En el mes de abril de 1919, un filósofo de origen austríaco llamado Rudolf Steiner dio una conferencia en la fábrica de tabaco Waldorf-Astoria de Stuttgart, Alemania. Ante un público formado principalmente por miembros de la clase trabajadora de la tabacalera, Steiner habló acerca de la necesidad de erigir un modelo educativo no fundamentado en la asunción de que los seres humanos deben aprender para amoldarse a las exigencias de los gobiernos y las grandes empresas.
Las escuelas, decía Steiner, deberían servir para que todas las potencialidades humanas se desarrollasen de manera natural, no para equipar a los jóvenes con las herramientas con las que más adelante se verán obligados a seguir haciendo funcionar los engranajes del Estado y la industria.
Unos meses más tarde, a petición del director general de la fábrica, el filósofo creó el nuevo centro educativo para los trabajadores de la fábrica Waldorf-Astoria. La primera de las llamadas escuelas Waldorf había visto la luz. Hoy existen más de 1.000 en todo el mundo.
Entendiendo los orígenes de las escuelas Waldorf
Los ideales de los que el austríaco habló en su conferencia de la tabacalera eran parte del germen de una nueva manera de entender la enseñanza y las posibilidades de desarrollo personal de lo que más tarde sería conocido como pedagogía Waldorf, un sistema educativo propuesto por el mismo Steiner y que sigue aplicándose hoy en día en muchas escuelas privadas.
¿Por qué se ha popularizado tanto desde la creación de la primera escuela Waldorf? Probablemente juegue a su favor el rechazo a la educación formal que vió un nuevo impulso a partir del movimiento New Age de los años 70 y que ha dado oxígeno a varias iniciativas de educación “alternativa” en las que se rechaza en lo posible la enseñanza reglada y la imposición de pautas rígidas de comportamiento.
Si bien la pedagogía Waldorf tuvo sus inicios en una etapa de inestabilidad económica y política en la que el riesgo de pobreza amenazaba a importantes capas de población, los actuales estados del bienestar han encontrado un hueco para estas escuelas alternativas como prueba fehaciente de la libertad con la que ciertas personas pueden optar (si pueden pagar por ello) por el tipo de educación que más encaje con su filosofía.
¿Cuáles son las características de la pedagogía Waldorf?
Está claro que si existen los centros educativos de la tradición iniciada por Steiner es porque hay gente que reconoce sus cualidades y las sabe distinguir de las demás, ya que se trata básicamente de escuelas privadas. Ahora bien, ¿cuáles son estas características?
Resulta complicado resumir en pocos puntos los aspectos diferenciadores que caracterizan la pedagogía Waldorf, y más teniendo en cuenta que no todas las escuelas que se adscriben a ella lo hacen de igual manera, pero pueden destacarse los siguientes puntos:
1. Abraza un enfoque educativo “integral” u holístico
La pedagogía Waldorf pone énfasis en la necesidad de educar no sólo el intelecto, sino también cualidades humanas cuyo alcance va más allá de la racionalidad, como la gestión de los estados de ánimo o la creatividad. A la práctica, esto significa que en las escuelas Waldorf se trabajan aspectos y habilidades cuyo potencial está, según los seguidores de Steiner, insuficientemente trabajado en la mayoría de escuelas.
2. La idea de “potencial humano” tiene tintes espirituales
La educación no se concibe como una transmisión de conocimientos ni un proceso de enseñanza y aprendizaje cuyos frutos puedan ser evaluados con herramientas estandarizadas de evaluación y cumplimiento de objetivos. Es, en todo caso, una dinámica entre el alumno y la comunidad educadora que ha de permitirle desarrollarse tanto en habilidades medibles objetivamente como en un plano espiritual.
3. Se potencia la flexibilidad y la creatividad en el aprendizaje
El contenido currículo escolar con el que se trabaja en las escuelas Waldorf orbita en gran parte alrededor de las artes y la artesanía. De este modo, los alumnos aprenden a través de la representación artística de los contenidos de lo que se les imparte, ya sea creando ellos mismos historias relacionadas con lo aprendido, inventando coreografías sencillas, dibujando, etc.
