen los lenguajes naturales. Esto quiere decir que el lenguaje estaría determinado biológicamente y sería, al mismo tiempo, un artefacto social.
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3. El género
La forma en que actualmente experimentamos el concepto de género, en el que vemos los “límites” entre las distintas categorías, está influenciada por el aprendizaje y la cultura. Pero también influyen aspectos fisiológicos y biológicos en un nivel fundamental.
Cuando se habla de que el género está culturalmente construido hay que tener en cuenta que dicho concepto engloba a un conjunto de rasgos, comportamientos y características tanto sexuales como no sexuales: algunos muy limitados por la biología; otros solo marginalmente restringidos por la misma; y otros que son puramente sociales.
Por ejemplo, los hombres tienden a tener más vello corporal que las mujeres; sin embargo, algunos hombres son más peludos que otros hombres, y con las mujeres ocurre lo mismo. En algunos casos extremos, algunas mujeres pueden tener más vello que los hombres, pero es poco habitual. Este es un fenómeno controlado por la producción hormonal, que a su vez está controlado por los genes. Por lo tanto, este hecho estaría muy limitado por la biología.
Por otra parte, existe evidencia científica de que la agresión y el instinto de crianza están influenciados por distintos niveles hormonales en hombres y mujeres.
Sin embargo, las conductas complejas como la “agresión” y la “crianza” también están muy influenciados por el aprendizaje y la cultura: tanto, que existe una superposición entre hombres y mujeres en estas dimensiones, y algunas culturas pueden empujar a hombres y mujeres a un extremo u otro de las mismas. En definitiva, estos rasgos estarían parcialmente definidos por variables culturales.
En resumen, muchos de los constructos sociales, como pasa con el género, son una combinación de determinantes biológicos y aspectos culturales, por lo que hay que saber identificar bien cuánto hay de cada una de las partes para poder entender y utilizar mejor estas construcciones.
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