El apego es un tipo de vínculo emocional que se da entre dos seres humanos y que se asocia con las relaciones íntimas, como las que existen entre madres e hijos. Las personas mostramos diferentes tipos de apego que se desarrollan durante la infancia temprana y tienden a mantenerse estables durante la adolescencia y la vida adulta.
En una proporción muy elevada de casos los bebés forman apegos seguros, pero otros no consiguen hacerlo, sino que muestran un apego inseguro; éste a su vez puede dividirse en apego ambivalente y apego evitativo. En este artículo describiremos las características principales del apego evitativo en niños y en adultos.
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Un aspecto psicológico que nos afecta a lo largo de la vida
John Bowlby, psicólogo y psiquiatra influido por el psicoanálisis pero también por la etología y el evolucionismo, desarrolló la teoría del apego, según la cual los humanos estamos filogenéticamente predispuestos a formar vínculos emocionales con quienes nos cuidan y nos proporcionan seguridad. El apego se ha estudiado sobre todo en bebés, pero también en adultos.
Distintos autores han realizado clasificaciones de los patrones de apego en función de sus observaciones e investigaciones. En las década de 1960 y 1970 Mary Dinsmore Ainsworth llevó a cabo estudios pioneros en el campo del apego utilizando el paradigma experimental de la “situación extraña”, con el que evaluó la conducta de niños ante la separación de su madre.
Gracias a su célebre investigación Ainsworth identificó tres patrones de apego: el seguro, el evitativo o rechazante y el ambivalente o resistente. Estos dos últimos pueden a su vez ser categorizados como “apego inseguro”. Mientras que el 65% de bebés mostraban un patrón de apego seguro, el 20% de los bebés fue clasificado como evitativo y el 12% como ambivalente.
Las investigaciones han mostrado que el tipo de apego se mantiene estable a lo largo de la vida en la mayoría de personas, si bien en ocasiones puede modificarse, por ejemplo a causa del estilo educativo adoptado por los padres o de eventos vitales significativos, como la muerte de una figura de apego.
En el año 1987 Cindy Hazan y Phillip R. Shaver estudiaron el apego en adultos a través de cuestionarios de respuesta múltiple y encontraron que la proporción en que presentaban patrones de apego seguro, evitativo y ambivalente era muy similar a la que Ainsworth había hallado en bebés.
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El apego evitativo en niños
En el experimento de la situación extraña de Ainsworth los niños con apego evitativo se enfadaban con facilidad, no buscaban a sus madres cuando las necesitaban, parecían mostrarse indiferentes ante su ausencia y las ignoraban o se comportaban de forma ambivalente cuando volvían. Sin embargo en ocasiones eran muy sociables con personas desconocidas.
Por contra, los bebés con un patrón seguro de apego se mostraron confiados en cuanto a la exploración del entorno y volvían a su madre de vez en cuando, buscando seguridad. Si la madre abandonaba la habitación los pequeños lloraban y se quejaban, y cuando volvía se mostraban alegres. También tenían una tendencia menor al enfado.
Ainsworth hipotetizó que la actitud de estos niños ocultaba estados de malestar emocional; estudios posteriores mostraron que su frecuencia cardiaca era elevada, lo cual dio apoyo a la hipótesis. Según Ainsworth los bebés con apego evitativo habían aprendido que comunicar sus necesidades emocionales a la madre no daba resultados y por tanto no lo hacían.
Esto se debía a que habían tenido experiencias de rechazo de sus conductas de aproximación y de fomento del apego por parte de la figura de apego principal. También afirmó que sus necesidades con frecuencia no habían sido satisfechas por sus padres.
La conducta de los bebés con este tipo de apego resulta paradójica en el sentido de que permite mantener una cierta cercanía con las personas allegadas que proporciona al bebé una sensación de seguridad a la vez que evita que respondan con rechazo al acercamiento, según Ainsworth.
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En adultos
Diversas investigaciones han estudiado las características del apego en personas adultas mediante cuestionarios de autoinforme. El apego evitativo se divide en dos patrones diferenciados durante la edad adulta: el evitativo-despectivo y el evitativo-temeroso. La presencia de uno u otro patrón se debe probablemente a experiencias vitales específicas.
El estilo evitativo-despectivo se manifiesta en una necesidad exagerada de independencia y de autosuficiencia, así como de evitar que otras personas dependan de una. Mucha gente con este patrón de apego opina que las relaciones interpersonales no son relevantes y niega necesitar intimidad con los demás, por lo que procura no desarrollarla en exceso.
Las personas con este tipo de apego suelen ocultar y reprimir sus sentimientos, se distancian de las demás cuando se sienten rechazadas por ellas y se comportan de un modo que previene sufrir tal rechazo. Distintos autores consideran que el patrón evitativo-despectivo tiene una función de protección emocional.
De modo similar, quienes son clasificados en la categoría de apego evitativo-temeroso afirman que desean tener relaciones interpersonales íntimas pero tienen dificultades para confiar en los demás y para depender de ellos por temor a ser heridos emocionalmente. En consecuencia se sienten incómodos en situaciones de intimidad.
Este patrón ha sido identificado con mayor frecuencia en personas que han pasado por duelos significativos o que han sufrido traumas durante la infancia y la adolescencia. En muchos casos se sienten insatisfechas con ellas mismas y con las personas con quienes han desarrollado vínculos de apego.
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