4. Se enfatiza la necesidad de formar comunidades educativas
Desde la pedagogía Waldorf se buscan estrategias para potenciar la involucración de los padres en la educación de sus hijos tanto en casa como en las actividades extraescolares. Al mismo tiempo, gran parte de las actividades que se llevan a cabo en las clases de las escuelas Waldorf tienen que ver con actividades cotidianas propias de la vida doméstica. En definitiva, se favorece la aparición de una educación en red en la que participen tanto familiares como profesionales de la pedagogía, para no reducir el espacio de enseñanza a la escuela.
5. El foco está puesto en el carácter único de cada alumno
Desde la pedagogía Waldorf se pone especial énfasis en la necesidad de ofrecer un trato personalizado a los alumnos, y esto se plasma en una cierta flexibilidad a la hora de evaluar los progresos de cada aprendiz. De este modo, en muchos casos sólo se utilizan tests estandarizados cuando es imprescindible y cuando la legalidad de cada país así lo exige.
6. La educación se adapta a las tres fases del desarrollo en los jóvenes
Steiner teorizó que durante los primeros años de vida, todos los seres humanos experimentan tres etapas de crecimiento, cada una con un tipo de aprendizaje asociado. Según este pensador aprendemos por imitación hasta llegar a la edad de 7 años, mediante el ritmo, las imágenes y la imaginación entre los siete y los catorce años, y a partir del pensamiento abstracto en los años posteriores. En definitiva, estas tres etapas están ordenadas desde una fase en la que los alumnos sólo pueden aprender a partir de aquellas imágenes con las que son confrontadas directamente hasta una en la que pueden trazar libremente conjeturas acerca de la realidad que les rodea.
A partir de la idea del desarrollo en tres fases, los maestros Waldorf se preocupan por adaptar la cualidad del aprendizaje a la etapa de crecimiento por la que teóricamente pasa cada alumno, y creen que exponer a una persona a un tipo de enseñanza para el que no está preparada puede ser dañino para ella. Es por eso que, entre otras cosas, las escuelas Waldorf son conocidas por no enseñar a leer a sus alumnos hasta que no llegan a la edad de 6 o 7 años (algo más tarde de lo que suele ser habitual en el resto de escuelas), ni se sirven de tecnologías como los ordenadores o los videojuegos hasta que los alumnos no han llegado a la adolescencia, desde la creencia de que estos aparatos podrían limitar su capacidad imaginativa.
¿Escuelas progresistas?
La pedagogía Waldorf parece avanzada a su época en muchos sentidos. Por ejemplo, la idea de que la educación va mucho más allá de las aulas de la escuela es algo que sólo ha sido asumido recientemente en los sistemas educativos predominantes en algunos países occidentales. Del mismo modo, no hace tanto que se ha generalizado entre las escuelas la noción de un aprendizaje que no se basa en la acumulación de prácticas y lecciones memorizadas, sino en el aprovechamiento de las herramientas proporcionadas por el docente para aprender ciertas cosas cuando la etapa del desarrollo se ajusta a esos objetivos, ni antes ni después.
Además, cada vez cobra más importancia la necesidad de educar a los jóvenes en aspectos que van más allá del uso del intelecto, algo que se asemeja con el ideal de educación de Steiner, en el que todas las potencialidades del ser humano se desarrollaran a la vez, en todas las dimensiones humanas y en tantos contextos como fuera posible (en la escuela, en casa, en las actividades de voluntariado…). En este sentido, las ideas de Steiner parecen estar más cerca de los objetivos planteados por los modelos educativos actuales que de los fundamentos filosóficos de la mayoría de las escuelas de principios del siglo XX. Sólo recientemente, y en paralelo a lo que la pedagogía Waldorf lleva décadas proponiendo, el ideal hegemónico de lo que debe ser la educación ha tendido al abordaje holístico de la enseñanza y a la necesidad de que docentes, padres y tutores eduquen y cooperen desde sus diferentes ámbitos de actuación.
