Comunidades de práctica: qué son estos grupos y cómo funcionan

Las comunidades de práctica son espacios de aprendizaje y difusión de conocimiento muy útiles.

Comunidades de práctica

Son muchos los métodos de trabajo en grupo para poder ampliar los conocimientos sobre un tema en concreto.

Las comunidades de práctica representan uno de los más potentes. A través de los siguientes puntos podremos hacernos una idea general de cómo funcionan estos sistemas y cuáles son sus puntos fuertes respecto a otras metodologías diferentes.

¿En qué consisten las comunidades de práctica?

Las comunidades de práctica son agrupaciones de personas que se asocian con el objetivo común de ampliar conocimientos y prácticas acerca de un determinado tema. En esta comunidad se ponen en común las experiencias prácticas de cada uno y se reflexiona sobre ellas. De esta manera todos se benefician del trabajo mútuo y además experimentan un fortalecimiento de las relaciones entre los propios integrantes de dicho grupo.

Fueron los investigadores Étienne Wenger y Jean Lave los primeros que mencionaron esta metodología, en el año 1991. Desde entonces la popularidad de las comunidades de práctica fue en aumento, haciéndose referencia a ellas en más y más artículos. Otros autores, como John Seely Brown y Paul Duguid cuentan cómo surgió de manera natural una de las primeras comunidades de práctica, en el Centro de Investigación de Palo Alto de Xerox.

En este caso, descubrieron que los operarios encargados de la reparación de las impresoras, en muchas ocasiones no utilizaban los manuales técnicos que se les habían suministrado, sino que preferían aprovechar los descansos y pausas para comentar con sus compañeros las diferentes incidencias a las que se habían enfrentado y cuál había sido la vía por la que habían conseguido encontrar la solución. Otros exponían las averías que estaban gestionando y pedían consejo.

Sin darse cuenta, este grupo de trabajadores había inaugurado una metodología muy potente y eficaz, la de las comunidades de práctica. Gracias a ello, cada técnico podía compartir su experiencia con el resto de compañeros y a su vez beneficiarse de los casos prácticos que cada uno de los demás había experimentado y que ahora estaba poniendo en común con el grupo en cuestión.

Algunos investigadores apuntan a que las comunidades de práctica podrían ser una evolución del método clásico de la tormenta de ideas, visto desde un prisma práctico en lugar de teórico.

Características de las comunidades de práctica

Las comunidades de práctica deben contar con una serie de características que vamos a describir a continuación.

1. Liderazgo compartido

La comunidad está conformada por un grupo homogéneo de participantes. Es decir, todos se encuentran en la misma posición. No existe una figura de líder que comparte sus conocimientos mientras los demás escuchan, sino que todos los miembros enseñan con su experiencia y a la vez aprenden con las de los demás, por lo que estarían en igualdad de condiciones.

Si puede existir una figura de coordinador, encargado de conectar a los diferentes miembros y de organizar las reuniones o eventos, sugiriendo el debate sobre diferentes problemáticas y promoviendo la participación activa de todos los integrantes del grupo, de manera que todos hagan aportaciones por igual y se beneficien de las del resto.

2. Campo de conocimiento

El nexo común entre todos los integrantes de la comunidad de práctica ha de ser un campo de conocimiento concreto. Este elemento será el que proporcionará el sentimiento de grupo, al ser el elemento que comparten todos los miembros de esta sociedad. Cada miembro desea convertirse en un experto en la materia y a la vez colabora para que todos los demás también lo sean.

3. Práctica

La propia actividad o práctica acerca de ese conocimiento compartido será el motor de la comunidad, pues es la actividad que genera las experiencias que luego podrán ser compartidas para darle un sentido al grupo y permitir que todos los integrantes aprendan de la actividad de los demás igual que si la hubieran llevado a cabo ellos mismos.

4. Sentimiento de comunidad

Cuando las comunidades de práctica se ponen en funcionamiento se genera un sentimiento de identidad, facilitado por todos los elementos anteriores, por el que todos los miembros desean ayudar a los demás, compartiendo todo aquello que pueda ser de utilidad y también haciendo uso de la información que el resto aporta. Sería una especie de colmena en la que todos son abejas que persiguen un fin común, que sería el éxito tanto propio como de los compañeros.

Podría darse el caso de personas que se acercan a la comunidad únicamente con el objetivo de recoger información y experiencia de los integrantes, pero no con el de compartir su propia práctica con el resto. En este caso dicha persona no sería un miembro activo de la comunidad, puesto que no estaría cumpliendo con el criterio de reciprocidad. En su lugar sería un miembro periférico, suponiendo que en algún momento haga alguna aportación, o incluso podría tratarse de un participante externo.

Las comunidades de práctica virtuales

La aparición de las nuevas tecnologías y en concreto de internet y de las redes sociales ha propiciado la evolución de las comunidades de práctica en su modalidad virtual, y es que hoy en día no es necesario reunirnos presencialmente con un grupo de personas para poder compartir conocimientos, ni mucho menos. Ni siquiera es necesario que estemos geográficamente cerca.

