Si observamos un grupo de niños, podremos ver que todos son completamente diferentes. Cada uno de ellos tiene sus peculiaridades y eso es lo que nos hace únicos como personas. Sin embargo, no deja de ser curioso ver cómo estas diferencias individuales empiezan a manifestarse tan temprano.
Uno de los muchos aspectos que nos diferencian es el sentido del humor. Podemos ver a niños bien pequeños con mucha gracia para explicar chistes o con mucho ingenio para hacer bromas, mientras que, en otros casos, esto no sucede. El sentido del humor es algo que muchos padres y madres valoran positivamente y piensan que es importante que sus hijos lo tengan.
Así pues, aparece una pregunta que se repite con mucha frecuencia: ¿de qué depende qué tengamos más o menos sentido del humor, qué “seamos graciosos”? Mientras que unos lo achacan a la genética, otros consideran que es algo que se aprende del entorno. ¿Quién tiene razón? A lo largo de este artículo te explicamos los últimos hallazgos científicos sobre el tema.
¿Nacemos con sentido del humor o lo aprendemos?
Es fácil pensar que el humor es algo que aprendemos en nuestro entorno —en casa, la escuela, la televisión, etc.— porque parece una habilidad puramente social. Y, sin duda, sabemos que el contexto en el que crecemos es fundamental para poder practicar y desarrollar esta habilidad.
Sin embargo, desde hace algunas décadas, los científicos se plantean que quizá el sentido del humor puede tener una base biológica. Esto explicaría por qué algunas personas tienen una facilidad aparentemente innata para contar chistes o hacer comentarios ingeniosos, incluso si no crecieron en un entorno donde el humor fuera un factor muy valorado.
A raíz de estas dudas, se han llevado a cabo múltiples estudios con gemelos para poder estudiar el peso de la herencia genética. En las últimas décadas, se ha estudiado la heredabilidad de determinados rasgos cognitivos y se ha encontrado que en algunos de ellos, como la inteligencia y la creatividad, la heredabilidad es del 40-80%.
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¿Cómo se puede saber cuán gracioso es uno?
Recientemente se ha publicado un estudio llevado a cabo por el equipo de investigadores liderado por Greengroos en la revista Twin Research and Human Genetics. Los resultados sugieren que, aunque las personas suelen creer que su sentido del humor es algo heredado, la habilidad que tienen para hacer bromas parece venir de factores ambientales y aprendidos.
En este estudio participaron alrededor de 1300 gemelos (448 de los pares eran idénticos y 196 eran no idénticos –también conocidos como gemelos dicigóticos o fraternos–). Las edades de los participantes iban desde los 21 años hasta los 89, aunque la media era de 66. La mayoría de la muestra eran mujeres.
Medir el sentido del humor no es tarea fácil y encontrar elementos para objetivar este procedimiento todavía menos.
El equipo de investigadores planteó dos tipos de evaluaciones diferentes. Por un lado, pidió a los y las participantes que evaluaran su propio sentido del humor (cómo de graciosos/as se consideraban) y que hicieran lo mismo con sus hermanos/as.
Por otro lado, para la evaluación más objetiva, pidieron a los y las participantes que escribieran subtítulos humorísticos para unas viñetas, al estilo New Yorker. Con el fin de valorar cuán graciosos o divertidos eran estos comentarios, seleccionaron a 40 personas para ser el jurado y puntuaron desde “nada gracioso” hasta “muy gracioso” en una escala de 5 estrellas.
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¿Qué dice la ciencia sobre la heredabilidad del sentido del humor?
Los investigadores plantearon este estudio con gemelos para poder determinar con mayor precisión qué parte del sentido del humor viene determinada por nuestros genes y qué parte es del ambiente. Se compara a gemelos idénticos con gemelos no idénticos por que si los idénticos tienden a tener resultados más parecidos entre sí que los gemelos no idénticos se entiende que la genética juega un papel importante.
¿Qué encontró el equipo de investigadores liderado por Greengross? Por un lado, se observó que las creencias que las personas tienen sobre su sentido del humor están moderadamente influenciadas por la genética. Los gemelos idénticos tendían a puntuarse a sí mismos y a los hermanos de forma más similar de lo que lo hicieron los gemelos fraternos y de ahí el componente genético.
Sin embargo, las calificaciones que los jueces realizaron sobre la tarea que llevaron a cabo (escribir frases divertidas, graciosas e ingeniosas para las viñetas que se les facilitaban) no mostraron que la influencia genética fuera significativa. Los gemelos idénticos y los fraternos (no idénticos) tuvieron un desempeño similar. Esto sugiere que el entorno fue el factor de más peso en este caso.
Además de este sorprendente hallazgo, los investigadores encontraron una brecha entre la percepción que las personas tienen sobre sus habilidades humorísticas y la valoración que recibieron en la tarea. Es decir, la correlación entre la autoevaluación y la nota percibida posteriormente tuvo una correlación débil. Los que se consideraban graciosos, no siempre escribían comentarios graciosos y viceversa.
El contexto importa más de lo que pensábamos
Los resultados que este estudio señala son realmente sorprendentes puesto que entra en conflicto con muchas investigaciones anteriores. Durante décadas, se ha estudiado la heredabilidad de los rasgos cognitivos y se ha demostrado que ciertas capacidades cognitivas (como la inteligencia y la creatividad) tienen una heredabilidad considerable.
Así pues, cabría esperar que sucediera lo mismo con la capacidad humorística. No obstante, en este estudio no se ha encontrado ningún indicio para creer que el sentido del humor sea algo que se herede. Los autores creen que la capacidad de “crear” humor se moldea a nivel social y contextual. De hecho, el humor depende de muchos factores que varían entre individuos (idioma, cultura, sociedad, etc.) y es absolutamente subjetivo.
Este último punto es crucial y no puede ser obviado. Es más difícil estandarizar pruebas que permitan evaluar el humor que la memoria o la inteligencia, por ejemplo. Además, la diferencia de edad entre la media de la muestra y la del jurado era considerable y esto también podría haber influido en las puntuaciones. En este sentido, hay otros factores que los mismos autores de la investigación consideran limitaciones y que se tendrán en cuenta en futuras investigaciones.
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