Sin embargo, esta imagen de sistema educativo progresista no cubre todos los flancos de la pedagogía Waldorf. Esto es así porque, si bien Rudolf Steiner proponía un acercamiento holístico a la educación de los jóvenes, no proponía cualquier tipo de acercamiento holístico, ni uno que sirviera para el bien (en abstracto) de los alumnos. Los principios teórico-prácticos del sistema educativo desarrollado por Steiner entroncan con una corriente de pensamiento espiritual que ideó el propio Steiner y que, desde luego, resulta poco convencional hoy en día.
Se trata de una corriente intelectual que frecuentemente es comparada con el tipo de filosofía religiosa propia de las sectas y que, además, se encuentra alejada de la visión secular de los modelos educativos en boga, los cuales están basados cada vez más en el uso del método científico para investigar sobre la eficacia e ineficacia de ciertos métodos. Es por eso que, antes de considerar la posibilidad de recurrir a una escuela Waldorf, conviene saber algo sobre el tipo de pensamiento esotérico en la que se asientan: la antroposofía.
Antroposofía: trascendiendo el mundo de lo físico
Cuando Rudolf Steiner sentó las bases de la pedagogía Waldorf, lo hizo con la mirada puesta en un objetivo muy claro: cambiar la sociedad para mejor. Esto es algo que comparte con otros pensadores relacionados con el mundo de la educación, como por ejemplo Ivan Illich, y desde luego hace ya mucho tiempo que importantes filósofos vislumbraron por primera vez las repercusiones sociales y políticas de la pedagogía, sus potencialidades y los peligros que puede conllevar dejar de prestar atención a los dilemas que se plantean en ella.
Sin embargo, para entender del todo la pedagogía Waldorf, sus métodos y objetivos, no basta con tener en cuenta las pretensiones que Steiner albergaba a la hora de desarrollar sus ideas. Es necesario, también, informarse sobre la manera en la que este pensador concebía la realidad y la naturaleza del ser humano. Porque Rudolf Steiner era, entre otras cosas, un místico que creía en la necesidad de acceder a un mundo espiritual para que el potencial humano se desarrolle con plenitud.
Toda la teoría original de la pedagogía Waldorf tiene su razón de ser en la antroposofía. Esto significa que para comprender bien el sistema educativo propuesto por este pensador, es necesario asumir que este entronca con una filosofía que aborda temas teológicos y esotéricos muy alejados de las formas de entender la vida y la naturaleza en los países occidentales de hoy día. Es de esta perspectiva de la realidad desde la que cobra sentido la pedagogía Waldorf, ya que sus métodos no se asientan sobre la evidencia científica sólida.
Entre los postulados de la antroposofía se encuentra la asunción de que existe un mundo espiritual que afecta al mundo físico, que en algún plano de la realidad existe la reencarnación, que las vidas pasadas afectan al sentido en el que los jóvenes puede desarrollarse y que los seres humanos tienen el potencial de desarrollar órganos para acceder al mundo espiritual mediante una especie de autorrealización. Estas ideas no son simple teoría con la que rellenar libros de texto, sino que moldean el tipo de educación que se da en la pedagogía Waldorf y las metas de cada una de las acciones de sus profesores.
Por supuesto, el contenido de las lecciones también se ve afectado por este bagaje cultural esotérico. Algunas de las enseñanzas que se asocian a las escuelas Waldorf son el mito de la Atlántida, el creacionismo, la existencia de un mundo espiritual al que sólo pueden acceder los iniciados y de una “ciencia espiritual” que puede ser comprendida accediendo a esta realidad alternativa.
El conflicto con la ciencia
Como corriente de pensamiento de tipo esotérico, la antroposofía es en sí misma un agujero negro para el método científico a pesar que desde ella se extraigan conclusiones muy concretas sobre el funcionamiento del mundo físico. Esto hace que entre en conflicto con las formas de pedagogía que quieran marcar la agenda educativa partiendo de la evidencia empírica para comprobar qué métodos educativos funcionan y cuáles no.