Por el contrario, los medios digitales hacen posible que personas de diferentes lugares del mundo se conecten a través de una plataforma online con personas interesadas en el mismo campo de conocimiento y poder de esta manera compartir experiencias y aprender de las de los demás.

Como generalmente en estas plataformas (foros, Facebook, grupos de WhatsApp, etc.) las aportaciones de cada persona quedan plasmadas por escrito, ni siquiera es necesario que todos los miembros estén conectados al mismo tiempo o pertenezcan a la misma zona horaria. Una persona puede consultar una duda en el momento en el que le surja e irá recibiendo respuestas según los miembros accedan a la publicación y escriban su respuesta.

El contar además con un registro por escrito de todas las publicaciones facilita que se pueda encontrar fácilmente al autor de una determinada aportación y también el poder ofrecer la información de manera organizada cuando lleguen nuevos miembros a las diferentes comunidades de práctica.

Obviamente no todas las personas tienen los mismos conocimientos o la misma práctica, por lo que habrá personas que puedan participar más activamente y compartan información más completa o más útil. Serán los miembros de referencia del grupo, pero poco a poco se irá realizando una homogeneización, a medida que los demás también aprendan y puedan aportar una mayor cantidad de experiencias que enriquezcan incluso a los miembros más activos.

Si bien habíamos anticipado que las comunidades de práctica no tienen un líder que aporte datos mientras que el resto de miembros los recibe de forma pasiva, sí que puede existir un moderador o animador, especialmente en estas comunidades virtuales. Esta figura se encargaría de fomentar esa participación bidireccional entre todos los integrantes.

¿Cómo crear un grupo de este tipo?

Ya sabemos cuáles son las características de estos grupos y qué los hace tan útiles. Lo siguiente que nos podríamos preguntar es cómo se crea una comunidad de práctica. Para ello, el Wenger propone un sistema de siete principios que hay que seguir para poder construir una. Serían los que vamos a ver.

1. Facilidad de evolución

La comunidad de práctica ha de comportarse como un organismo vivo. Para ello debemos sentar las bases que le permitan crecer y evolucionar según los intereses y necesidades de los miembros del grupo.

2. Permeabilidad

Es importante que las opiniones de los integrantes se tengan en cuenta y por lo tanto penetren en la comunidad. Pero en ocasiones es igual de importante tener en cuenta también las ideas que provienen de fuera de nuestra comunidad de práctica, pues pueden resultar enriquecedoras y generar crecimiento.

3. Niveles de participación

Debemos fomentar la participación, contando con un grupo de miembros muy activos que espoleará al resto, los periféricos, de manera que aporten cada vez más conocimientos al grupo. Habrá también personas ajenas a la comunidad que aunque no participen también puedan beneficiarse de los conocimientos aportados. Lo ideal será que esas personas también hagan su contribución, pero en muchas ocasiones esto no ocurrirá.

4. Espacios públicos y privados

Las comunidades de práctica funcionan igual que muchas otras interacciones sociales. En ocasiones se darán de manera pública donde todos los miembros podrán participar mientras que otras veces, dos o más participantes preferirán tener una conversación privada donde resolver unas dudas en particular sin que el resto tenga conocimiento de ello. Es necesario que haya un equilibrio entre ambas situaciones para que la salud de la comunidad esté garantizada.

5. Aportar valor

Lo que hace que una comunidad de práctica sea valiosa es el interés que los miembros tienen en ese tema en concreto. Si la comunidad aporta datos de valor para esas personas, estaremos facilitando la continuidad del grupo.

6. Cercanía y emoción

Lo que diferencia a la comunidad de práctica de un grupo de trabajo es que no existe esa presión por cumplir con unos objetivos y además tenemos una motivación hacia la temática, lo que facilita generar un clima de cercanía y de emociones agradables entre los miembros de la asociación.

7. Cuidar el ritmo

Por último, será importante medir el ritmo al que avanza la comunidad. Como todo en la vida, la virtud está en el término medio, pues si la comunidad de práctica apenas avanza y nadie aporta información interesante, lo más seguro es que la gente pierda el interés, mientras que si bombardeamos con una cascada incesante de datos y experiencias, también podemos abrumar a los integrantes y correr el riesgo de que abandonen.

Referencias bibliográficas:

  • Fernández, M.R., Valverde, J. (2014). Comunidades de práctica: un modelo de intervención desde el aprendizaje colaborativo en entornos virtuales. Comunicar: Revista científica iberoamericana de comunicación y educación.
  • Sanz, S. (2005). Comunidades de práctica virtuales: acceso y uso de contenidos. Revista de Universidad y Sociedad del Conocimiento.
  • Wenger, E. (2002). Comunidades de práctica. Aprendizaje, significado e identidad. Cognición y desarrollo humano. Paidós.

Luis Martínez-Casasola (Madrid, 1988) se licenció en Psicología en la UAM y cuenta con un máster en Psicología Forense por la URJC y el COP de Madrid, así como con una especialización en recursos humanos. Tras varios años de experiencia en la redacción de contenidos web, ahora colabora como divulgador para medios especializados en el ámbito de la Psicología y la salud.

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