Por ejemplo, el hecho de dividir el desarrollo ontogenético del ser humano en varias etapas de crecimiento, con todos los cambios observables tanto en el físico o en la conducta, es algo que vienen haciendo habitualmente los psicólogos evolutivos. Las etapas de desarrollo propuestas por Jean Piaget, por ejemplo, son una buena muestra de ello. Sin embargo, la teoría sobre el desarrollo infantil de Steiner no se fundamenta en una serie de comprobaciones hechas siguiendo el método científico, sino que se asienta, básicamente, en sus creencias acerca de la separación entre cuerpo y alma y conceptos de naturaleza teológica desde los cuales partían sus explicaciones.
Así pues, la metodología utilizada por la pedagogía Waldorf tradicional no responde a criterios proporcionados por exhaustivas investigaciones científicas sobre las maneras más eficaces de enseñar y aprender, sino que reposa sobre un legado de mitos y teorías imposibles de comprobar. La pedagogía Waldorf no cuenta con el aval de la ciencia tal y como la entendemos actualmente. Sin embargo, eso no quiere decir que la antroposofía no esté instalada en varias entidades relevantes.
Un legado que va más allá de la teoría
El margen para la credulidad es tan amplio dentro de la antroposofía que no es de extrañar que esta haya florecido en muchas teorías e incluso estilos artísticos. De hecho, la pedagogía Waldorf no es el único producto de la antroposofía, sino su principal aportación en la materia de la educación.
Esta corriente de pensamiento hace incursiones en todo tipo de temáticas estudiadas desde hace siglos por filósofos y científicos, dando como resultado disciplinas de marcado carácter pseudocientífico como la agricultura biodinámica o la medicina antroposófica. Eso explica que el legado intelectual de Steiner siga presente en todo tipo de entidades y organizaciones, desde grupos de investigación hasta, por ejemplo, Triodos Bank.
El papel que tienen estas entidades en la esfera política y social, aunque es marginal, no deja de ser remarcable teniendo en cuenta que pueden actuar como grupos de presión. No son raras las fricciones entre las pautas a seguir en las escuelas que proporcionan órganos estatales y supranacionales y los principios de la antroposofía, vinculados a la presuposición de que existe un mundo espiritual que sólo algunos iniciados pueden conocer.
De hecho, el encaje entre el modelo de la pedagogía Waldorf y las regulaciones estatales en materia de educación también se ha mostrado algo problemático, y los organismos vinculados a la antroposofía luchan constantemente por que las pautas educativas dadas por las administraciones públicas no asfixien el modo de hacer de las escuelas Waldorf y por que los centros adscritos a la antroposofía puedan optar a subvenciones públicas (algo que ha ocurrido en algunos países). Un ejemplo de esto lo encontramos en la Open EYE Campaign una iniciativa en la que participaron maestros Waldorf y que tenía como objetivo presionar al Departamento de Educación del Reino Unido para que este moldease sus directrices acerca de cómo debería ser la educación de los niños de hasta 5 años, de modo que sus metodologías no quedasen excluidas.
La incertidumbre alrededor de las escuelas Waldorf
¿Es posible que el divorcio entre el método científico y la pedagogía Waldorf no conviertan a esta sistema educativo en una mala alternativa? Es difícil de decir, ya que no todas las escuelas Waldorf funcionan igual ni tienen por qué abrazar totalmente el esoterismo con el que Steiner se expresaba. De igual modo, es difícil saber dónde se encuentra el límite entre una escuela Waldorf de carácter ortodoxo y una que simplemente está influida por los métodos de la pedagogía Waldorf o que copia sus estrategias, sin tener nada que ver con la antroposofía. Muchas veces los vacíos legales y la falta de regulaciones en la denominación de los centros hacen que la incertidumbre dificulte una toma de decisiones bien informada acerca de si una escuela Waldorf en concreto es una buena alternativa.
Por un lado, muchas asociaciones de padres se quejan de los vacíos legales en los que se mueven algunas escuelas Waldorf y por eso piden que se establezcan regulaciones específicas que les permitan estar seguros del tipo de actividades y metodologías que se utilizan en los centros educativos. Por el otro, los esfuerzos de muchas escuelas Waldorf por ajustarse a las exigencias de la demanda y las regulaciones públicas hacen que, a la práctica, se guíen poco por los principios de Steiner y que, por lo tanto, sea difícil saber lo que se puede esperar de ellas.
A pesar del limbo informativo en el que parecen flotar las escuelas relacionadas con la pedagogía Waldorf, cabe recordar que el hecho de que la pedagogía Waldorf reniegue del método científico significa que, cuanto más se ajusten estas escuelas a las creencias de Steiner, mayor es el riesgo de que puedan estar implementando medidas educativas que pongan en riesgo la integridad de niños y niñas de muy corta edad. La falta de certeza acerca de si lo que ocurre en la mayoría de las escuelas Waldorf resulta apropiada para los alumnos es, en sí misma, algo negativo. Por ello, la mejor manera de juzgar cómo se trabaja en una escuela Waldorf es visitar ese centro educativo en concreto y juzgar sobre el terreno.
¿Es la pedagogía Waldorf dañina?
Hay un tema relevante que va más allá del cuestionamiento de la transparencia, organización y funcionamiento de las escuelas Waldorf. Se trata de los efectos que la enseñanza basada en este sistema educativo pueden tener sobre la salud mental de los alumnos, en especial aquellos que entran en contacto con este tipo de escuelas a una edad muy temprana. A fin de cuentas, impartir lecciones acerca de ciertos temas y difundir ciertas creencias no tiene por qué implicar que se esté atentando contra la integridad psicológica de los alumnos o que se esté retrasando su aprendizaje en ciertas áreas, por mucho que lo que se enseña no tenga el aval de la ciencia o del estudio contrastado de la historia, pero la modalidad de enseñanza y el abordaje a la hora de aprender ciertas habilidades sí podrían ser poco apropiados.
Lo cierto es que la única conclusión que se puede sacar al respecto es que es necesario realizar investigaciones en este sentido, porque la falta de información es absoluta. Se han hecho pocos estudios independientes que toquen, aunque sea de pasada, temáticas que tengan que ver con los efectos de la pedagogía Waldorf sobre la psicología de los alumnos, y por sí son insuficientes para arrojar demasiada luz sobre el tema. La mayoría de estas investigaciones tratan sobre la edad a la que es mejor empezar a enseñar a leer y a escribir a los más jóvenes, y no se han encontrado grandes diferencias entre los niños y niñas a los que se les empieza a enseñar en la guardería y los que reciben sus primeras lecciones sobre el tema a partir de los 6 o 7 años. Así pues, por el momento no parece haber nada seguro acerca de la eficacia o efectos negativos de este estilo de enseñanza.
Algunas recomendaciones
Más allá de las investigaciones científicas centradas específicamente en aspectos de la pedagogía Waldorf, sí hay algunas recomendaciones que pueden hacerse desde el sentido común. Por ejemplo, los jóvenes diagnosticados con autismo podrían encontrar difícil adaptarse a un modelo educativo que pone tanto énfasis en la flexibilidad y la falta de estructura de las actividades y los juegos, por lo cual la pedagogía Waldorf no parece ser la indicada para ellos.
Del mismo modo, muchas de las ventajas que parece ofrecer la pedagogía Waldorf no las tiene en exclusiva, sino que son propias de la educación privada en general. La más clara es la opción de que disponer de clases con pocos alumnos en las que el trato personalizado del personal docente hacia el alumno es posible por la situación económica del centro educativo. Hoy en día, lo que ha abierto la puerta a esta posibilidad no ha sido la filosofía esencialista de un pensador, sino el desahogo económico, allí donde exista.
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